La moral de la tropa
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Presidente, presidente... Que nos hemos olvidado de algo importante!
Al final, un asesor, un técnico sin plaza fija, ha caído en la cuenta de que se ha cohibido el ocio nocturno pero se han olvidado los clubs de carretera, con sus luces rosa de neón, que siguen funcionando sin restricciones en medio del páramo. Los casos son tan variados que los prostíbulos españoles no son «ocio nocturno» sino... otra cosa.
-Es que puede ser diurno también, señor presidente...
España me encanta, España me mata. Me hechiza el espectáculo de un presidente de vacaciones divertido, seguramente, viendo el espectáculo de unas autonomías dispersas que piden cohesión nacional, reglas fijas e iguales para todos ante el rebrote del ocio y la llegada inminente del curso escolar. Las protestas se extienden y se hacen extravagantes: los objetores de mascarilla y vacuna le roban el telediario a los que protestan porque ya no se pide «arroz del senyoret» con la alegría de antes. Reglas, normas, pero apurando los plazos: dos o tres días más, presidente, cuídame la moral de la tropa o tendremos un otoño de aúpa. Así es que el alcalde de Vigo mira eso de la moral y empieza a poner las luces de Navidad; y el de Valencia tiene que buscar recursos para calmar a los artistas de las fallas, que no saben dónde poner 100 toneladas de «ninots» envueltos en plástico.
La moral de combate es esencial en cualquier guerra y se impone en tiempos difíciles sobre todo lo demás. Así es que en el PP aprovechan las vacaciones de los líderes de la radio y quitan de portavoz a Cayetana Álvarez de Toledo, que se enfada, como era de esperar y dice que su libertad no era compatible con la autoridad de Pablo Casado, esclavo del estigma aquel, el de «MariComplejines», que un honrado comunicador le puso a Mariano Rajoy y sus habanos.
Muchos se sienten ahora liberados, sin que se les atragante el bolo durante los telediarios. Muchos prefieren un PP sosote y a días mansueto, pero centrado, en el que la libertad, con gran esfuerzo, se intenta hacer compatible con la autoridad y la crítica. Porque la falta de moderación, la continua incomodidad, la provocación buscada, es más propia de Vox, es escuela de Blas Piñar más que de Suárez o los Garrigues. Y no es buena ni siquiera para sostener la moral de la tropa, tan necesaria estos días.
¿Que para enfrentarse al carota de Sánchez hacen falta armas muy selectas? Es verdad. Pero solo el respeto genera respeto. El acomodo de un partido en el centro es pura artesanía, esfuerzo diario. Y muchas veces -y más ahora- conviene tragar antes que escupir.
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