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Náufragos de cristal

Antonio Badillo

Valencia

Jueves, 7 de noviembre 2019, 09:23

A Mar la vida le falcó los pies en la tierra. Casada a los veinte, viuda con treinta, salió de aquel matrimonio exprés más tormento que romance con tres bocas por alimentar y el porvenir hecho ciscos. Pero Dios, cicatero en el reparto de suerte, al menos la surtió de una generosa ración de temperamento para tirar de su carro sin ruedas. Así que jamás nadie la vio derramar una lágrima, torcer siquiera el gesto para dejar paso a la maldición. Siempre salerosa, construyó su propio futuro, que no difería demasiado de la felicidad, ganándose a pulso cada beso que le dieron, y a fe que le dieron muchos. Pero un mal día, ya en puertas del crepúsculo que debía verla relamerse de éxito, el acero de esa mente que con todo había podido estalló en mil fragmentos de cristal, estrellas errantes entre una nebulosa de la que ya sólo regresaría en los cada vez más aislados episodios de lucidez. Imagina que todo aquello que amas se desvanece de súbito ante ti, perdido en un poliedro de caras infinitas, tantas como falsos recuerdos llega a fabricar el olvido, desorientado para siempre entre espejismos. Sólo en España, cada día más de cien vidas se ensombrecen por el alzhéimer. Según un sencillo cálculo matemático, mientras lees este artículo otra mente se habrá roto. Como la de Mar, apuradas sus últimas horas en una residencia muy distinta del retiro íntimo que soñó, otro anhelo quebrado como su razón; llamando madre a la hermana, viendo extraños en los viejos compadres de vermú, incapaz de enhebrar una conversación, entregada a arrebatos de nostalgia que le permitían canturrear al dedillo una vieja copla de Marifé de Triana pero al mismo tiempo la cegaban hasta no reconocer a su hija. Y aun así sin derramar una lágrima, quizá porque no era esa la despedida, sino que ya se había ido hacía tiempo, zarpado al fin, metiendo distancia con su aviesa Sodoma y cuidándose mucho de no mirar atrás, recelosa de que en un último coletazo el diablo le amargara incluso el apagón definitivo.

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