Ximo Puig, acompañado de la consellera de Innovación Carolina Pascual. irene marsilla

Puig se queda sin tiempo

ANÁLISIS ·

El presidente está obligado a cerrar de inmediato un boquete que ya lleva abierto más de una semana en su Gobierno

JC. FERRIOL MOYA

Miércoles, 11 de mayo 2022

A l presidente de la Generalitat, Ximo Puig, se le atribuye una particular gestión de las crisis en las que hay despidos de por medio. Consiste, básicamente, en avanzar sin moverse. Es decir, esperar a que las circunstancias acaben siendo las que solventen la situación ... para no tener que hacer frente al coste de dar las malas noticias. De ahí que en sus siete años como jefe del Consell, no se le conozca ningún despido de personal que no se revista de salida mejorada o ascenso pactado. Por eso a Puig le está costando tanto finiquitar la más que anunciada crisis de Consell con la que pretende revestir de «impulso a la acción del Gobierno» un agotamiento del proyecto del que ya hay síntomas más que evidentes. El plazo, que hasta ayer había manejado el Palau se lo acortó por la mañana el ya exconseller de Educación, Vicent Marzà, una de las piezas más valoradas del Consell para el presidente. Así que a Puig no le queda otra que mover ficha lo antes posible, para no convertir esta crisis improvisada en un epílogo a un Gobierno del que parece que ahora todos quieren saltar.

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Lo ha querido hacer Marzà, quizá para tratar de marcarle el camino a la todavía líder del Compromís, Mónica Oltra, en vísperas de una imputación casi segura. Y para marcar sus propios tiempos y dejar claro que para lo que queda de legislatura, la Conselleria puede seguir funcionando en piloto automático. A la vista está el perfil elegido para sucederlo, el de una exalcaldesa de Sueca destronada para la que en su día ya parecía demasiado premio la secretaría autonómica de Cultura.

Y saltarán también, de confirmarse las quinielas, todos los consellers socialistas menos Arcadi España y Gabriela Bravo, a quienes Puig considera imprescindibles, cualquiera que sea la cartera que ocupen.

El éxito de la llegada de la gigafactoria de Volkswagen a Sagunto aparece ya poco menos que caducado

La salida de Marzà de la conselleria de Educación no supone únicamente un relevo en la conselleria con más presupuesto de todo el Gobierno valenciano. Ni siquiera implica sólo un pulso contra la vicepresidenta Oltra, tanto orgánico como a la hora de marcarle el camino de cómo no patrimonializar los cargos, que ha dicho, no tienen por qué eternizarse. La salida de Marzà es también la de uno de los puntales de Puig. Sí, sí, del presidente del Consell y del líder de los socialistas valencianos. Porque Marzà ha sido, con diferencia, el conseller de Compromís con el que más complicidad y más entendimiento ha mantenido Puig. Más allá de un primer tramo de su gestión en el que muchas de sus propuestas vinieron marcadas por el cariz ideológico -como la de la policía lingüística-, Marzà supo reconducir su papel de conseller a un perfil mucho más institucional, en la línea de lo que le pidió el propio Puig. Con su salida, el jefe del Consell pierde un apoyo clave en la 'parte de Compromís' del Consell.

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La salida de Marzà obliga a Puig, sí o sí, a mover ficha. Ya no vale con esperar hasta el próximo lunes para cambiar a la parte socialista del Gobierno valenciano. Si no se encuentra el mirlo blanco, habrá que buscarlo de otro color. Porque lo que parece insostenible para el presidente es que Compromís aclare en sólo unas horas quién es el sustituto de Marzà y que en cambio el jefe del Consell mantenga más de una semana abierta la situación de interinidad de tres consellers.

Con este escenario, parece probable que los movimientos se aceleren. Ana Barceló dejará la conselleria de Sanidad con toda probabilidad para convertirse en la nueva portavoz parlamentaria de los socialistas. Vicent Soler tiene todos los números para dejar la conselleria de Hacienda -algunas quinielas lo sitúan en el Senado, en el lugar que ocupa Josefina Bueno-. Y Arcadi España, ahora al frente de Infraestructuras, parece llamado a recoger el regalo envenenado que supone asumir la cartera de la que depende no sólo una deuda pública insoportable y una reforma de la financiación sin fecha, sino también la negociación de los presupuestos de 2023 con unos socios de gobierno que, en este momento, no tienen ninguna intención de pactarlos.

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Y Carolina Pascual, si se cumplen los pronósticos, dejará el Consell sin haber dejado huella alguna de su paso por este departamento. Suenan como posibles recambios dentro de toda la marabunta de nombres los de Rebeca Torró, Concha Andrés y María José Mira. Michel aún no.

La salida de Mata en su día, como la de Marzà ahora o los relevos que están por venir, han consumido además el éxito que supuso la llegada a Sagunto de la gigafactoría de Volkswagen. El que debía de ser el gran logro de la legislatura, el impulso necesario para la gestión del tripartito y la puerta abierta a la solución de la crisis en la que se encuentra la factoría de Ford en Almussafes, aparece ya como caducado, lejano y poco menos que amortizado. Prolongar la interinidad de medio Consell es un lujo que no se puede permitir ni siquiera un Gobierno tan ecologista y sostenible como el Botánico. Porque la sostenibilidad, en las urnas, puede saltar por los aires.

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