De la Milá a Sobera

La Milá hubo una edición en la que cada semana se disfrazaba de una fruta o verdura para animar a consumirlas. Lo mismo era una uva que un melón. En otra vestía trajes típicos de cada comunidad autónoma. Luego le dio por quitarse la ropa. A Sobera le va la marcha, así que todo se andará.

En estos 20 años que llevamos de 'realitys' en nuestro país han cambiado muchas cosas. Cuando se abrió la casa de Guadalix de la Sierra, España se escandalizó porque a dos concursantes se las relacionó con la prostitución. Hoy ni levantamos una ceja si se insinúa algo similar.

Entonces nos emocionábamos porque Silvia e Israel tonteasen y hoy en la primera noche de convivencia ya hay dos o tres carpetas (que es como se le llaman a las relaciones amorosas allí dentro, porque aquello es un submundo de verdad). Hace dos décadas lo más diverso que había en el encierro eran los colores de las sillas. En el casting del nuevo programa de Mediaset hay bisexuales, no binarios y vírgenes.

Y a pesar de todas estas modificaciones y avances uno se sienta en frente de la pantalla y tiene la sensación de ver más de lo mismo, de que la historia se repite una y otra vez y no aporta nada nuevo, de déjà vu.