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EFE
Ha llegado el allegado

Ha llegado el allegado

EL ESTADO DE LA COMUNITAT VALENCIANA ·

Falta que las autoridades sanitarias añadan al caos de restricciones al 'más mejor amigo', excompañeros de campamento, colegas de whatsapp, tertulianos...

Arturo Checa

Valencia

Domingo, 6 de diciembre 2020, 08:27

Indefinición. Dice la RAE de allegado, próxima ya a ser declarada la palabra del año: 'cercano o próximo en el espacio y tiempo'; y también, 'dicho de una persona cercana a otra en parentesco, amistad , trato o confianza'. O lo que es lo mismo, todo ser humano. Familiares, amigos, vecinos, compañeros del club de la petanca, excolegas del campamento, Manolo con el que hiciste la mili, conocidos del grupo de whatsapp del gimnasio, tertulianos... Todos son bienvenidos por la normativa estatal y autonómica a la hora de aumentar hasta 10 el coto de personas que se pueden reunir para difrutar de agapes navideños. En un país dado a la picaresca y la trampa, lo más parecido a decretar manga ancha frente a la responsabilidad en estas fechas. Lo más próximo a tirar una moneda epidemiológica al aire de cara a una tercera ola del virus a mediados de enero.

¿Tan complicado era limitar los viajes entre autonomías y las comidas navideñas sencillamente a familiares? ¿Era necesario que el ministro Illa abriera el melón de los allegados para sembrar más confusión en un sudoku de normas estatales y autonómicas? ¿Era preciso que en la comparecencia hoy de Puig y Barceló, el presidente añadiera al potaje de términos el de 'personas próximas', para que luego la consellera se refiriera de nuevo a aquello de 'allegados'?

El camarote de los Marx. Todo tan surreal como el absurdo mogollón que se forma en la disparatada escena del camarote de los hermanos Marx. Con aquello de 'la parte contratante de la segunda parte'. O tan bien plasmado en la frase elegida esta semana para presentar una información sobre el sarao en el programa de Susana Griso en Antena 3: «Ha llegado el allegado». La sucesión de mensajes contradictorios de nuestros ¿responsables? políticos no hacen más que añadir inseguridad, dudas y margen abierto a la interpretación para los ciudadanos. Y con ello, un mayor riesgo de que los contagios repunten de nuevo.

A nuestros ¿gobernantes? les ha faltado en esta ocasión valentía. Pedro pareció anunciarlo hace unos días, cuando auguró que estas iban a ser una Navidades con «abrazos a distancia». Pero al final los consejos del omnipotente Iván Redondo y su cohorte de asesores sobre la impopularidad de medidas más severas han debido pesar más que los dictámenes de un inexistente consejo de asesores científicos.

El espejo de Italia. Podíamos mirarnos en el país transalpino, muy semejante a nuestro carácter latino y con el que hemos llevado una evolución bastante paralela con la pandemia. Hasta que ellos lograron atajarla más que nosotros. Quizás porque su desescalada fue mucho más lenta y severa que la nuestra. Quizás porque ellos han impuesto medidas más férreas de cara a la Navidad. Prohibición de viajar entre regiones para reunirse con familiares. Y mucho menos con allegados. Toque de queda inamovible a las 22h. Casi como el de la 1.30h de aquí... O la recomendación de no invitar a casa a nadie que no sea conviviente.

No hay nada más grande que la familia. Y la Navidad es especialmente entrañable para ello. Pero mucho más duro es acabar viendo una silla vacía para siempre, por el simple hecho de abrir la mano un año que no es uno cualquiera. Como dice Enrique San Francisco, caracterizado como la Parca en el anuncio navideño de Campofrío, cuando observa que nadie lo ve en plena Gran Vía de Madrid, y exclama: «Ah, claro, que preferís hacer como que no existo».

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