MasterClass de Puigdemont para salvar la vacunación
ELVIRA GARCÍA DE TORRES
Lunes, 12 de abril 2021, 07:57
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ELVIRA GARCÍA DE TORRES
Lunes, 12 de abril 2021, 07:57
La picaresca para conseguir vacunas hizo subir los porcentajes de apoyo a la vacunación. Pero ahora, justo cuando empieza a aligerarse el proceso de inmunidad, las colas para vacunarse se reducen. Razón: AstraZeneca. En Madrid el rechazo a esta vacuna ha alcanzado el 70% en los últimos días y, en la Comunidad Valenciana, más de siete mil empleados del sector educativo ya se habían opuesto en marzo a ser vacunados con la fórmula.
Las dudas sobre AstraZeneca entre la población han supuesto una carga pesada en las estrategias de vacunación de la Unión Europea. El cambio de nombre de AstraZeneca por Vaxzevria prometía, pero no ha tenido éxito: no se ha conseguido desligar el nombre del laboratorio de la fórmula y así liberar a la vacuna de la mala imagen por los posibles efectos secundarios. Finalmente, el miedo se deja notar en las cifras de vacunación. Porque, digámoslo claro, ¿quién se atreve a pronunciar Vaxzevria? Bastante mérito tiene hablar de Pfizer, tras décadas resistiéndonos a aprender inglés con métodos inverosímiles. En resumen, tenemos AstraZeneca para rato. Los suecos pueden aprender de Puigdemont: de cómo Convergència fue reconvertida en CDC y PDeCAT para evitar la sombra de la corrupción de CiU, con tal éxito que trazar el origen de Junts es tan difícil como esperar su conversión al constitucionalismo.
El rechazo a AstraZeneca aumenta por el caos informativo: cambian los grupos de edad, que si hay o no hay asociación con los trombos o prevalecen los beneficios; unos la retiran, otros la suspenden o ni lo uno ni lo otro. Con Fernando Simón teníamos instrucciones claras pero erróneas. Con la ministra Darias desfallecemos por indefinición, sobredosis de información científica sin filtro y criterios cambiantes inexplicables. Una combinación perfecta de falta de cultura científica, desunión europea y descontrol nacional. Sanidad escurre el bulto escudándose en el consejo interterritorial de comunidades autónomas (nos centralizamos o nos descentralizamos según le interesa a Sánchez, desaparecido en combate si no hay oportunidad política), los presidentes autonómicos buscan capitalizar el éxito abrazándose a la vacuna de turno y Putin el eterno gana la batalla geoestratégica socio-sanitaria a la UE.
Entre batallas políticas y comerciales, llega el final de la pesadilla para los mayores en las residencias, la primera buena noticia, y se masifica la vacunación. El emérito, vacunado en el exilio, habrá suspirado al escuchar los cañonazos en honor a Felipe de Edimburgo. En España, cuando suenan los cañones, apuntan más bien a la Corona.
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