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Uno de los mejores del mundo

CRÍTICA ·

La orquesta en manos de Gustavo Gimeno vuelve a ser ese instrumento perfecto en la tercera de Mahler

CÉSAR RUS

Sábado, 25 de diciembre 2021, 23:58

Gustavo Gimeno es uno de los mejores directores del mundo. Así de sencillo. Es un regalo caído del cielo que sea valenciano, pues los astros se han conjurado para que la Orquesta de la Comunitat ofrezca una calidad técnica, si no igual, al menos comparable a la de las orquestas que suele dirigir. Fruto de esa conjunción, podemos contar en Valencia con su trabajo año tras año y todo apunta a que se va a intensificar. Y con ello no estoy resucitando el estéril debate sobre si debería ser o no titular, pues sería a día de hoy innecesario e inútil; su presencia año tras año es, por sí misma, un privilegio.

El concierto del pasado jueves evidencia el gigantesco salto cualitativo que el director ha dado en los últimos años que le ha llevado de ser un director de calidad, a un intérprete maduro y profundo. Su cualidades técnicas son obvias: es como si a la mano derecha de Haitink le uniésemos la izquierda de Abbado. Tiene esa magia única en los grandes con la que inspirar a los músicos que tiene delante para que den el máximo. Solo así se entiende que en su interpretación de la tercera de Mahler se pudiese escuchar con nitidez cada detalle y cada efecto, o que cada uno de los solistas interpretasen su parte solista en diálogo con sus compañeros, pero sin renunciar al talento individual. Eso solo ocurre con los grandes. Esas cosas, en una obra tan amplia como esta, no se pueden ensayar, eso nace del gesto y del carisma. La orquesta en sus manos volvió a ser ese instrumento perfecto nacido de la mente del maestro Maazel, pero con un virtuosismo en cada detalle único: así, se podía apreciar cada dinámica, cada glissando, cada efecto en las maderas o en los arcos con una inaudita precisión. Pero además, la personalidad de Gimeno emerge cada vez más y, en este caso, hizo una interpretación de personal energía e intensidad consiguiendo irradiar una infinita emoción que culminó con ese poderoso acorde de re mayor final. Uno de los más luminosos de la historia de la música.

Las intervenciones solistas de la orquesta se movieron en la excelencia, pero hay que destacar en el primer tiempo al trombón Jörgen van Rijen (solista del Concertgebow) invitado para la ocasión y a Rubén Marqués en el solo de post-horn en el tercer tiempo. Violeta Urmana no tiene la voz ideal para esta obra, pero sabe dar el sentido semántico al texto, especialmente en Nietzsche. Magníficos los coros, tanto el femenino del Cor de la Generalitat como la Escolanía. Lo peor fue parte del público que aplaudió entre movimientos e insistentemente cuando entraron los niños de la Escolanía. Es lo que tiene la familia.

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