Borrar
Urgente Al menos dos mujeres muertas tras volcar un cayuco con 180 personas en El Hierro
Varias personas limpian una calle de Paiporta, este jueves. IRENE MARSILLA

Paiporta, un mausoleo de lodo y silencio que teme al interior de los garajes

Los vecinos del pueblo creen que habrá más muertos pese a que ya ha sufrido más de 60: «Ya verás cuando saquen los coches...»

Viernes, 1 de noviembre 2024, 00:35

Sobre el olor a humedad, otro aroma te da en la nariz cuando entras a Paiporta. Es gasolina. El pueblo de los 60 muertos y las innumerables montañas de coches apiladas en las calles casi impracticables está repleto de combustible entre el barro. El lodo refleja los colores del arcoíris. Es un punto casi bonito, si no fuera porque sobre el barro se despliega el drama: los rostros serios, los ceños fruncidos, las caras cansadas, los portales que escupen agua y barro.

Paiporta es un mausoleo enorme. Las puertas de los garajes permanecen abiertas de par en par. En su interior, silencio, el goteo del agua, la peste a humedad y el terror, el miedo que tienen los vecinos a que cuando alguien se digne a llegarse hasta Paiporta y ayude a los residentes a retirar los coches en la oscuridad aparezcan decenas de cadáveres. «Ya verás cuando saquen los coches», comentaba una vecina a otra mientras limpiaban una de las calles más cercanas a las vías del tren. Y eso que en Paiporta ya se han encontrado más de 60 cadáveres.

A Paiporta he llegado tras caminar desde Picanya. A mitad de camino, Adrián y Andrés me han dicho que ellos también iban a Paiporta y que fuera con ellos. Por el camino, explican que en casa de Andrés, padre, no hay luz pero sí agua, mientras que en casa de Adrián hay luz pero no agua, por lo que han ido a por víveres a casa de Andrés. Adrián, Adri, esquivó la tragedia porque viven en un primer piso, pero el agua «anegó todo el garaje». Vadeamos 30 centímetros de lodo junto al barranco en Picanya, cruzamos las vías del tren y se despiden: «Mucha suerte, muchas gracias».

Continuamos la caminata por el pueblo a través de las zonas de fábricas, en cuyo interior se amontonan toneladas de basura y fango. En las calles más estrechas, los coches están amontonados, encajados los unos con los otros con la fuerza de la riada, montañas de vehículos en un equilibrio que desafía la gravedad. Oscurecen el sol. «Hola, vengo de LAS PROVINCIAS». «¿Del periódico? Cuenta que aquí no ha venido nadie. Nadie», dice Carlos. La última palabra parece escrita con mayúsculas, enfatizada, le sale de las cejas pobladas y del cuerpo con una camiseta vieja de una volta a peu, te la lanza como quien te escupe o como si fuera un aroma fuerte que despidiera su cuerpo cansado y triste y cansado. Pero no. Carlos no está enfadado conmigo. Carlos está enfadado porque, recordamos, no ha ido nadie. La Unidad Militar de Emergencias ya ha entrado en Paiporta, pero es que la extensión de terreno es tal que no están llegando con la misma celeridad a todos los pueblos.

Cuando se lo digo, siento que estoy diciéndole que su dolor no vale, que no se queje, que hay gente que está peor. Las cejas pobladas de Carlos tiemblan un instante y luego se encoge de hombros. «Ya, pero, ¿eso a mí de qué me sirve? Lo he perdido todo», responde. Y, por supuesto, tiene razón.

El camino continúa hacia el corazón del pueblo. En la puerta de una guardería destrozada, a la que es probable que Sonia no pueda ir en muchos meses para saludar a sus pequeñajos, un hombre carga a una mujer muy mayor. Cómo mantiene el equilibrio entre el lodo, un misterio. A mitad de camino un chaval, poco más que un niño que ha tenido que madurar mucho en unas pocas horas, se ofrece a cargar a la mujer, que no parece ser muy consciente de dónde está. Siento que estoy presenciando un momento íntimo. En la vuelta a Picanya, el silencio y la gente cargada de botellas y comida que han podido encontrar en algún supermercado. Paiporta queda atrás. Me cruzo con militares de la UME, que van a ser más que bienvenidos en el mausoleo del lodo iridiscente.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias Paiporta, un mausoleo de lodo y silencio que teme al interior de los garajes

Paiporta, un mausoleo de lodo y silencio que teme al interior de los garajes