Una prueba para detectar alergias. Rodrigo Jiménez

La pesadilla de ser intolerante a 18 alimentos cotidianos

Cerca de 125.000 valencianos están en riesgo de sufrir urticaria, vómitos, diarrea o hasta un shock anafiláctico si consumen determinadas comidas

Daniel Guindo

Sábado, 20 de mayo 2023, 00:50

Una acción tan habitual y placentera como tomar unas bravas o unos calamares a la romana en la terraza de un bar está vetado para Diana (nombre ficticio para preservar su intimidad). Tampoco puede compartir una paella valenciana con familiares o amigos. Y tiene que ... ir con pies de plomo a la hora de consumir cualquier alimento procesado. Esta vecina de un municipio de Camp de Turia es una de los, aproximadamente, 125.000 residentes en la Comunitat que sufren «consecuencias adversas para la salud» como resultado del consumo de determinados alimentos, bien porque presentan una alergia o una intolerancia, según las estimaciones que baraja el Ministerio de Consumo.

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Estas «consecuencias adversas» en el caso de Diana se han agravado en los últimos tiempos. «Al principio era dolor de estómago, malestar y diarrea... Y ahora ya pierdo la conciencia, sufro espasmos y paso varios días bastante mal», describe esta valenciana, que ha tenido que recurrir a la sanidad privada porque la pública no lograba darle una respuesta. «Del médico de familia a digestivo para que al final sólo me hicieran pruebas para la lactosa, la fructosa y el gluten; y decirme que si había detectado que algo no me sienta bien, pues que no lo coma», lamenta esta afectada.

Sin embargo, quería salir de dudas porque «casi siempre que comía fuera de casa me pasaba... Al final deduje que tenía que ser el aceite de girasol, porque en casa nunca lo usamos». Aún así, y aunque evitaba frecuentar negocios hosteleros, la mujer quería profundizar en el origen de su problema y se sometió, en una clínica privada, a un estudio de hipersensibilidad a 218 alimentos, una prueba que tiene un coste cercano a los 200 euros. El resultado fue muy esclarecedor, pero también poco alentador: Diana presenta un alto nivel de intolerancia a 18 alimentos: el arroz, la lecha de vaca y de oveja, la mayoría de los frutos secos, la patata, el maíz, la cebada, la levadura de cerveza y la semilla de girasol son algunos de ellos, por lo que los típicos encuentros familiares y con amigos en bares y restaurantes pasaron a mejor vida. «En alguna ocasión me llevo un bocadillo de casa o me pido una ensalada... pero procuro no ir», señala. Alubias, espinacas y rábano son otros tres alimentos que están en el límite de intolerancia, mientras que el resto de los productos analizados no le generan ningún problema.

Además, las visitas al supermercado, especialmente al principio, eran largas y tediosas, puesto que debía mirar con mucho detenimiento las etiquetas de los productos que adquiría, puesto que buena parte de las comidas procesadas incluyen aceite de girasol, posiblemente el ingrediente que más daño le genera. Ahora Diana ha intentado eliminar estos alimentos de su dieta (ya sabe qué productos usan otros aceites vegetales como el de palma o soja) y espera, como le han indicado los especialistas, que dentro de unos meses pueda volver a introducirlos progresivamente y en pequeñas dosis para, en el futuro, volver a tener una vida normalizada.

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Este tipo de intolerancias o alergias alimentarias las sufren entre el 1 y 3% de los adultos (en el caso de la Comunitat, de media serían algo más de 87.000) y a entre el 4 y el 6% de los niños (unos 35.000), según el departamento ministerial; de ahí que estos afectados reclamen mayor atención y seguimiento por parte de los centros de especialidades. «Por suerte mi médico de familia ha estado siempre muy pendiente de mi problema, pero me da la sensación que los especialistas no me han hecho demasiado caso... Se han limitado a seguir el protocolo, hacer las dos pruebas que tienen previstas y recomendarme que no coma lo que me sienta mal. Y punto, no me han dado ningún tratamiento, ni diagnóstico concreto», lamenta.

Abanico de problemas

Los afectados pueden sufrir distintas consecuencias desde el momento que ingieren el alimento al que tienen intolerancia o alergia hasta las 48 horas siguientes. Como describe el ministerio, pueden ser problemas de piel (urticaria, enrojecimiento, hinchazón de labios y párpados, dermatitis), digestivos (vómitos, dolor cólico, diarrea, picor de boca y garganta), del aparato respiratorio (rinitis, asma) y otros más graves como una reacción anafiláctica que afecte a varios órganos y sistemas. «La manifestación más grave es el shock anafiláctico, que puede resultar mortal», apuntan desde Consumo. Como único tratamiento se aconseja la «eliminación completa de la alimentación del agente causante».

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El problema, como pasa con Diana, es averiguar cuáles son esos agentes causantes. Las alergias más comunes son a la leche, el huevo, el pescado, las legumbres, los cereales (el caso más extendido es el de los celíacos) y a los frutos secos, mientras que el propio ministerio reconoce que las intolerancias alimentarias «suelen ser más difíciles de caracterizar» y generan síntomas como gases, malestar, diarrea y dolor abdominal. «En las intolerancias, el organismo no puede asimilar correctamente un alimento o uno de sus componentes», explican, para matizar que «se pueden consumir pequeñas cantidades del alimento sin que se den síntomas».

Por su parte, el Comité Científico de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan), en un informe sobre alergias alimentarias, incorpora también otros alimentos como crustáceos y moluscos, frutas y hortalizas, sésamo o mostaza, entre otros... Y cita algunas dolencias que tienen que ver con estas alergias, como la enterocolitis y enteropatías por alimentos, la enfermedad celíaca, o las gastroenteropatías eosinofílicas.

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Además de la eliminación de los alimentos que provocan reacción en el afectado, los expertos recomiendan consumir productos alternativos para mantener una dieta equilibrada (por ejemplo, para evitar los productos lácteos se apuesta por las leche o yogures de avena o soja; y frente al huevo, arroz o pasta) y contar con un seguimiento periódico por parte de personal facultativo especializado en la materia.

 

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