La tecnología ha avanzado una barbaridad, aunque en muchas ocasiones en detrimento de nuestro desarrollo mental. Dicho en plata, nos ha vuelto más zoquetes. Anda que no habremos jugado a fútbol, o a balonmano en mi caso, con aquellos balones de cuero que cada vez ... que se mojaban, chupaban el agua y además de pesar tres kilos, era de valientes rematarla si te venía de cabeza. Aquello ya no era un balón, era un misil. Y así jugamos y nos criamos varias generaciones hasta la aparición de nuevos materiales, que no transformaban los balones en bizcochos metidos en un tazón de leche.
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Ahora, sin embargo, alucino cuando anulan un partido de fútbol o baloncesto de chavales en edad escolar, al recibir una previsión de lluvia ligera. Incrédulo de mí, me sacaron de dudas cuando pregunté por qué suspendían las competiciones escolares en caso de lluvia (poca lluvia, no diluvio) ya que pensaba que los niños eran Gremlins y por consiguiente no se debieran mojar. La respuesta fue que los niños se podrían resfriar o resbalar con la posibilidad de que se rompieran o dañaran. Es cuando pensé una vez más que, nuestra generación de los balones de 3 kilos de cuero mojado, vivimos de milagro. En fin.
Lo mismo sucedía con las previsiones meteorológicas, aún en el recuerdo, con José Antonio Maldonado o Paco Montesdeoca en el único canal de televisión disponible por aquel entonces. Por supuesto no existían las depresiones aisladas a niveles altos (DANA), o por lo menos no nos contaban nada de eso. Ahora los medios nos ponemos pesadísimos cuando los meteorólogos nos anuncian con antelación una gran tormenta. Anulamos viajes y reservas, hacemos acopio de bebida, comida y nos encerramos en casa. Más de una vez no ha ocurrido nada, pero se curan en salud y evitan el «¿Y si, sí?». A lo José Mota.
Sería interesante buscar un término medio porque en esta ocasión me temo que la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), ha patinado al no ser rápidos en la previsión meteorológica, como para alertar seriamente de una de las tormentas más importantes del siglo. El diluvio que ha caído en la Comunidad Valenciana ha dejado inundaciones, caos y situaciones realmente angustiosas que se podrían haber minimizado con un poco de previsión. Esa previsión llegó tarde, por lo que las medidas también llegaron tarde. La Universidad Politècnica anulaba las clases y la de València no lo hacía, pero daba opción de no asistir. Daba igual porque lo peor ya había caído. Ya era más práctico sacar la piragua que desplazarse en coche.
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