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Ximo Puig, (ex) presidente

ROSEBUD ·

Todos tenemos un 'ex' del que algún día no nos podemos desembarazar

Antonio Badillo

Valencia

Miércoles, 13 de octubre 2021, 00:28

Imagino la cima del poder como el taller de Geppetto, un cuartucho de cartón piedra donde apenas están el elegido, el narcótico tictac de cientos de relojes en implacable cuenta atrás y una infinita soledad, mientras al otro lado de la cuarta pared resuena entre ... la platea el chiflo del afilador. Siempre bajo sospecha, quien defiende la codiciada cumbre que tantos anhelan debe clavar los ojos en el enemigo, pero también sobre el aliado, porque todo lo que no suma resta, y ya que resulta imposible renegar de tu propia sombra sería absurdo acarrear con la de los demás. Fiel a esta consigna, le convendría a Ximo Puig establecer mayor distancia que el silencio entre él y ese feo asunto de los centros de menores que persigue a su socia, toda vez que la ganzúa que le abrió en 2015 las puertas del Palau pese a obtener el peor botín electoral de la historia del PSPV ha mutado en material inflamable. Ante la gravedad de los hechos en sí, acentuada por la denuncia del Síndic de Greuges, tira Oltra como puede del manual de evasivas recomendado para estos casos, que va de la conspiración entre el defensor del pueblo y el PP, antes propia de descreídos en las instituciones que de toda una vicepresidenta, a los rigores de la pandemia. Desde que el Botánico dejó de ser el jardín de todos para erigirse en estilete propagandístico, Puig ha hecho camino. Su sereno liderazgo frente al apocalipsis sanitario engendró carisma donde no lo había, las estridencias del amigo nacionalista le alinearon en el bando de la moderación cuando las circunstancias lo requirieron y también juega a su favor la inercia de la política nacional, con Sánchez presto a comprar voluntades, como el voto joven, en hábil estratagema vinculada al dinero de todos. Pero su sombra sigue ahí, pisándole los talones -las revelaciones sobre el hermanísimo, el equilibrismo de la financiación-, así que deberá elegir si también quiere cargar con la de Oltra. La ambigüedad engendra cómplices y una vez que lo eres ya no hay distingos ni grados de responsabilidad. Sea un grano de arena o una piedra, en el agua se hunden igual, repite hasta la saciedad el protagonista de 'Oldboy'. Rememoraba Puig en su artículo del 9 d'Octubre los «años de silencio impuesto por el estigma de la corrupción». Después de seis en el poder, es lícito esperar del presidente algo más que un repaso a la hemeroteca, porque su gobierno ya va teniendo edad de pagar las facturas. El pasado quedará demasiado lejos para agarrarse a él cuando la tierra ceda bajo los pies. No olvidemos que todos llevamos un 'ex' encima del que algún día, pese a desearlo, no nos podremos desembarazar. Ribó es excomunista, Oltra tiene exmarido y Puig será expresidente. En sus manos está todavía elegir el momento.

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