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Urgente Aemet prevé varios días consecutivos con probabilidad de lluvia en la Comunitat

Si naciste en el bosque de Tallac y creciste en el de Endor, estás en la lista. Cincuentones de todo el mundo, compartamos la fastidiosa sensación de que nos engendraron demasiado pronto. Mostrémonos siesos con el destino, ahora que la RAE lo permite, por privarnos de tanta golosina. Tal vez de ahí venga el que nos bautizaran como Generación X; vamos, la del empate, ni chicha ni limonada. Repasemos el listado de agravios. Que si la mili y la búsqueda de vericuetos para librarte de ella, escudriñando el rostro circunspecto del médico militar a quien tratabas de convencer de que aquello que mostraba el podoscopio era un canónico ejemplo de pies planos. Si no es por no ir, habrías jurado, pero sería irresponsable depositar el futuro de España en la osamenta de semejante patoso. Que si los escuálidos permisos de paternidad de dos días, y exprime las horas previas o aún te llevarás faena al paritorio. Que si la intemperie escolar, capaz de obsequiarte en el aula con la colleja de un profesor destemplado, pero ojo con trasladar la monserga a casa, que igual te daban la parejita por importunar a don Pascual. Sí, la vida ha evolucionado para bien, aunque de todos los cambios que regatearon a nuestra juventud ninguno me trae tan loco como este calendario otoñal. Primero llega el Día del Soltero. Ahora se le llama single, como a los viejos vinilos de grandes éxitos, y lleva un premio bajo el brazo. Amigos chinos, ¿dónde estabais cuando os necesitaba? Treinta años de mocedad, directos al retrete. La cosa no acaba aquí. Aún con la mano caliente, tibio ya el bolsillo, asoma por gentileza yanqui el Black Friday, que ha dejado de ser viernes y sólo conserva el color en función de lo que acabe costando la broma. Y todavía deberíamos guardar un remanente para que el Cyber Monday no nos coja en un renuncio. El báculo de la prosperidad lleva grabado un dólar en la empuñadura. Y a su vera un yuan. '$¥', las coordenadas de nuestra nueva estrella polar. A este paso no sé si conseguiremos ser más felices, pero seguro que reflotamos la economía. Al menos la ajena.

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