Versión original

El cerebro es un blandiblú perezoso que prefiere la costumbre para no desgastar las neuronas. De ahí que la mayoría de la gente vea las películas dobladas. Fui un defensor de nuestro magnífico doblaje y nunca me faltaron excusas para justificar semejante preferencia. «Las obras de Allen o de los Coen van saturadas de diálogos y sería imposible verlas con subtítulos» o «mejor largometrajes doblados porque así observas el trabajo del director con la cámara en todo su esplendor» eran mis coartadas favoritas. Paparruchas para anestesiar mi conciencia.

De repente, un día cambié de bando de manera radical. Con la fe y la intransigencia del converso desde hace años sólo me trago las raciones audiovisuales en versión original y no me importa leer los subtítulos. La voz de Ramón Langa, en efecto, suena mejor que la de Bruce Willis. Y la de Costantino Romero mejor que la de Clint Eastwood. Pero con el doblaje no escuchamos las voces originales y esto se me antoja un timo, una trampa, un desacato, una falta de respeto. Lo que nunca he entendido es a los amigos que se quejan cuando oyen a Bogart o a John Wayne expresarse en valenciano en 'Casablanca' o en 'Misión de audaces'. No lo soportan, dicen, sin embargo no tienen ningún reparo cuando gracias al doblador utilizan el castellano. Y qué más dará, total, siguen sin degustar su auténtico timbre en su idioma natural, o sea el inglés con acento yanqui. Pero aquí entra en juego nuestro cerebro vago acostumbrado desde la infancia al doblaje y contra eso no se puede luchar. Para remontar su humillante índice de audiencia, À Punt ofrecerá pelis en español y, de postre, santa y tonificante misa. Pues bueno, pero con la versión original a lo mejor nuestros pequeñuelos mejoraban su inglés. Claro que entonces la escasa audiencia se extinguiría... Lástima de batalla perdida.