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Una «obra especial», con retos técnicos que surgían a diario y que se resolvían «en tiempo real». Así recuerdan en la empresa Idom (dedicada a servicios profesionales de consultoría, ingeniería y arquitectura) la construcción de la estación Joaquín Sorolla, realizada para la llegada de la alta velocidad a Valencia. El director de la oficina en Valencia, Pablo Benlloch, es la cara visible de un proyecto encargado por Adif –son también los responsables del túnel pasante– que debía ejecutarse con dos premisas: «la estación tenía que ser desmontable y sostenible».
De ahí el carácter provisional con el que siempre se etiqueta a esta construcción. «El desmontaje y el posible traslado estaba claro desde el inicio, pues a donde iba tenía que seguir funcionando. Esa provisionalidad se puede entender por la ubicación, entendida como el uso del suelo», añade Antonio Martín, que fue director de la obra.
Junto a ellos, nombres como el de la arquitecta Elvira Puchades o el del ingeniero Jorge Bernabeu. En total, un equipo de diez personas que les llevó incluso a establecer unas oficinas en las inmediaciones de las obras, en la calle San Vicente, para estar más cerca. «Así había más concentración. Hubo mucha intensidad y coordinación entre todas las entidades implicadas», destaca Martín.
3,6 millones de kilos de acero en la estructura principal de la estación.
Superficie La estación Joaquín Sorolla tiene una superficie de 65.352 metros cuadrados. Además, la cubierta abarca 27.433 metros cuadrados, según datos de Idom.
31.000 tornillos empleados en las piezas desmontables de la estructura.
Sostenibilidad La terminal cuenta con aislamientos eficientes en fachadas y cubiertas para un gasto energético mínimo y paneles solares.
Esa provisionalidad («las estructuras cumplen normativas y estándares y son para 100 años de durabilidad») la dota también de singularidades. Por ejemplo, se limitó al máximo la utilización de materiales perdurables que hubiese que demoler y la edificación está formada por unos módulos que son estructuras en árbol que unen un espacio muy diáfano, por lo que su disposición es lo más separada posible.
Su ejecución fue «una operación de cirugía», pues se abordó la obra en un área con servicios e instalaciones ya existentes. Había, además, líneas de Cercanías en circulación, por lo que el túnel de acceso se ejecutó prácticamente a tres metros de una vía en funcionamiento, repasan Benlloch y Martín. Por ello, se pusieron un sistema de monitorización robotizada en tiempo real para medir la posición de las vías en funcionamiento y otro de alarma inmediata. «Fue una obra muy técnica en la que no podía fallar nadie», resalta el director de Idom en Valencia.
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