Tiki-taka

Informativamente, lo de las últimas semanas es un no parar. Parece que haga un lustro desde la mañana en la que Cifuentes cayó con todo el equipo por una artimaña política de fuego amigo. Pero, la realidad -y, ante mi incredulidad, me he visto obligada a cotejarlo varias veces- es que sólo han pasado poco más de dos meses. ¡Dos meses! Y, desde aquella jornada madrileña, nada ha vuelto a ser distinto. De Cifuentes a Pablo Casado. Máster arriba, máster abajo. Carrera de Derecho sí, carrera no. De Harvard a Aravaca y, ahora, de candidato, en la vuelta a España. Nuestros políticos, o más bien nuestra justicia, se han empleado a fondo -quizá más que esa Selección tampoco exenta de jarana- para no darnos ni un respiro laboral a los del gremio. En un solo día, mientras Eduardo Zaplana entraba en Picassent con lo puesto, la exconsellera de Turismo, Milagrosa Martínez, hacía lo propio en el penal de Villena (pero con una sentencia firme de nueve años bajo el brazo). En esas mismas 24 horas, y cuando parecía imposible superarse, la Audiencia Nacional clavaba la aguardada espada de Damocles en Génova y Bárcenas era condenado a 33 años. En apenas treinta días hemos tenido: dos presidentes del gobierno, dos entrenadores del equipo blanco, dos seleccionadores y dos ministros de cultura. Financiación ilegal del PP valenciano. Financiación ilegal del PSPV. Cuatro años para Ricardo Costa. Absolución para Rambla. Y, mientras se cerraba Nóos, Màxim Huerta dejaba -o le dejaban artificiosamente- su recién estrenado cargo ministerial por el escándalo del fraude a Hacienda. Emarsa: diez para Crespo y doce para Cuesta. Los chanchullos de Divalterra y la detención del heredero socialista Jorge Rodríguez. Acompasando Cataluña. Y con la sombra de los ERE. Y, para no perder el ritmo, ayer nos despertamos con la Operación Enredadera, con Ciudadanos por en medio. Esto sí que es, de verdad, un tiki-taka.