
Un médico de confianza
EL ESTADO DE LA SANIDAD ·
Los facultativos de familia son una especie única que hay que cuidar. No sólo diagnostican y tratan. Son consejeros y el principal apoyo cuando acechan las dudas sobre la saludSecciones
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EL ESTADO DE LA SANIDAD ·
Los facultativos de familia son una especie única que hay que cuidar. No sólo diagnostican y tratan. Son consejeros y el principal apoyo cuando acechan las dudas sobre la saludConsulta. «Doctor, no me encuentro bien. Siento una presión aquí, una desazón allá, me falta el aire, me sobran kilos, no duermo como debería... ¿ ... qué me pasa doctor?» Las consultas del médico de familia se llenan a diario, literalmente, de pacientes. Conocer los resultados de la última analítica para constatar si los niveles de colesterol son los adecuados, la irrupción repentina de un dolor en el costado, mareos, una erupción en la piel, un resfriado que se resiste o, simplemente, renovar la receta de un tratamiento. Muchos y muy variados son los motivos que empujan a los pacientes a los centros de salud valencianos. Un porcentaje importante son personas mayores preocupadas por los achaques de la edad y no demasiado duchas en eso de las app y las nuevas tecnologías; también hay enfermos crónicos (desde asmáticos a diabéticos) que durante la pandemia de coronavirus no recibieron toda la atención que necesitaban y ahora tratan de recuperar el tiempo perdido. Pero cualquiera, en mayor o menor medida, acude a buscar el consejo de su médico de familia. Algo que va más allá del diagnóstico y el tratamiento. Se trata, en muchas ocasiones, de una relación de confianza, de búsqueda de respuestas, de apoyo, de descartar sospechas o de afianzar certezas. Sería difícil encontrar a alguien que nunca haya pisado un centro de salud.
El médico de familia, y el equipo que hace posible la asistencia (personal de Enfermería, celadores, administrativos...) en Atención Primaria, se ha erigido como figura clave de la sanidad pública; aunque progresivamente está siendo denostada sin apenas razón y con muy pocos argumentos. La puerta de entrada a la atención sanitaria está en los consultorios, los recursos más próximos a los enfermos. Pero esa Atención Primaria languidece; y requiere, como mínimo, una renovación, si no una revolución.
Las agendas de los facultativos se sobrecargan y eso provoca que apenas tengan unos minutos para atender a los pacientes. Sin tiempo, al menos sin el estrictamente necesario, es imposible que la asistencia alcance esos niveles de calidad que demandan los enfermos. Y lo que es peor. Las prisas pueden venir acompañadas de errores y, en cuestiones sanitarias, estos fallos se pagan con un precio muy alto.
El paciente reclama atención continua y prácticamente inmediata. No es casualidad que, tras la pandemia, la citas en los consultorios hayan crecido más de un 20% en comparación con los ejercicios anteriores a la irrupción del coronavirus. Y con una planta de profesionales cada vez más cerca de la jubilación, sin apenas sustitución de bajas y con plazas todavía por cubrir es muy complicado de asumir. La Atención Primaria no es atractiva para los profesionales que terminan el MIR (al menos lo es menos que otras especialidades hospitalarias), de ahí que la Conselleria de Sanidad tenga serias dificultades en ampliar las plantillas de médicos de familia. Pero claro, con jornadas en las que los médicos llegan a atender a más de 70 pacientes, con la responsabilidad que eso conlleva, resulta hasta lógico que los facultativos miren hacia otro lado o se hagan los despistados cuando les proponen desarrollar su carrera en el centro de salud.
Sin embargo, el médico de familia representa la esencia misma de la medicina. Permítanme la osadía y, salvando las distancias, son como los periodistas, que tienen que saber de todo, al menos un poco. Y tener el criterio suficiente, y a veces la humildad, para derivar al paciente a otras especialidades cuando es necesario. Por eso hay que cuidarlos. Nos va la salud en ello.
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