Urgente El precio de la bombona de butano para esta semana tras el último cambio de tarifa

Puesto a quedar atrapado en un día habría preferido que fuera el de mi cumpleaños. O el del suyo y así invita usted. O mejor aún el de la marmota con Andie MacDowell, pero qué se le va a hacer, la vida es perra y ... nos ha tocado el de los inocentes. No malgaste su tiempo arrancando del calendario el 28 de diciembre, porque hoy vuelve a ser ayer y el monigote que le cuelga de la espalda cortejará a su sombra como poco de aquí a la eternidad. Ganaremos en salud cuando encontremos nuestro lugar en la astracanada, pues si algo nos va a faltar es el aburrimiento. Sonría al pensar en que cualquier año de estos el Ayuntamiento montará su belén después de Navidad, o en que por las bombillas no tardará en chorrear oro; en las emociones de un país donde primero se condena y luego se juzga o en el surrealismo de que Murthy se cite con Puig precisamente un 28-D en busca de agua fresca para su clavo ardiendo. «Saben aquell que diu?», resumiría Eugenio. No se sorprenda de que nuestros presidentes se reúnan en vísperas de Nochebuena para decidir si hay Navidades, con las pollerías anotando y tachando pedidos a medida que el Ministerio de Sanidad va cantando los goles. Reconfórtese en la revelación de que mucho tendrán de gatuno los hospitales de campaña si ahora resulta que les aguarda una segunda vida antes de gozar de la primera. Interprete la suspensión por vacaciones de la inmunización urgente de los escolares como un despliegue de espíritu navideño, para que en estas fiestas que de nuevo hemos salvado ni siquiera el virus se quede sin su regalo. Alucine con que año y medio después del armagedón todavía haya zoquetes que prefieran morir a vacunarse. Y agradezca a nuestros gobernantes su inagotable fuente de humor. Imponer la mascarilla en exteriores como única medida frente a una enfermedad que penaliza la interacción social equivale a que en pleno maremoto permitiéramos a la gente bañarse siempre que usara manguitos. De locos, como pedir cautela a la población y al mismo tiempo dejarla sin test de antígenos; aunque tal vez mejor así, no sea que el interfecto dé positivo y acabe sobrando algún cubata. Enredados en la charlotada, a quién extraña ya que el exlíder de la mayor potencia mundial aconsejara beber lejía, y sus fieles le obedecieran, o que el presidente elegido por 58 millones de brasileños resumiera el miedo al Covid como la reacción propia de un «país de maricas». Combinar la estupidez humana con nuestra necesidad de socialización fue una jugada maestra. La naturaleza oprimida tuvo tres millones de años para madurarla. Azotados por esta pandemia que diezma el mundo, si no nos extinguimos es porque ni siquiera valemos para eso.

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