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BELÉN HERNÁNDEZ
Martes, 3 de enero 2023, 00:25
Noelia García recuerda perfectamente su encuentro con el difunto Papa Benedicto XVI en su visita a Valencia el 9 de julio de 2006. El ... dolor inundaba su alma. Apenas habían pasado 72 horas del terrible accidente de metro en Valencia que se llevó por delante la vida de 43 personas, entre ellas la de su hermana María José, que tan sólo tenía 21 años. Su madre Josefa Lluch estaba en coma. «Al principio no quería ir al encuentro. Estaba enfadada con el mundo», recuerda. Pero entonces el cura de Real, municipio en el que vive, le insistió en que fuera a ver al Papa Benedicto XVI, convencido de que conocer al Pontífice le ayudaría a mantener la esperanza.
«El cura me acompañó y me prometió que no me dejaría sola», cuenta Noelia. El sentimiento de tranquilidad que el Papa le transmitió le llenó el corazón. «Desde luego que no me arrepiento de haber ido», dice todavía agradecida. A las 13.23 el difunto Papa entró en la Basílica de la Virgen de los Desamparados para recibir a los familiares de las víctimas del siniestro.
«No éramos mucha gente. Seríamos cerca de 30 personas», recuerda la mujer. Aquel momento aparece borroso en su memoria. Pero si hay algo que haya perdurado en su mente fue la cercanía de Benedicto XVI. «Fue un encuentro muy íntimo. No había ningún tipo de barreras entre nosotros. Supe que era una experiencia que nunca volvería a vivir», relata emocionada. Todavía siente en su piel las caricias del Papa. Su calidez. «Sólo con abrazarte y tocarte te reconfortaba», dice Noelia con cariño.
Si hay algo que le sorprendió es que una vez dentro de la Basílica de la Virgen de los Desamparados, los protocolos y formalismos se quedaron de lado. En aquel momento, el Papa Benedicto XVI mostró su lado más humano. Trató a los afectados de 'tú a tú' y devolvió la fe a una Valencia destrozada tras el suceso. Una ciudad que necesitaba un faro al que seguir entre tanta oscuridad.
En aquel momento necesitaba algo a lo que aferrarse, y la visita de Joseph Ratzinger hizo que encontrara refugio en la fe. «Me dio una cruz bendecida y una fotografía suya y me dijo que iba a rezar por el alma de mi hermana y por la recuperación de mi madre». Según recuerda la mujer, fue a la única a la que Joseph Ratzinger le dio un rosario bendecido. En aquel momento no pudo contener las lágrimas y rompió a llorar delante del Papa, que empatizó con su dolor.
Y el milagro se hizo casi de inmediato. Noelia cogió el autobús tras salir de la Basílica y se dirigía a su casa en Real cuando recibió la llamada de su padre que estaba en el hospital. «Me dijo que había hablado con los médicos y que habían notado una gran mejoría. Estaba respondiendo al tratamiento», recuerda con ternura. La madre de Noelia tardó casi una semana más en despertar del coma. Cuando lo hizo, vio junto a la camilla ambos obsequios que le había dejado su hija para que le ayudaran a recuperarse. «A día de hoy sigue con vida», cuenta Noelia con alegría. Y su madre Josefa todavía guarda como oro en paño aquella cruz y aquella fotografía que le dio el pontífice.
Las oraciones de Benedicto XVI fueron decisivas en un momento en el que la desesperanza y el dolor se adueñaba de los familiares de las víctimas. Aquel fatídico accidente del metro de Valencia dejó 43 fallecidos y 47 heridos. La llegada del Papa emérito fue clave para calmar a una ciudad consternada y dolida.
Noelia recuerda el trato fraternal que tuvo Benedicto XVI con todos los que habían acudido a recibirle y a pedirle consuelo. «Había un niño que acababa de perder a su padre en el accidente y el Papa lo cogió en brazos», rememora la mujer. Aquel día resonaba el cántico: «Sí, sí, sí, Benedicto ya está aquí». Desde los balcones de la plaza de la Virgen, los vecinos lanzaban agua para conmemorar su llegada. Desde el exterior de la Basílica, los valencianos aplaudían el gesto del Pontífice de recibir a los familiares de las víctimas del accidente de metro.
El momento más esperado fueron las palabras de Joseph Ratzinger, que pronunció: «La concordia en la familia es el ambiente propicio para que se escuche la llamada divina». Además recordó los orígenes cristianos de la ciudad con San Vicente Mártir y consideró que habían ido creciendo «por la intercesión maternal de la Virgen de los Desamparados». Tras firmar en el libro de honor de la Basílica salió a la plaza de la Virgen donde se habilitó un escenario para realizar el rezo del Angelus. Desde la tarima, saludó a los fieles.
El Papa emérito quiso llegar más allá y también lanzó un mensaje en valenciano a los presentes: «Ampareu-mos nit i dia en totes les necesitats, puix que sou, Verge Maria, Mare dels Desamparats». Además, Benedicto XVI se dirigió a la patrona de los valencianos y le imploró: «Sostén la fe de todos los obispos, los sacerdotes y los religiosos». Una fe que a Noelia y a su madre Josefa les sirvió para aferrarse a la vida.
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