Urgente Un cortocircuito en el techo de la cocina se apunta como causa del incendio en el bingo de Valencia

Rodaban las cabezas de los cómplices de la vieja rebelión como peones sobre el tablero de uno de aquellos Karpov-Kasparov de leyenda y era imposible reprimir la sonrisa admirativa, convertida la matinal del sábado en 'remake' de la boda roja y la Moncloa en el castillo de los Frey. La maniobra de Sánchez condensó la esencia del buen superviviente, obligado a renegar de los lazos emocionales que generan servidumbres. Ya lo decía Vivian (Julia Roberts) en 'Pretty Woman': en la prostitución todo está permitido excepto besarse en la boca, que luego llega el amor y nubla los sentidos. Si lo pensamos bien, su negocio no dista tanto del de la política. Por eso de un manotazo nuestro Frankenstein se desembaraza ahora del hombre que lo zurció siendo cadáver, también del que luego guio sus actos, y junto a Ábalos y Redondo caen los otros artífices de la criatura. Debían contemplar todos ellos la posibilidad de que esto ocurriera. En el fondo, qué es la novela de Shelley sino un baño de realismo que parte del sueño imposible, crear vida donde no la hay, y culmina en la más agria decepción, entregado el científico-padre a una persecución hasta la muerte para destruir al monstruo que él mismo engendró. La crisis de Gobierno es una evasiva de manual, otro de esos giros de guion a los que su autor nos habitúa, sorprendente por lo radical, ilusionismo a fin de cuentas. De lo que se trata es de arrojar humo para que en la confusión parezca que nada de lo ya ocurrido es real. La educación devaluada, el orgullo pisoteado ante la jactancia independentista, el intento de mamoneo con los jueces. Todas y cada una de las mentiras. Los aliados contra natura y el socio imposible que aprovecha la debilidad para llevar el paso en este baile siniestro. Porque el capitán renueva la tripulación, pero los polizones siguen a bordo y en primera clase. Iglesias ya se lanzó al mar tras disfrutar de buen sueldo, mejor finiquito y la plusvalía de la venta de la mansión que le pagamos a escote, además de labrarse una imagen que ilumina sus conferencias como si las impartiera el mismísimo Karl Marx. Sin embargo, en cubierta deambulan compadres suyos como el ministro tuitero Garzón, a quien aún no le da la vida para poner pies en polvorosa. Llegó al casorio con el tarjetón de amigo del amigo del novio, un postizo, y eso le resta visibilidad que recupera en exabruptos de 280 caracteres. Contra el Rey, la hostelería, un chuletón, qué más da. Si Sánchez piensa que este abracadabra cambia algo, habrá que contestarle igual que Buzz Lightyear al ingenuo Woody mientras planeaban. Lo suyo no es volar, sólo cae con estilo. Aunque se engañe, al final el leñazo será el mismo. Y con Judas repartiendo los besos que niega Julia Roberts.

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