Quién no ha despertado sobresaltado en mitad de la noche y ni siquiera sabía dónde se encontraba. O sencillamente ha vuelto a cerrar los ojos ... y ha continuado durmiendo plácidamente. Estos pequeños acontecimientos son pistas que nos indican que el sueño nunca es lineal y uniforme si no que atraviesa distintas fases. En cada una de ellas ocurren cosas tan dispares como la recuperación física o la fijación de recuerdos y aprendizaje.
Estas acciones imprescindibles para la supervivencia van ocurriendo mientras estamos en los brazos de Morfeo y vamos avanzando por cada uno de los ciclos del sueño. Sí, ciclos de sueño porque cada noche se suceden entre o 4 y 6 periodos que comparten las mismas fases.
Así, un adulto duerme como media entre siete u ocho horas por lo que realiza unos cinco ciclos de 80 a 100 minutos. Cada uno de ellos se divide a su vez en cuatro etapas: la REM (por sus siglas en inglés, Rapid Eye Movement) y N1, N2 y N3 que son no REM. En todas ellas se desarrollan diferentes procesos. Aunque no seamos conscientes de ello, no paran de pasar cosas.
La neurología es capaz de identificar cómo es nuestro sueño para detectar anomalías y enfermedades que se manifiestan mientras descansamos con las llamadas pruebas del sueño: polisomnografía y test de latencias múltiples.
Estos análisis se realizan midiendo las actividades cerebrales y corporales de modo que se puede establecer en qué etapa estamos y qué está ocurriendo durante nuestro descanso. Esas son los principales procesos que ocurren en cada fase.
El sueño y la vigilia son dos estados antagónicos pero eso no significa que en el sueño haya ausencia de actividad. Ni mucho menos. En esta última fase, la REM, la frecuencia de las ondas cerebrales es muy similar a cuando estamos despiertos; el ritmo cardíaco y la presión arterial aumentan, al igual que la temperatura y el movimiento de los ojos. Están pasando cosas por nuestra cabeza. En fases no REM también hay sueños pero son primitivos, REM es la etapa de los sueños por excelencia, sean inquietantes pesadillas o afables ensoñaciones.
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Son sueños en forma de historia, algunos de los cuales pueden ser muy vívidos. Tanto que resultaría peligroso poder moverse y representarlos: correr, huir, golpear, gritar, saltar… Así que el cerebro desactiva todas estas actividades cada vez que entramos en REM. Es como si el cerebro se desconectase del cuerpo para ser preservado. «La atonía muscular de la capacidad motora es completa», explica la doctora Teresí, facultativa especialista en neurofisiología clínica en la Unidad del Sueño de La Fe. Estamos paralizados, pero eso no significa que el cerebro no siga activo.
Pero además de soñar, en esta fase es en la que se restaura nuestra mente. La noradrenalida, químico inductor de la ansiedad, se apaga por lo que se genera una atmósfera de bajo estrés en la que se favorece la recuperación de la estabilidad emocional y la mejora del estado de ánimo. Algo imprescindible en la atmósfera de estrés que nos envuelve cuando estamos en vigilia.
Si ya de por sí analizar la estructura del sueño es complejo, hay que añadir que «algunas personas pasan de N1 a N2 y a REM sin pasar por N3», relatan en la Unidad del Sueño y además que cada uno de los ciclos cambia según si se da al principio o al final de nuestro descanso. Por ejemplo, obtenemos la mayor parte de nuestro sueño profundo en los primeros ciclos y no entramos en REM hasta los últimos. Por tanto, estas dos etapas se pueden ver afectadas por un sueño interrumpido o de menor calidad. Esto deriva en que nos podamos sentir cansados y aturdidos independientemente de la cantidad de horas que hayamos descansado.
El avance de la neurología ha conseguido establecer una correlación entre la fase del sueño en la que nos encontramos y qué está ocurriendo en nuestro cerebro. La relajación de N1, la consolidación de la memoria de N2, la reparación celular de N3 y la mejora emocional de REM, en la que se desarrollan nuestros sueños. Lo que aún no puede la ciencia, desgraciada o afortunadamente, es identificar y conocer qué es lo que estamos soñando.
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