A quí está agosto, el mes de las vacaciones por excelencia. Y llega el instante de cambiar el chip. Es el momento de olvidarse de ... plazas convertidas en secarrales por obra y designio de un gobierno que sólo piensa en la postal propia. Es el tiempo de deleitarse en playas y pinadas. De congraciarse con una Madre Naturaleza que yo estoy convencido de que cada vez nos odia más. Que a cada año que pasa trata de asfixiarnos con más grados del cambio climático, con nuevos virus, que se defiende al fin y al cabo de todas nuestras agresiones. Verano para perderse entre girasoles, pinos que cuentan mil y una historias del pasado y te cargan la pilas para el futuro. Es momento de dejar atrás las mil y una fantasías que en el último año han brotado como figuraciones como setas en Valencia. Que si el parque de desembocadura, que si una arboleda que sería envidia del Amazonas junto a los tinglados, que si otra selva en San Agustín o incluso baobabs en la plaza del Ayuntamiento... Un puñado de figuraciones curiosamente a menos de un año de las elecciones. Miren ustedes qué cosas, eh, cómo se agudiza el ingenio de los políticos cuando llega el momento de pasar por las urnas. En verano arriba el tiempo de la verdad. De besos eternos a la luz de las farolas. De manos que se buscan sin mirar el reloj. De la importancia de quedarse cinco minutos más. De deleitarse contemplando cómo duerme un hijo. De oír sus conversaciones con sus 'bros' de camino al mundo adolescente. De mirar a la cara a amigos eternos, de recordar aquellos veranos de rodillas desolladas, restos de Nocilla en la cara, notitas furtivas de amor y el naciente imperio del 'calimocho'. Llega el momento de olvidar (por ahora, seguiremos insistiendo y recordando) promesas incumplidas con el traslado «inmediato» de los ucranianos que ansían un futuro mejor entre los pasillos de la vieja Fe. Llegará. No los abandonaremos. Atrás queda el horror macabro sembrado por Jorge Ignacio Palma. El valor de las mujeres que lo han llevado a la trena. A la celda de la que nunca debe salir. De la heroica Marisol, de las supervivientes, de la víctima valiente, jabata, que hoy desgrana en estas páginas el espanto sufrido. Que con su verbo sigue manteniendo un pulso al desalmado que la llevó al borde de la muerte, pero también a los intolerantes que van de tolerantes y pretenden decir lo que una mujer debe hacer, elegir o ejercer. Una titán.
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Llega el momento de los abrazos sin prisas, de mirar al horizonte sin más pensamiento que vaciar la mente. De bailar en la verbena del pueblo con tu madre. De recordarla sacándote adelante. De mirarla hasta hacerla escurrir una sonrisa tras otra. De llevarla por la mano de paseo por la carretera. Como ella te acompañó al colegio, a la piscina, al médico en tantas y tantas madrugadas. Como ella te guió por la vida. Es el tiempo de mirar a los ojos a tu padre y no dejar de hacerlo porque tienes que controlar la pantalla del móvil. De olvidar dónde está el puñetero teléfono. De rememorar cuántas veces se ha asomado al quicio de la puerta de tu habitación mientras dormías para ver si tu respiración ya era normal por la fiebre. Otra vez tiempo de abrazar. Sin parar. Al padre que tantas veces te llevó a costilletas. A la amada que te embriaga el corazón. Al amigo con el que a veces hasta te has partido la cara por defenderle, qué más da por qué y si el otro tenía razón. La vida es entregarse. Siempre y con todo. Con todos. Atrás las mentiras. Adelante el tiempo de la verdad, de la piel y del alma. Sean felices. Sientan. Devoren sus tiempos.
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