
El año de Javier Goerlich
El elegante y evocador imaginario del arquitecto constituye un testimonio único del patrimonio del siglo XX en la capital
JAVIER DOMÍNGUEZ RODRIGO, ARQUITECTO
Miércoles, 19 de octubre 2022
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JAVIER DOMÍNGUEZ RODRIGO, ARQUITECTO
Miércoles, 19 de octubre 2022
Sometida constantemente a procesos de renovación y cambio, la ciudad constituye una singular herramienta de la memoria social. Su morfología, estructura física e imagen dibujan ... un puzle polifónico de iconografías y preexistencias que sintetizan los episodios medulares de su biografía urbana.
Hoy conviven, a veces en conflicto, tramas medievales, barrocas, ilustradas, higienistas, industriales, burguesas... de la metrópoli globalizada, haciendo patente los aciertos, las contradicciones, los errores, las desigualdades económicas, las asimetrías funcionales, los desequilibrios espaciales...
Esa es la grandeza, enunciada por Aldo Rossi, de la «dimensión histórica» del lugar, de las «permanencias» como escultoras de un paisaje en el que el escenario edilicio es el auténtico interprete, más allá de acontecimientos y coyunturas.
De ahí que la Valencia moderna cobije la huella caleidoscópica de un arquitecto exigente, excesivo y versátil como Javier Goerlich Lleó, cuya voracidad estética e insaciable talento alumbran durante más de treinta años grandilocuentes construcciones de filiaciones diversas, decisivas en la conformación del 'cap i casal'.
La conmemoración del cincuentenario de su fallecimiento, objeto de mucha menos atención de la merecida por uno de los más influyentes valencianos del siglo XX, corrobora la arbitraria erosión de su prestigio por la intelectualidad y la crítica local.
Arquitecto Mayor del Ayuntamiento desde 1931, este discípulo de Luis Ferreres Soler es autor, haciendo suyas propuestas anteriores -Aymamí...-, de las principales reformas urbanas de la capital: Bajada de San Francisco, Parque de Emilio Castelar, prolongación de la Alameda, avenida del Oeste, plazas de la Reina, Misericordia...
Su «perspectiva del casco», dibujada en 1932 poco después de la proclamación de la Segunda República, condensa su visión final de la nueva Valencia renovada y transformada por las reformas interiores, pensadas en el XIX.
En 1927 ingresa en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, pronunciando un elocuente discurso reivindicativo del uso de la vegetación en los tejidos deteriorados. Su mensaje es pionero, al poner el acento en la jardinería como terapia disciplinar reparadora frente a la decadencia visual del entorno y el atávico naufragio de las ordenanzas municipales.
Su vasta producción, inspirada en heterogéneos modelos historicistas, neogóticos, funcionalistas, clásicos, vernáculos, casticistas, alcanza su máximo esplendor con el monumentalismo barroco, cuyo principal exponente es la sede del Banco de Valencia con un potente chaflán curvo coronado por un templete.
Su pragmatismo y sensibilidad para incorporar todo tipo de modas concibe obras de enorme calidad como los edificios Barona, Niederleitner, Balanzá, Martí, Ripoll, Oltra, Pascual-Longás, Navarro, Momparler, Noguera, Casanova... el mercado de Abastos, el Colegio Mayor Luis Vives, el cine Metropol...
Desgraciadamente el furor de la piqueta durante la etapa desarrollista conlleva significativas pérdidas. Desaparecen el Trianon Palace (1914), el club Naútico (1932), una joya única del racionalismo, el garaje Imperio (1935) proyectado para Francisco Antolí Candela, el ultramarinos Barrachina (1936), el cine Rex (1945), reformando el Gran Teatro para el empresario Emilio Pechuán.
Aunque comparte autoría con algunos de sus compañeros más destacados -Demetrio Ribes, Cayetano Borso, Francisco Almenar...- su actividad no está exenta de polémicas con oposición y crítica a algunas de sus propuestas más emblemáticas, como las reformas de las plazas de la Reina y Ayuntamiento, con su popular «tortada» o la prolongación de la avenida del Oeste.
Concebida como Gran vía emulando los modelos de intervención en los barrios degradados y los trazados de otras ciudades europeas, la realidad presente testimonia tanto la polarización del relato urbanístico valenciano como su permeabilidad estilística.
Otra de las virtudes de Goerlich fue preparar el camino y ceder con generosidad el testigo al equipo de urbanistas madrileños (Muñoz Monasterio y Valentín-Gamazo) que redactarían, en plena posguerra (1939-1946), un pionero primer Plan General de carácter supramunicipal, anticipando la constitución de la Gran Valencia.
Ruboriza pensar que todavía hoy algunos de los problemas formulados por Goerlich y sus coetáneos continúan sin solución, por la incapacidad colectiva de definir un proyecto común con objetivos cívicos, territoriales, económicos, sociales, urbanos, patrimoniales y políticos consensuados.
Quizá el mejor homenaje a su memoria, sea valorar su espíritu 'think tank', haciendo de su trabajo un auténtico laboratorio de ideas orientado a captar todo aquello susceptible de corregirse o mejorarse. Frank Lloyd Wright exigía al arquitecto ser capaz de ejercer como un verdadero profeta con la mirada puesta a diez años vista.
Urge abandonar posiciones cortoplacistas. Es necesario aprender de los errores del pasado, para enfrentarse con éxito a los grandes retos actuales: ahorro energético, transporte publico eléctrico, emergencias climáticas, aprovechamiento de los recursos hídricos, seguridad, 'smart cities'... concretando un planeamiento estratégico integrador, metropolitano y con un horizonte a medio y largo plazo.
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