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«Lo de que el pueblo ayuda al pueblo es real. Si no hubieran venido vecinos o gente de otras provincias, aún estaríamos desamparados». Palabras de Juanjo, uno de los vecinos que se han erigido en portavoces de la finca de la calle Albal número 30, en Catarroja, desalojada por riesgo de derrumbe en la tarde de este lunes 11 de noviembre. Esta medida, tras inspecciones realizadas por parte de los técnicos, se han llevado a cabo en otras fincas de la localidad hasta afectar a unas 100 viviendas, según datos difundidos este martes por el Ayuntamiento. Decisiones como esta ya se toman también en otras localidades afectadas por la DANA del pasado 29 de octubre, como Paiporta, Massanassa, Aldaia o Torrent.
Un técnico ha explicado a los vecinos afectados que muchos inmuebles se están viendo afectados en su estructura a causa de las humedades, y de que no se siga el protocolo para el vaciado de los aparcamientos subterráneos. Por este motivo, el Ayuntamiento ha prohibido en las últimas horas que los vecinos leven a cabo estos trabajos por su propia cuenta. Sin embargo, estos se muestran cada vez más indignados. Como ejemplo, los de esta finca desalojada en la calle Albal, que se quejan por el momento (bien entrada la tarde, cuando ya era de noche) y las maneras en las que les dijeron que debían abandonar su casa.
«Nos dijeron literalmente que nos buscásemos la vida, y eso es lo que ha tenido que hacer la gente», lamenta Juanjo. «Nosotros somos un poco los que estamos representando a una comunidad de 50 viviendas, por lo que puede haber entre 250 y 300 personas afectadas. Y la gran mayoría mayores, algunas familias con niños pequeños, con animales», subraya Salva: «En mi caso, me paso el día por aquí y ya por la tarde voy hacia la casa de mis suegros, en Valencia, que están cuidando de mis hijos».
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«Todo ocurrió entre las 19 y las 19:30 del lunes. Vinieron con la Guardia Civil dando golpes a las puertas, diciendo que teníamos 3 minutos para coger lo que pudiéramos y salir de aquí, por el riesgo de derrumbe», relata Salva: «No tenemos ni ropa, ni las escrituras de la casa, ni nuestras cosas de valor. Está todo precintado por orden judicial». Y desamparados: «Los servicios sociales ayer no trabajaban y nos han dejado un poco tirados».
Cada uno hizo lo que pudo. Unos se marcharon a casa de familiares, otros de algún amigo o vecinos que ya saben lo que es vivir desde hace dos semanas bajo los efectos de la tragedia… pero al menos no les han dicho que su techo se tambalea. Juanjo y Salva charlan mientras los técnicos del IVE (Instituto Valenciano de la Edificación, dependiente de la Universitat Politècnica) inspeccionan la finca. Esta escena se repite cada vez en más edificios de poblaciones afectadas por la DANA. Junto a los vecinos aguarda un arquitecto, contratado por ellos. Espera a la autorización para entrar en la finca realizar un informe valorando las reparaciones necesarias. Todo deberá ser en su momento supervisado por un perito, que tendrá que volver a analizar las obras de reparación que se lleven a cabo.
«¡Es que nos lo hemos hecho todo nosotros! Llevamos desde el primer día solos. Sólo nos ayudan los voluntarios, porque el Ejército no vino hasta los 7 días… y ahora nos quedamos sin casa», lamenta Salva. El entorno es dantesco. Se hallan junto al barranco y al lado de un túnel. «Eso lo desatascamos nosotros, igual que sacamos el agua que había en el aparcamiento subterráneo», reitera Juanjo. Los vecinos están hartos de malvivir en un entorno durísimo: «Esto es una guerra». La tarde de la DANA salvaron la vida a un hombre cuando ya se lo llevaba la corriente. «Estuvimos varios días conviviendo con un fallecido. Había que pasar a su lado para ir a esa fuente a por agua para limpiar los retretes. También ha estado aquí cerca el cuerpo de un caballo, de un perro… todo eso es riesgo de infecciones», denuncia Juanjo. El suministro hídrico regresó el sábado pasado, 9 de noviembre, y estuvieron sin gas o electricidad como cinco días. «Tuvimos coches apilados hasta un tercer piso. Porque nos ayudaron voluntarios… pero hemos estado olvidados por parte de todas las administraciones, la local, la autonómica y la estatal. Aquí sólo nos han ayudado los voluntarios, sin ellos todavía estaríamos desamparados», especifican.
Ahora se han quedado sin casa. Porque mientras charlan, salen de la finca los técnicos del IVE. También hay tres agentes de la Guardia Civil. Les informan de que el edificio está precintado. Acudirán los Bomberos con arquitectos para decidir las actuaciones necesarias. A última hora del martes y al cierre de esta edición, Salva informa de que este miércoles finalmente podrá acceder con su arquitecto a la finca para evaluar también la situación del inmueble. Hay construcciones que directamente están para derribar. No es el caso, al menos no lo parece, pero sí será preciso apuntalarla. Y por lo que han vivido estos vecinos, que tienen desde hace ya más de dos semanas continuamente el miedo en el cuerpo, pueden sentirse afortunados: están vivos. «Hay gente que tiene continuamente ataques de ansiedad y ya están tratados con pastillas», subrayan. Respiran, pero se estremecen cuando no saben si a estas horas tienen un hogar.
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