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La crisis del fentanilo en Estados Unidos, con una veintena de urgencias al año en la Comunitat y los primeros casos de adicción, abre el foco a un problema parejo. Es el de aquellos que buscan fármacos de manera ilegal, a menudo con tres caminos: la intentona sin receta, la prescripción falsificada y, si se fracasa en el cuerpo a cuerpo frente al farmacéutico, la adquisición a través de internet.
«Los medicamentos no son juguetes», remarca Vicente Colomer, secretario provincial del Colegio de Farmacéuticos de Valencia. La experiencia de quienes trabajan en las más de 1.200 farmacias de la provincia permite conocer cómo es la búsqueda ilegal de estos productos sanitarios, las motivaciones y también los riesgos que detectan y tratan de frenar.
Y se han encontrado de todo: desde mafias que quieren acumular ansiolíticos para fabricar droga, jóvenes que buscan un spray para lesiones por sus efectos al inhalarlo o un problema creciente: el de hombres que no se atreven a ir al médico y suplican medicamentos para la disfunción eréctil sin la pertinente receta. «O bien otros que, sin tener problema alguno de erección, quieren las pastillas sólo con el afán de tener muchas relaciones sexuales en poco tiempo».
Y en medio de todo, dos riesgos latentes: el del consumo abusivo de medicamentos que puede acabar generando adictos y el del préstamo descontrolado de pastillas entre familiares o amigos que entienden, erróneamente, «que lo que le ha venido bien a uno puede servir para el otro». Es algo que los farmacéuticos saben que esta ahí «y es imposible de detectar o cuantificar».
En la Comunitat ha aterrizado un grupo organizado que, armado con recetas falsas, intenta por todos los medios obtener un potente ansiolítico: el Rivotril, del grupo de las benzodiacepinas. Son jóvenes que actúan en solitario, van de aquí para allá y prueban suerte en farmacias de toda la provincia.
«Su objetivo es mezclarlo con otras sustancias para elaborar drogas», remarca Colomer. Lo combinan con hachís para así crear el 'karkubi', un psicotrópico muy consumido en zonas desfavorecidas de Marruecos. Los farmacéuticos dieron la voz de alarma ante una serie de tentativas de obtención con el mismo denominador común.
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El gran interés ilegal por el fármaco entre narcotraficantes quedó constatado este verano con una operación de la Guardia Civil en Valencia. La Policía Local de Pedralba detectó que varios menores estaban sufriendo graves intoxicaciones al mezclar este fármaco con alcohol en encuentros pandilleros.
Los agentes les confiscaron varios frascos de Rivotril y comenzaron a investigar cómo obtenían sin estar enfermos un producto que necesita receta. Las indagaciones les llevaron hasta el hijo de una médica. Era él quien presuntamente distribuía las dosis. Conseguía los fármacos con las prescripciones que hacía su madre, que acabó detenida. Después recorría distintas farmacias receta en mano para no levantar sospechas.
Pero la búsqueda persiste. Patricia Roca trabaja en la farmacia de Brotons Castaño, en Tres Forques. «El Rivotril es el medicamento estrella si hablamos de recetas falsas», revela. «Suelen buscarlo jóvenes magrebíes de no más de 30 años que aparecen con un papel que, de manera clara, no es legal», describe. En su despacho de medicamentos constata «unos dos intentos al mes, el último hará unos 20 días».
¿Cómo descubren la falsedad? «Suelen ser recetas típicas de seguro privado en las que, por ejemplo, falta el número de prescripción o aparecen médicos que, tras comprobar sus nombres, vemos que no están en la base de datos de colegiados españoles». Otras veces son «simples fotocopias».
A veces los farmacéuticos han intentado quedarse con la receta falsa para combatir el problema. «Pero alguno de estas mafias se enfada mucho y se encara con nosotros», revela la boticaria. La alternativa es hacer una fotocopia y alertar de inmediato al colegio para generar advertencias entre los profesionales. La guerra contra el 'karkubi' o el nefasto cóctel de Rivotril y alcohol se libra, día a día, en las farmacias valencianas.
El problema de la disfunción eréctil afecta a un 30% de hombres valencianos. Es la cifra que apuntan desde Clínicas The Test, uno de los centros especializados en tratamientos en Valencia. Y, como bien saben los farmacéuticos, no todos están dispuestos a acudir al médico para tratarse. Eso sí, buscan la pastilla en cuestión.
«Son personas que piden Viagra o Cialis pero sin receta médica. Y se van con las manos vacías. Detrás se esconde la vergüenza a la hora de acudir al médico, pero en otros casos también hay una motivación bien distinta, la de conseguir muchas relaciones sexuales en poco tiempo», detalla Colomer.
Esto último es un fenómeno creciente que enlaza con el consumo de pornografía entre adolescentes y jóvenes y su tendencia a reproducir las escenas que devoran en las pantallas de sus móviles. «Y son chavales muy jóvenes. A mí me da la impresión de que alguno hasta quizá busque revender las pastillas, porque no es normal», anota la farmacéutica Roca.
Colomer explica los riesgos de consumir estos fármacos sin supervisión médica: «Tanto el tadalafilo (principio activo del Cialis) como el sidenafilo (Viagra) funcionan ensanchando los vasos sanguíneos». A más amplitud de estos conductos más flujo para obtener la deseada elevación del órgano sexual. «Pero hay gente a la que puede afectarle si padece problemas de corazón, por eso es importante pasar antes por el médico y que éste autorice la receta una vez descartado el riesgo».
La experiencia de los farmacéuticos revela la existencia de una bolsa de población masculina valenciana dispuesta a obtener pastillas para la erección fuera del camino legal y deseable para la salud. Ante la barrera a la pastilla sin receta en las boticas, el pirateo de estos fármacos queda abocado a la amplísima oferta en internet. ¿Pero a qué precios? ¿Con qué peligros? Basta teclear, por ejemplo, «Cialis online sin receta» en un buscador para acabar en una de tantas webs en las que se comercializan comprimidos a precios muy por debajo del mercado legal.
Ahí aparece de todo: Cialis, Viagra, Cenforce, Hiforce, Kamagra... Mostramos la web a la farmacéutica de Tres Forques y se lleva las manos a la cabeza: «¡Madre mía!, pero si anuncia Cialis de 200 y la dosis máxima que se vende en España es de 20 miligramos. ¿Qué es esto? Este sitio tiene muy mala pinta».
A Roca le llama poderosamente la atención otro detalle: «La pastilla de 20 miligramos la están vendiendo a 5 euros cuando su precio legal es de 20, si tenemos en cuenta el precio de la caja. Eso si es que no es una estafa con el gancho de los precios bajos. A saber...».
Es ya célebre el 'colocón' o adicción por la inhalación del pegamento. Y algo parecido sucede con el Cloretilo. Aunque creamos que no, lo conocemos. «Es ese spray con el que los médicos de los equipos de fútbol atienden a los deportistas que se resienten de un golpe o lesión en un partido», explica el secretario del colegio de farmacéuticos.
Como describe la organización de información sobre drogas Energy Control, «se utiliza como anestésico local en medicina deportiva, pues ayuda a mitigar el dolor de los espasmos musculares». Es la crioanestesia, que proporciona al lesionado una sensación rápida de frío de hasta -200 grados en la zona afectada. Y eso alivia.
El problema es que inhalado produce un aturdimiento que engancha y persiguen algunos jóvenes. Las sensaciones van desde la «euforia, los cosquilleos, la desconexión del entorno, cambios en la percepción del tiempo o risa incontrolable», añaden desde Energy Control.
Poco antes de 2019 pasó de ser un medicamento bajo prescripción médica a producto sanitario. Por tanto, a la venta sin necesidad de receta. Y con ello llegó un considerable aumento de la demanda entre adolescentes y jóvenes en las farmacias valencianas. Tanto que resultaba más que sospechoso.
Frases como «me duele mucho el cuello» o «me he dado un golpe jugando al fútbol» comenzaron a erigirse como las trampas verbales que algunos empleban y emplean para intentar conseguir el Cloretilo con fines de consumo lúdico. «Son chavales de entre 16 y 20 años», estiman boticarios consultados que ya han aprendido a oler sus mentiras.
En su circular 30 de 2019 el Colegio de Farmacéuticos dejó muy claro los peligros: «Arritmias, convulsiones, el coma e incluso la muerte súbita». A pesar de no precisar receta y venderse fuera del canal de las farmacias, los profesionales han optado por aplicar el código ético: no venderlo a determinado perfil de clientes o aconsejar que vayan a su centro de salud para que se les administre algún tratamiento de urgencia.
«Hace unos meses vino la tía de un joven suplicando que no le vendiéramos más Cloretilo», revelan en la farmacia de Tres Forques. «Resulta que se lo habían prescrito por un fuerte dolor de cuello, pero en realidad lo estaba inhalando», describe Roca.
Los fármacos de la familia de las benzodiacepinas, como el Valium o el Orfidal, entre otros, siguen estando en el punto de mira de quienes buscan la confección de drogas o 'combinados' peligrosos con fines extrasanitarios. Y también los buscan sin receta algunas personas con problemas de adicción para calmar el síndrome de abstinencia, como han constatado farmacéuticos valencianos.
Pero hay más. Los profesionales están detectando peligrosos casos de abuso con estos fármacos que hace que algunas personas se enganchen y, sin haber pasado por el médico, intenten conseguirlos de manera ilegal. En el recuerdo de Colomer está el caso de una mujer «que empezó con Orfidal y acabó extendiendo un consumo abusivo en toda su familia». Éstos no tenían prescripción pero habían generado una dependencia y necesitaban también el fármaco.
Aparece aquí un gran temor de los profesionales: el fenómeno del préstamo o 'barra libre' del ansiolítico a personas del entorno del paciente. Y cita, como ejemplo, «esa costumbre extendida en algunos pueblos de poner tranquilizantes sobre la mesa en los encuentros familiares tras la pérdida de un ser querido».
Colomer alerta también de «cierto abuso» con fines no sanitarios de jarabes para la tos que contienen codeína, un alcaloide que deriva del opio. Y también de los medicamentos del grupo de los estupefacientes, para los que se requiere una receta especial, como el caso del fentanilo o la morfina, que se emplean para calmar dolores crónicos o muy intensos.
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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