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Antes de la medianoche de ayer me pareció buena idea esperar despierto a sus Majestades los Reyes Magos de Oriente. La tradición manda acostarse pronto para dejar que la magia fluya pero ¿por qué no sorprenderles esta vez, mientras repasaba relajadamente el poemario 'Pérdidas y ... ganancias' de Julián Quirós? Soy de los que preparan cubos con agua para dar de beber a los camellos y pongo leche, galletas y dulces para el séquito, incluso una botellita de ron por aquello de que iban a bajar las temperaturas y les pudiera apetecer un cremaet.
Pasan las horas y cae otro poema, mientras leía 'A tu orilla' con todo listo y en mitad del silencio, sin saber cómo, aparece plantado frente a mí, Melchor. No me lo imaginaba tan grande, tan majestuoso, verdaderamente imponía. Me da las buenas noches y con total naturalidad pregunta qué tal estoy. Era la primera vez que me encontraba en el salón con Melchor y lejos de responderle, no se me ocurre otra cosa que preguntarle si viene solo: «¿Y Gaspar y Baltasar?». De repente los veo entrar por el pasillo, vienen de la casa del vecino con un lío tremendo de pajes reales entrando y saliendo con paquetes, mientras bajan cubos con agua para dar de beber a los animales.
A Baltasar, que lo veo destemplado, le ofrezco algo caliente mientras le pregunto cómo llevan lo de las Cabalgatas estáticas, las anulaciones y la situación en general de la Navidad porque a muchos nos descolocan ciertas decisiones. Cuál fue mi sorpresa al comprobar la serenidad con la que afrontan el paso de los años, de los siglos: «Son millones los niños y mayores -interrumpió Gaspar-, los que cada noche como la de hoy esperan nuestra visita, nos preparan comida y bebida para reponer fuerzas y mantienen la ilusión de recordar el nacimiento del niño Jesús».
Mientras escucho, preparo una tanda de cremaets porque con la puerta y las ventanas de la casa abiertas, el frío corría por el salón y para una vez que los tenía en mi casa no pude contener las ganas de hacer un selfi para el recuerdo. Esperé a que Melchor dejara el último regalo bajo el árbol y una vez finalizada la visita, click, foto al canto para el recuerdo.
El ruido del portazo me sobresaltó en mitad del poemario, sin saber bien qué fue sueño y qué fue Real. Vi que en el árbol seguían los regalos y en la cocina quedaban tazas de café y restos de turrón. Cogí el móvil y ni rastro del selfi pero ¿no es bonito que a cualquier edad se mantenga viva la ilusión del día de hoy? Ojalá que hoy tus sueños se hayan hecho realidad, feliz día de los Reyes Magos.
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