Los colegios autorizados a aplicar la jornada continua de mañanas votarán el 11 de abril, y para facilitar la toma de decisiones a las familias la Confederación de Ampas Gonzalo Anaya ha elaborado un boletín especial que recoge el punto de vista de algunos ... expertos en la materia que participaron en una jornada monográfica celebrada este mes.
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Uno de los ponentes fue Gonzalo Pin, jefe del servicio de Pediatría del Hospital Quironsalud de Valencia y coordinador del Grupo de Sueño y Cronobiología de la Asociación Española de Pediatría. El doctor se refirió, a a título individual, a diferentes trabajos científicos realizados sobre la cuestión, e insistió en la importancia de que el horario escolar se diseñe en base a los ritmos biológicos de los alumnos, en los que influyen la cantidad y calidad del sueño y el momento de la alimentación, sin dejar de lado la evidencia científica sobre los periodos de mayor atención. Y estos parámetros se acomodan mejor al horario partido que al continuo.
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Estas ideas se desprenden del proyecto Shastu, dirigido por Pin, en el que se estudió el rendimiento y la conducta escolar antes y después de ajustar los horarios lectivos y de alimentación a los ritmos circadianos (las funciones internas se comportan de manera diferente en función del momento del día) y a la cronopsicología (que analiza los cambios psicológicos y de rendimiento a lo largo de la jornada) en centros de tres ciudades de España, Italia y Turquía. Adaptando la organización a estas premisas se apreció «una mejoría del rendimiento que permanece dos años después de la instauración», reza el boletín de la confederación.
Entre las conclusiones del trabajo se plantea que las asignaturas se deben distribuir teniendo en cuenta los momentos de mayor o menor atención, incluyendo el pico que se produce en horario de tarde, que el comedor debe ser un elemento educativo más o que es adecuado retrasar la hora de inicio para favorecer el sueño.
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Para hacerse una idea de los mejores momentos el doctor se refirió en su intervención a los estudios sobre variaciones del rendimiento realizados por F. Testut a principios de los 90, concluyendo que tras alcanzar el pico de atención pasadas las once de la mañana esta se desplomaba hasta llegar al mínimo poco antes de las 14 horas, volviendo a remontar en las primeras horas de la tarde. Es decir, una evolución diferente al esquema general de la jornada continua, donde se satura de tiempo lectivo la franja previa a la comida (rendimiento bajo) y se desecha la mejoría de la tarde.
«Creo que antes de tomar decisiones se deben conocer opiniones de todos los ámbitos, desde luego el docente, pero también desde la cronobiología, la sociología y los expertos en salud infantil, de manera que esta sea el centro de las decisiones y no las necesidades horarias de las familias pese a que son respetables», explica Pin, que añade que «nos estamos equivocando al querer empezar a cambiar los horarios desde el eslabón más débil, los niños, en lugar de incidir en la organización laboral».
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Así, el proyecto Shastu propone un horario de entrada entre las 8.30 y las 9 horas según las edades y «con una distribución de materias en función de los momentos de mayor atención». Respecto a la nutrición, otro ritmo biológico clave en el rendimiento de una persona, hay que favorecer que las comidas se programen entre las 13 y 14 horas y se plantea finalizar la actividad escolar alrededor de las 16.30. Más coincidencias con el marco general de la jornada partida.
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Sobre la hora de la comida, Pin destaca que los horarios tardíos (a partir de las 14 horas) «favorecen una mayor tendencia a la obesidad y la diabetes tipo 2». En este sentido hay que tener en cuenta que con la modalidad intensiva la gran mayoría de centros no tendrán más remedio que programar el comedor a partir de las 14 horas para concentrar previamente las sesiones lectivas.
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Respecto a las horas y la calidad del sueño, se muestra crítico con la organización actual en Secundaria, cuyo inicio de actividades llega a partir de las ocho pese a que en los adolescentes su reloj circadiano se ralentiza, y por tanto, necesitan más tiempo para activarse. De ahí la propuesta de retrasar el arranque lectivo.
Aunque en edades más tempranas el efecto no es tan grave (la continua se aplicaría sólo hasta Primaria y empezando a partir de las 9 horas, coincidiendo con la propuesta), no se puede olvidar que hay evidencias que deslizan que esta deriva en un menor tiempo de sueño entre niños de Primaria. Es lo que se desprende del proyecto Time, que también alertaba del aumento del tiempo de exposición a pantallas y de deberes con este horario.
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En 2019, la última vez que se pudo votar el cambio, la Sociedad Valenciana de Pediatría ya se posicionó sobre la jornada continua o partida. Y su postura fue refrendada por la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria. Se reconocían «ventajas e inconvenientes expuestos por otros colectivos y en otras instancias», pero se insistía en que «sería un error obviar las enseñanzas derivadas de la cronobiología, la cronopsicología y la crononutrición». Las recomendaciones y la propuesta horaria planteadas eran calcadas a las expuestas, añadiendo también que «los periodos prolongados de ayuno, especialmente en niños pequeños, no son adecuados».
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