Borrar
Urgente Los Bomberos continúan los trabajos para controlar el incendio del bingo de Valencia y desvía el tráfico

Pinocho impone su ley

ROSEBUD ·

Sin escrúpulos, la mentira se transforma en un arma infalible

Antonio Badillo

Valencia

Miércoles, 23 de junio 2021, 01:52

Mucho antes de que los padres escolapios me hablaran del octavo mandamiento ya se ocupó mi madre de enseñarme que es más fácil atrapar a un mentiroso que a un cojo. Repetía la pobre su mantra una comida tras otra frente a mi plato vacío, ... como si intuyera que bajo la mesa Linda solía dar buena cuenta de las partes menos gratas del menú. Lo que ella nunca me contó es que en ocasiones el embustero logra colar sus malas artes entre las reglas del juego, legitimándolas, y desde ese momento la mentira deja de ser paticorta para transformarse en un arma infalible. Porque a diferencia de los demás, él nunca encontrará techo que encajone su ambición. Todo es cuestión de método, y el del tramposo pasa por andar justito de escrúpulos y sobrado de excusas, aunque sean peregrinas como las de aquel vivales que escondía -qué dolor- una sorpresa en el armario de Raffaella Carrà. Nuestra cultura acostumbra a ser indulgente con el pícaro, al que regalamos tolerancia, cuando no admiración, mientras sale a flote una y otra vez. No sólo somos Quijote; también Lazarillo de Tormes, y Toni Leblanc vendiendo estampitas a peseta por Madrid. El problema llega el día en que el embaucador se convierte en el tipo dominante del clan. He ahí un sujeto peligroso, lo que conduce a nuestra turbia actualidad. Si algo ha conseguido Pedro Sánchez es aflorar la necesidad de proteger con sensores los puntos cardinales de la honestidad política. Ibáñez Serrador lo resolvería con sus tacañonas de ripio fácil, al rescate deontológico de una actividad tan antigua como la humanidad misma y cuyos practicantes se exponen a acabar todos juntos en el mismo saco. Si el presidente proclama que con Iglesias por socio no conciliaría el sueño y luego nos lo mete en la cama, ¡campana y se acabó! Si promete justicia en el reparto del pastel autonómico y acaba lavándose las manos ante un Consell que amenaza y no da, ¡campana y se acabó! Si jura que los peajes en las carreteras son sólo una propuesta y Bruselas desvela que existe un compromiso formal y tiene fecha, ¡campana y se acabó! Y si transita sin vértigo del «esa sentencia se va a cumplir en su totalidad» al «hay un tiempo para el castigo y otro para la concordia», ¡campana y se acabó! Disney ha hecho mucho daño. Su historieta del muñeco de madera al que le crecía la nariz con cada inocente trolilla poco se parece a la tragedia del auténtico Pinocho, el de Carlo Collodi, un monigote desalmado y artero incapaz de devolver la mínima parte del amor que lo engendró. A este paso, si algún día Sánchez se anima a contar una verdad nadie lo creerá. Le pasará como al pastorcillo de 'Pedro y el lobo', quizá porque en nuestra versión del cuento los dos papeles los interpreta él.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias Pinocho impone su ley