Supongo que miro las Birckenstock con el mismo espanto con el que muchos miran a Díaz Ayuso. Es difícil que unas sandalias sean más espantosas. No me las pondría ni en el corredor de la muerte. Leo un artículo tronchante de Gloria Salgado sobre un colectivo artístico que compró cuatro bolsos de Hermès para hacerlos pedazos y crear sus Birckinstock (el nombre tiene gracia). Antes ya habían comprado un cuadro de Damien Hirst que trocearon y vendieron. Con los bolsos han transformado algo bonito en algo feo. Y para comprarte esos adefesios te tienen que aceptar, como si quisieras comprar un piso en el edificio Dakota. La apropiación del mal gusto para provocar no es algo nuevo, claro. Que hasta puede ser una categoría artística. Pero no lo son las sandalias, ni los bolsos, como no lo es una tarta que te puedes comer, como diría Fran Lebowitz. Las brujas de Macbeth gritarían «lo bello es feo, lo feo es bello». Pero no, lo feo es feísimo.
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.