Urgente Aemet prevé varios días consecutivos con probabilidad de lluvia en la Comunitat

No nos queda tan lejos mayo, cuando Salvador Illa y Fernando Simón comparecían cada viernes en 'prime time', igual que el 'Un, dos tres', para anunciar los cambios de fase. Atildado al extremo el uno, como recién salido de un 'after hour' el otro, afrontaban el galimatías con la misma abnegación con que Martes y Trece, dúo cómico a su altura, recitaba la quiniela -«equis en la Q1 y dos en la Q2»- en el memorable gag de los ochenta. Quién imaginaba que a aquel ministro sosote de hablar pausado y didáctico, tecnócrata omnipresente que pintarrajeaba el mapa de España aferrado al mando único bajo complejos protocolos y cálculos matemáticos, se le pondría cara de estrella y acabaría desarrollando dotes para el escapismo. Los comicios catalanes y los sondeos amigos, ante los que saliva Sánchez con fascinación equiparable a la de Gollum por su tesoro, reventaron el guion. Dijo Churchill, inspirado en Von Bismarck, que el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones. En tal caso, nuestro presidente molón nunca pasará de crisálida. Cada cual traza la frontera de la decencia por donde quiere, y ante el horizonte de reconquistar Cataluña él optó por bunkerizar a la primera autoridad sanitaria en medio de una crisis sin precedentes en el último siglo, no sea que le pregunten en el Congreso y se aturulle; por dejar caducar el estado de alarma, temeroso de que el amigo 'indepe' aproveche el resquicio para alejar las urnas con su candidato a punto de caramelo. Me pregunto en qué incumben estas intrigas a la familia de Vicente, conserje derrotado por el Covid tras meses de lucha en la UCI. A Lidia, enfermera desbordada de día en uno de los hospitales de la muerte, angustiada de noche por si lleva la mota negra a su madre dependiente. A Carlos, médico cuyo arsenal de milagros no reservaba munición para salvar la vida de un hermano, los pulmones arrasados a los cuarenta años. Ya que la máxima de que el fin justifica los medios no salió textualmente de la pluma de Maquiavelo, debería pelear Sánchez por su propiedad intelectual. Jamás nadie bregó tanto por una idea. Lo que sí hizo el florentino fue retratar el porvenir del político que trepa a la cima de su ambición de chiripa o gracias a apoyos interesados. «Estos príncipes no se sostienen sino por la voluntad y la fortuna -cosas ambas mudables e inseguras- de quienes los elevaron». Mientras el estratega de Moncloa reflexiona sobre sus servidumbres, el resto calibraremos nuestra salud mental. Si del disparate de la pandemia surge en verdad un 'efecto Illa', Goscinny escribió a Obélix el discurso equivocado. No son los romanos los que están locos.

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