El regalo que nunca trajeron los Reyes
EL FRANCOTIRADOR ·
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Recuerdo con cariño varios de los regalos que me dejaron los Reyes Magos. Mi primer Scalextric con dos bólidos Tyrrell, uno verde y otro amarillo, ... y una pista con trazado en forma de ocho. Y un Tango España para jugar en nieve, que mi abuelo remendaba en el zapatero cada vez que la válvula asomaba por una de las costuras. En mi lista también aparecieron el Cinexin naranja, una nave verde de Tente, el Exin Castillos, el Simon, el futbolín Fútbol Mundial de Rima y el traje de portero Ressy verde con mangas negras de José Manuel Sempere, el único ídolo que he tenido en mi vida. Eran tiempos en los que Payá, Geyper y Feber eran marcas que formaban parte de nuestras vidas. El cariño que le tengo a lo que me trajeron es tan intenso como el recuerdo del juguete que nunca me dejaron. Casi todos guardamos algo en nuestra cabeza que nunca llegó en ese noche de Reyes. En mi caso fue el barco de Playmobil, cuando todavía era Famobil, una marca que era la combinación de Famosa y Playmobil. La primera, española, utilizó hasta 1983 las licencias jugueteras de la segunda, que era alemana. Mi barco nunca llegó, ni como Famobil ni como Playmobil. No sé si mi madre borraba el deseo antes de echar la carta en el buzón de Correos porque no estaba por la labor de que me diera cada dos por tres el capricho de llenar la bañera y gastar agua. A mi admirado Vicente Lladró, mi Schopenhauer particular, los Reyes nunca le dejaron una BH con frenos de varilla. Dice que a lo mejor su madre tenía miedo a que se pegara algún tortazo por la huerta o vete tú a saber, pero nunca llegó. El caso es que ni siquiera, con dinero en el bolsillo o circulante como lo llama él, se compró la ansiada bicicleta. A lo sumo le pagaba una peseta a algún amigo para que le dejara darse una vuelta. Mi compañera Marta Hortelano recuerda el Línea Directa, un juego para adivinar a quién le gustabas aunque fueran voces enlatadas y del que nunca disfrutó, de la misma manera que Moisés Rodríguez, que escribe de motor en el periódico, nunca tuvo la moto Feber que siempre pidió. Hasta la jefa de Cultura, Carmen Velasco, recuerda que nunca le trajeron carbón. Todos tenemos un petición no cubierta en nuestra carta a los Magos de Oriente. Unas veces porque no se podía y otras porque no se disponía. Los Reyes Magos tienen que repartir entre muchos niños, era la respuesta socorrida cuando hacías patente la ausencia. Que te falte un regalo de Reyes era también un aprendizaje con el tiempo, la lección de que todo no podía ser. Hoy en día, no sé si muchos niños depositarán en su memoria de adultos aquello que nunca tuvieron. Los nuevos tiempos han generado la necesidad de no dejar huecos en nuestros hijos para no crear traumas innecesarios, como si no recibir un regalo lo fuera. Nunca tuve el barco pirata ni Vicente la bicicleta ni Marta el Línea Directa pero aquello nos hizo ver que no todo se puede tener.
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