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Sánchez, el octavo pasajero

ROSEBUD ·

El viaje en el tiempo de Ridley Scott para retratar al presidente

Antonio Badillo

Valencia

Miércoles, 6 de octubre 2021, 00:06

Hagamos la prueba. Adentrémonos en el cuadrilátero perfecto de la cabeza de un alemán. Pero no un alemán viajado, que adulteraría el experimento, sino alguno aferrado a los confines de su 'länder', que de España conozca poco más que el once de gala del Madrid ... yeyé, el plato de arroz con cosas que un mal día le colaron como paella o la flamenquilla y el toro plantificados sobre su televisor por un pariente soseras. Llegados a este punto, preguntémonos qué pensará él del sistema judicial español a tenor de lo que le ha contado en los últimos años la sección internacional del 'Bild', a saber: que Pedro Sánchez presume sin pudor en una entrevista de controlar a la Fiscalía; que aquí a los jueces los designan los políticos, repartiéndoselos como en una timba de póquer pese a las advertencias de Europa; que Montesquieu pasó hace tiempo a mejor vida, toda vez que un dirigente autonómico es capaz de exigir al de la nación una amnistía general después de que éste ya le haya sacado del penal a nueve reos y dado el gustazo de escuchar que impartir justicia equivale en España a aplicar venganza... Seguramente para nuestro alemán Puigdemont esté ya más cerca de mártir que de prófugo. Y le compre sus euromonsergas. Y la tesis de los presos políticos. Y encima ve ahora apuntaladas sus convicciones al leer, de nuevo en el 'Bild', que todo un Tribunal Supremo utiliza en su caza, porque para nuestro alemán quizá ya sea sólo eso, una cacería, métodos que el propio Gobierno y la Abogacía del Estado desacreditan con calculada ambigüedad. El problema de Sánchez no es su capacidad para decir una cosa y la contraria, pasar del 'no es no' al 'sí es sí' como sólo sabía hacerlo Teresa Rabal en el 'Veo veo', pactar con quien dijo que no era de fiar o aceptar apoyos ensangrentados. Lo peor de este Houdini contemporáneo es que su tendencia al escapismo acabará llevando a España a perder internacionalmente la batalla de la propaganda. Habituémonos al papel del villano, porque a ojos de nuestro alemán, y de muchos europeos como él, lo único que ha ocurrido en Cerdeña es que el ingenioso e inocente Correcaminos ha vuelto a dejar al Coyote con dos palmos de narices, como cuando le dio esquinazo embutido en el maletero de su coche marca ACME. Quién hubiera imaginado de Ridley Scott que competiría a visionario con Julio Verne y su Nostromo viajaría al futuro más rápida que el DeLorean de McFly. «Es un superviviente al que no afectan la conciencia, los remordimientos ni las fantasías de moralidad», decía del temible alien el androide Ash. Profeta Scott. Lo que valía en 1979 para el octavo pasajero de la nave de la teniente Ripley también retrata hoy con precisión al séptimo inquilino de la Moncloa.

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