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Viva don Amancio Ortega | Zara e Inditex

¡VIVA DON AMANCIO!

ANÁLISIS ·

En España, no tenemos claras las prioridades, no valoramos el éxito y no recompensamos el mérito

IGNACIO MARCO-GARDOQUI

Domingo, 11 de agosto 2019, 09:33

En este país hay mucha gente que considera que don Amancio Ortega es un ser antisocial que explota a sus trabajadores, tiene demasiado dinero y, encima, no cumple sus obligaciones fiscales con el erario público. Entre ellos, piensan así todos lo que creen firmemente que las palabras de Pablo Iglesias y los comentarios de Irene Montero son palabra revelada. No se rían, son millones. Estos personajes se han permitido el lujo de acusar directamente a don Amancio de eludir sus impuestos y de pagar al fisco tasas ridículas sobre sus beneficios. ¿Aportaron algún dato? Sí, unos equivocados. ¿Plantearon alguna denuncia ante los Juzgados para perseguir semejantes tropelías? No, se les olvidó.

Esta semana hemos conocido los datos fiscales de Pontegadea, la empresa que administra los activos de don Amancio. Las cifras son contundentes. Ganó 4.583 millones y pagó, solo en el impuesto de Sociedades, 1.100 millones, el 24%. El 24%, no el 5 o 6% que decía la señora Montero. Digo que los datos manejados por Podemos, y por alguno más que no es de Podemos, están equivocados porque comparan lo ganado por la empresa en todo el mundo, con lo pagado solo en España. Lo lógico, claro está, es comparar lo que gana en todo el mundo con lo que paga en todo el mundo. Cuando hablamos de los Google, los Amazon etc., nos quejamos de su insistencia en pagar solo en el, o los, países donde hay menos presión fiscal y no en los que generan la actividad. ¿Por qué critican entonces a Pontegadea cuando hace las cosas bien? Además, a la hora de emitir juicios, hay que recordar que las tasas fiscales de muchos otros países son menores que las de España, así que lo lógico, para calcular la tasa real de los impuestos pagados, sería hacer la comparación entre el total de lo pagado con la media ponderada de los tipos imperantes en los países en donde se han generado los beneficios y no solo con la española.

Pero es que hay mucho más. Hablamos del impuesto sobre Sociedades ingresado por Pontegadea pero, a la hora de calcular el ingreso total a las arcas públicas generado por don Amancio, habría que sumar las retenciones del IRPF efectuadas por Inditex a los 174.000 empleados; las cotizaciones sociales correspondientes; los IVA's ingresados como consecuencia de las ventas realizadas en todos los países en los que opera y que ascendieron en 2018 a 26.145 millones y los innumerables IBI's soportados en sus 7.422 tiendas radicadas en las mejores zonas de las mejores ciudades de medio mundo. No dispongo de la cifra total, pero tiene que ser espectacular, aunque sea sin contar con la influencia generada alrededor, en los proveedores, en los transportistas, etc. ¿Cuántos hospitales y cuántas escuelas se construyen con su aportación? ¿A cuántos parados se sostiene? ¿Cuántas pensiones se pagan? ¿Cuántos políticos cobran gracias ella? Todo ello levantado con su esfuerzo constante y su visión genial a partir de una humilde tienda radicada en Arteixo.

Luego, va don Amancio y, además de los miles de millones aportados, decide donar voluntariamente 300 millones a la sanidad pública y toda esa caterva de ignorantes resentidos, de gente que no ha generado en su vida un solo gramo de riqueza, ni un solo empleo digno pone el grito en el cielo, se escandaliza y se permite el lujo de criticar su decisión y de minusvalorar su aportación general. ¿Qué es eso? ¿Una muestra de estupidez, de ignorancia, de envidia corrosiva o de simple mala fe? Pues probablemente, un poco de todo.

¿De verdad que los Pablos Iglesias, las Irenes Montero y los Pedros Echenique que pululan por este país cobrando un sueldo público, pueden darle lecciones de utilidad ciudadana y de responsabilidad social a don Amancio Ortega? En España, no tenemos claras las prioridades, no valoramos el éxito y no recompensamos el mérito. Creo firmemente que ordenar bien las primeras, valorar bien lo segundo y recompensar adecuadamente lo tercero sería la mejor política económica. ¡Que digo! Sería el mejor programa de cualquier Gobierno. Así que, por mí, ¡viva don Amancio! Y al que le pique, pues que se rasque...

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