
LA RECONQUISTA POR CARAMBOLA
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Císcar se apuntará el tanto del alcalde Barcala aunque tuviera planeado orillarlo en la candidatura en favor de José Miguel SavalZaplana, aquel Eduardo I que conquistó Valencia con poderes absolutos y luego sufrió destierro con el cambio dinástico al campismo, ese mismo Zaplana ha vuelto algunos lustros después a protagonizar un exitoso acto en Valencia, con una conferencia en el Ateneo donde volvió a gustar a su público de siempre, lo mismo que le pasa a Julio Iglesias o a Raphael. Por allí pasó el presidente de la gestora del PP local, Luis Santamaría, entre el despiste y el desquite, tanta es su perplejidad ante la negativa de sus jefes a colocarlo como candidato a la alcaldía, pese a su incuestionable entrega y habilidad a la hora de avivar los grupos de uasap. Así que poco debió importarle que el expresidente cumpliera las expectativas y diera un severo repaso al PP: «mi partido ha renunciado a explicar el relato de los que han aportado algo a esta tierra y sin partir de ahí es difícil crear un discurso con una visión». Pocos días después, con no poca emoción, Bonig dijo eso de que «la reconquista empieza por el sur», pero la lideresa en realidad pensaba en un sur que queda por debajo del Benidorm zaplanista hasta alcanzar la mismísima capital de Alicante, donde la izquierda le acaba de regalar la alcaldía. El voto en blanco de la tránsfuga de Guanyar, Nerea Belmonte, ha impedido que la socialista Eva Montesinos sucediera al imputado Gabriel Echávarri. Luis Barcala se convierte en alcalde por carambola, lo que nos lleva a suponer de la izquierda aquello que Woody Allen escribió sobre los intelectuales: «son como la mafia, sólo se matan entre ellos».
Así que Alicante ha sido recuperada, pero Bonig tiende a ciertos anhelos épicos que la empujan a verlo en términos de reconquista heroica, a lo Don Pelayo, aunque aquí no se haya librado batalla alguna. Es una victoria obtenida por la carambola suicida de la izquierda. Puestos a romancear leyendas, más se parece al juego escolar que nos enseñaron de niños, «tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando». Para el caso, Pepefernando Císcar, natural de Teulada. Porque Bonig disfruta de un poder compartido, o incluso compartimentado, y quien sabe si hasta prestado. Siendo Císcar el jerarca alicantino que sustenta la presidencia de Bonig, como antes lo hizo con Alberto Fabra y antes incluso ejerció de virrey de Camps. El problema es que ni Fabra ni Camps guardan buen recuerdo de los servicios recibidos («os cae muy bien a los periodistas porque es muy listo, pero también muy peligroso»). Císcar en efecto es uno de los políticos más hábiles del PPCV (se afilia en 2003 y apenas tarda seis años en llegar a la cima). Se apuntará el tanto del alcalde Barcala, aunque tuviera planeado orillarlo en la candidatura para aupar a un antiguo colaborador, el subdelegado del gobierno José Miguel Saval. A la reputación interna de Císcar le penaliza que haya quedado para buena parte del partido como el topo que activó la campaña de desprestigio contra Alberto Fabra mientras ejercía de vicepresidente del Consell, mediante la filtración de documentos y facturas comprometedoras. Manolo Mata acaba de recordarlo. En realidad, el topo, el fotocopiador de los papeles secretos, se figuraba más a un veterano funcionario de la administración ubicado en Presidencia desde tiempo atrás y por lo demás alejado del ideario popular. No se trataba de un político. Pero la mayor parte del Consell fabriano no tenía dudas de que una mano poderosa y colega andaba detrás de ese funcionario obnubilado. Nunca pudo demostrarse. En todo caso, lo que pasó fue que la investigación sobre el topo se volvió contra sus víctimas cuando el jefe de Seguridad del Palau detuvo de manera irregular al jefe de prensa del propio Císcar. 'House of Cards', en versión de un Kevin Spacey natural de Teulada. Presuntamente. Hasta se hizo correr por las redacciones la falsedad de que había micrófonos en las estancias del vicepresidente, que estaba siendo vigilado, con lo que se consiguió dar la vuelta a la tortilla. El foco mediático saltó de los supuestos traidores a Fabra hacia los autores de un espionaje ilegal. Sobre todo aquello tendría mucho que decir la entonces número dos del Palau, la todopoderosa Esther Pastor. Pero no sólo ella.
El nuevo alcalde alicantino no es un cualquiera. Hijo de militar, un tipo recio («no hay más que ver sus fotos, de los que fumaban ducados»), con unas hechuras alejadas del guapismo ñoño actual. Un pata negra desde los tiempos de AP que se forjó una carrera profesional durante casi treinta años, ajeno al comedero público, aunque siempre dedicando su tiempo y conocimientos jurídicos al partido, hasta que hace pocos años accedió a una concejalía, aprovechando la salida de Ripoll. Rehuyó siempre las guerras internas, nadie podrá decir que es un hombre de Císcar ni de otro, porque sólo ha sido del partido, sin banderías, y cabe suponer que ahora ejercerá todavía más su autonomía y liderazgo, reforzado por el apoyo directo que va a recibir de Génova. Va a ser el primer alcalde de origen alicantino en muchas décadas, se conoce la ciudad al dedillo y siendo el cuarto de la lista, suya ha sido la estrategia para dinamitar el tripartito y acabar con la carrera de Echávarri. La canonjía le habrá llegado de carambola, pero no sólo por puro azar. Poco antes del pleno municipal, se aseguró la renuncia de la número dos, María Ángeles Goitia, para tener así el camino despejado. Hizo los deberes a tiempo. Y para los mentideros queda el papel desempeñado las últimas semanas por la polvorilla Elsa Martínez, exdirectora de la Ciudad de la Luz, del círculo íntimo de Gerardo Camps, sobre la que recaen infinidad de peripecias y cotilleos y convertida ahora, mira tú, en poderosa consejera de la tránsfuga podemita Nerea Belmonte.
Ya nadie pretenderá apartar a Barcala de la candidatura a las elecciones de 2019, ni siquiera Císcar. Además, el PP rajoyano se volcará con Alicante, la tercera ciudad en importancia en manos de los populares en toda España. Rajoy se quita un problema de encima, con lo que le cuesta quitar y poner nombres en las candidaturas. El PSPV se estrella en Alicante, desaparece de los centros de poder, mientras que la provincia se convierte en una de las mejores plazas para el centroderecha. En 2015, quedaron a un concejal de la mayoría absoluta con la suma de Ciudadanos; el viento se pone de cara para consolidar la ciudad con una mejoría mínima. La Diputación también está en manos del PP, con un César Sánchez que accedió al cargo gracias al veto de Albert Rivera a Pepe Císcar. Sánchez ya no es un simple polluelo de su antiguo tutor, hace tiempo que se advierte cierto distanciamiento, eso sí medido y educado («nunca se han enfrentado en público y no creo que lo hagan, los dos tienen esa apariencia fría de los políticos de la Marina»). Por si acaso, Sánchez procura no molestar y viene poco por Valencia no vayan a despertarse malentendidos. No es dado a los grupos de uasap al estilo de Luis Santamaría. Sabe cuidarse de los peligros fratricidas y debe conocer el consejo del viejo Cabanillas, «al suelo que vienen los nuestros». En todo caso, lo que nos queda por ver en los próximos doce meses es si el PPCV ha iniciado la reconquista como augura Bonig o la alcaldía por carambola no es más que el canto del cisne anticipado por los Aznar, Zaplana y el resto de camisas viejas del PP. Pronto lo sabremos.
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