Vota. Porque si tú no votas otros lo harán por ti. Vota. Aunque sea tapándote la nariz, por descarte o depositando la papeleta del que consideres menos nefasto. Pues, lamentablemente, es el único medio que tenemos para expresar nuestra voluntad como pueblo y, salvo ineptitud parlamentaria -tan habitual por estos lares y en estos tiempos-, sólo se nos permite manifestarnos una vez cada cuatro años. Vota. Pero trata de comprender antes la importancia del Senado, sus vetos, enmiendas y competencias. Ojea esos programas electorales que no son jurídicamente vinculantes y analiza las reiteradas referencias a líneas rojas. Su asiduo incumplimiento no es en modo alguno sancionable, pero trazan ideologías, directrices y esencias. Vota. Porque la baja participación que se prevé para estas elecciones -y que algunos expertos la sitúan ya en la más raquítica de la democracia- lejos de revelar ante nuestros líderes discrepancia, rabia, enfado o hartazgo, denota desafección y desinterés ciudadano por la gestión política, sus maniobras y sus corruptelas y acrecienta su deshonesta creencia de que pueden hacer lo que quieran. Vota. En estas elecciones está en juego muchísimo más que un mandato de calado macroeconómico, primas de riesgo y rescates bancarios como en las que precedieron. Se disputan derechos y libertades públicas. Se discute el aborto, sus plazos y supuestos, la muerte digna, la violencia de género y el machismo estructural. Las heridas cerradas. Los debates arcaicos. La libertad -que ya parecía estar superada- de los que aman al mismo género. Las políticas migratorias, la tauromaquia, las armas que matan y las instituciones. Está sobre la mesa todo el modelo de país, su estructura, la Constitución, las autonomías, duplicidades, independencias y utopías varias. La débil libertad de expresión, las pensiones y la reforma de la ley electoral. La memoria histórica, la educación y la cultura. Vota. Es un derecho. Pero también un deber moral y un gesto de civismo. Vota. Pensando en futuro, mirando al presente y sin olvidar nunca el pasado. E infórmate, a través de los medios y no en las redes ni en los bares. Y vota. Siempre con la cabeza y no con el corazón, porque esto no es baloncesto, pues no versa sobre emociones, escudos, ni colores, sino sobre realidades.
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