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Pablo Alcaraz
Valencia
Lunes, 19 de febrero 2024, 00:30
Las drogas de moda entre los jóvenes son cíclicas, como una rueda que nunca se detiene y que siempre sabe cómo reinventarse. Primero fueron la cocaína y la marihuana, después el tusi (ketamina rosa) y el gas de la risa, pero ahora el papel ... protagonista lo tiene el popper. Este narcótico vasodilatador causa furor en todos los ambientes lúdico-festivos en los que se mueve la juventud valenciana pues facilita las relaciones sexuales por vía anal. Su popularización en los últimos tiempos se debe a la sensación de euforia y aumento de la líbido que lleva aparejado su consumo así como su fácil y barato modo de adquisición a través de Internet.
La irrupción del popper se ha producido de manera silenciosa, pues poco a poco ha ido ganándole terreno a otro tipo de sustancias utilizadas en los espacios de la noche. En silencio y lejos del revuelo mediático levantado por el estallido de la crisis del fentanilo, la droga que deja zombies a sus consumidores, este nuevo narcótico inhalatorio tiene un uso cada vez más extendido en Valencia.
La comercialización y el consumo de esta nueva sustancia psicoactiva está prohibida por las regulaciones española y europea por los componentes que constituyen este vasodilatador de la familia de los nitritos. Esta sustancia ha venido para quedarse y, hoy en día, ya engorda la cada vez más larga lista de drogas que conviven diariamente con la población. Eso sí, dada su situación legal irregular, todo lo relacionado con el popper se ejecuta de manera clandestina: desde su compra con un par de clics por Internet a su consumo en el baño de una discoteca.
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A pesar de las restricciones regulatorias, existe todo un mercado en la red en el que se comercializa esta droga. Una simple búsqueda por Internet arroja multitud de páginas web en los que se llevan a cabo la compraventa de esta mercancía: «Compra popper de todo el mundo a los precios más bajos. Importamos desde Canadá, Francia, Reino Unido, Países Bajos y Estados Unidos y seleccionamos sólo los mejores para nuestros clientes».
El popper se anuncia en la nube de manera muy similar a la interfaz de una tienda de ropa online. Sus comercializadores utilizan refinadas técnicas de marketing como la publicación de descuentos y ofertas sobre paquetes de frascos para llamar la atención de los compradores. Según ha podido comprobar este diario, se puede adquirir un frasco de popper de nueve mililitros por una importe de 7,5 euros.
De hecho, el Ministerio de Sanidad alerta de prácticas irregulares a la hora de llevar a cabo la distribución de popper en su Plan Nacional sobre Drogas burlando la ley. Según el departamento que encabeza Mónica García, algunos establecimientos eróticos y tiendas online «comercializan esta droga de manera ilícita haciéndola pasar como limpiadores de cabezales de ordenadores, sales de baño, disolventes o fertilizantes para plantas, para así camuflar su adquisición bajo la forma de productos legales a ojos de la normativa vigente».
El nitrito de amilo, principal componente del popper, fue descubierto en 1852. Sus primeros usos se dieron dentro del campo de la Medicina por parte del médico escocés Thomas Lauder Brunton a partir de 1857. Tan sólo cinco años después de haber sido analizado por primera vez, este doctor decidió administrarlo mediante inhalación para llevar a cabo el tratamiento de la angina de pecho de un paciente. No obstante, la sustancia dejó de utilizarse por su acción transitoria y la difícil dosificación. Actualmente, el nitrito de amilo se ha extendido a diversos sectores industriales, desde la conservación de alimentos hasta la fabricación de perfumes.
La faceta como vasodilatador sanguíneo y relajante del popper la ha convertido en la droga que reina en la práctica del 'chemsex'. La comunidad LGTBI comenzó a hacer uso de esta sustancia para mantener relaciones sexuales anales ya que facilitaba la penetración al relajar la musculatura próxima a la zona del esfínter. La bajada de tensión de venas y arterias se produce cuando sus las partículas del aroma entran en contacto con el sistema nervioso central. Los efectos del popper se desvanecen en un par de minutos, requiriendo de mayores dosis y de forma más continuada para conseguir llegar al punto de éxtasis aumentando así la tolerancia del organismo a esta sustancia.
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Sanidad alerta de que se ha visto que al desinhibir a las personas a través de la toma de drogas durante el sexo «aumenta el riesgo de que realicen prácticas de mayor riesgo y contraigan infecciones de transmisión sexual (ITS), como el VIH o la sífilis, y en mujeres que aumentan los embarazos no deseados». Las cifras que maneja el área de Marciano Gómez han encendido todas las alarmas porque las autoridades sanitarias han diagnosticado más de 1.550 casos de este tipo de patologías entre los años 2019 y 2022. Este dato representa un 40% más con respecto a hace cinco años.
Desde el centro de desintoxicación Ivatad de Valencia defienden «la incuestionable evidencia de la adicción al popper» a través de tres estudios empíricos que demostrarían el enganche que puede producir la inhalación continuada de esta droga. La entidad contra la drogodependencia se refiere al término 'adicción ' como «el estado en el que el cuerpo se ha adaptado a la presencia de la droga y su ausencia provoca síntomas de abstinencia». Sin embargo, también matiza que los informes de investigación sobre este asunto «son escasos» y que los componentes del popper no generan adicción por sí mismos sino que son los propios consumidores quienes sienten la necesidad de tomarla en determinados contextos. Este tipo de dependencia se conoce como adicción psicológica.
Este periódico ha encontrado el testimonio de Fran, que consume esta sustancia de manera intermitente desde que la probó por primera vez hace menos de un año. El joven responderá a esta identidad ficticia a lo largo de este reportaje para preservar su verdadero nombre. Fran tiene 21 años y tomó popper hace diez meses en un ambiente de fiesta. Dice haber repetido la experiencia en diversas ocasiones desde ese momento siempre en el clima del entretenimiento nocturno. Define la sensación de éxtasis como «un pequeño mareo de diez segundos comparable a cuando se le dan dos caladas profundas a una cachimba».
Fran explica que cuando consume popper nota una bajada de tensión que le relaja el cuerpo por completo así como quemazón y palpitaciones por toda la cara. Según este chaval, el vapor que sale del frasco sale con mayor compresión, es decir, con mayor carga cada vez que se destapa el tarro y sus efectos son mayores cuanto más larga y profunda es la inhalación. Este joven relata que no ha desarrollado una dependencia diaria del popper, sino que su consumo está vinculado a ocasiones puntuales relacionadas con el ocio nocturno.
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El testimonio de Fran concuerda con los peligros que advierten los sanitarios en cuanto al uso de este tipo de productos. La sintomatología coincide bastante con las consecuencias de la ingesta continuada de alcohol pudiendo así confundirse con sus mareos, vómitos y taquicardias. Asimismo, las autoridades sanitarias advierten del peligro de formar una mezcla 'explosiva' al mezclarla con otras drogas que afecten al sistema cardiovascular así como que las personas con patologías previas como la anemia o problemas cardiovasculares deben mantenerse alejadas ya que presentan un mayor riesgo.
El popper es corrosivo e inflamable por lo que no se desaconseja de forma tajante su ingesta por vía oral. «Si el líquido toca la piel de la nariz quema mucho y deja una herida en forma de costra», declara Fran quien también reconoce haber sufrido escozor y rojez en los ojos al haber tomado popper.
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