Son los ocho pueblos del barro, donde muchas plantas bajas y garajes continúan sepultados lodo casi un mes después de la tragedia. No obstante, la ola de solidaridad de los voluntarios y el esfuerzo a base de sangre, sudor y lágrimas de los ... vecinos han sido claves para recuperar cientos de locales residenciales y comerciales. Tres semanas después de la devastadora DANA, la Diputación activó este martes un plan de choque con contratos «de emergencia» en Alfafar, Benetússer, Picanya, Catarroja, Paiporta, Albal, Massanassa y Sedaví, los municipios más castigados por la catástrofe. A base de máquinas de agua a presión, bombas de achiques, palas y capazos la lucha contra el lodo que se libra calle a calle, puerta por puerta en estas ocho localidades sigue sin tener visos de acabar pronto.
Publicidad
Decenas de calles del municipio siguen con el barro que se forma del agua de la limpieza de los garajes más la tierra que está por todo el pueblo. A Marcial se le inundó su planta baja, donde tenía cinco vehículos clásicos de una colección, tres coches y una moto que se estimaba mucho. «Los bomberos de Valencia me abrieron la persiana y había 30 centímetros de lodo, me ayudaron ellos y los voluntarios a vaciarlo de barro, pero aún queda bastante y tengo que seguir vaciando yo. Me he ido fuera a vivir, aquí no se puede, no hay casi nada abierto y también por salubridad», asegura.
También la planta baja donde tenía su coche Víctor sigue anegada. «Hay mucho barro, y siguen muchos vehículos por sacar, hasta que no quiten los coches no puedo limpiar. Los seguros dicen que vayas al consorcio y el consorcio, al Ayuntamiento, pero somos muchos afectados», indica. Sobre las ayudas recién anunciadas de la Diputación expresa que «tres semanas después es mucho retraso, pero más vale eso que nada, toda la ayuda bien recibida será».
La Ferretería Hogar Rachadell S. L., un negocio familiar que lleva más de 56 años abierto en Sedaví, es otra víctima de la riada. Mientras un ejército de voluntarios ayudan a Juan Carlos, uno de sus propietarios, a limpiar los estantes de su almacén, este dice no tener «ni un gramo de optimismo» de cara a la reapertura. El dueño cifra en 300.000 euros la ayuda que debe percibir para no tener que bajar la persiana para siempre. «Somos la única ferretería de Valencia que abastece a los 17 establecimientos de IKEA, la Universitat Politècnica de València, el puerto… Necesitamos recursos», lamenta.
Publicidad
Juan Carlos critica que los políticos no llevan intención de solucionar el drama y que hay muchísimos comercios que van a tener que cerrar. «Esta es la máquina del fango de la que tanto hablaban los políticos en el Congreso y todos ellos nos han traído 220 muertos». En el interior del local, el lodo rebasó con holgura el metro y medio de altura y dejó todos los productos y la maquinaria totalmente inservibles. «Aquí no ha entrado ningún servicio de emergencias, sólo voluntarios. Ni en tres vidas les podré agradecer su ayuda«.
Jesús es un guardia civil jubilado que reside en Picanya. Recientemente fue operado de un cáncer y dentro de dos semanas recibirá tratamiento. Los médicos le han aconsejado permanecer en casa, pero no puede: la voluntad de ayudar lo llama. Logró rescatar de su trastero arrasado por el lodo una caja fuerte con dinero y joyas, pero por culpa de un error del servicio de recogida de basura la ha perdido para siempre.
Publicidad
La riada también estropeó sus herramientas, películas de cuando estuvo destinado como militar en el Sáhara o fósiles… En definitiva, todo aquello que permanecía almacenado en el trastero y que para Jesús «tenía un valor incalculable». Lleva desde las siete de la mañana esperando que la UME le ayude a sacar las aguas fecales que todavía hoy inundan su trastero. Se siente decepcionado por la burocracia y recuerda que su comunidad de vecinos tuvo que contratar camiones cuba privados por valor de 7.800 euros para limpiar el aparcamiento.
En la gestoría que regenta Toni y su familia no empezaron a limpiar desde el primer día porque priorizaron hacerlo en las viviendas. Pero el local quedó destrozado y hubo que trabajar duro. «El nivel del agua llegó a un metro pero el barro fue una locura. Y esto al ser todo archivos en papel, se ha perdido todo. Hemos ido tirando todos los papeles, pero el barro ha dañado todo el mobiliario, cristales etc, hay que quitarlo todo», indica. Ahora no le para de sonar el teléfono con clientes que quieren tramitar las ayudas. «Necesitamos dar el servicio de atención, por eso mientras muchos empleados están teletrabajando».
Publicidad
También en esta localidad Alejandro perdió todo lo que tenía en su bajo, que él cifra en unos 4.000 euros. «Había 50 centímetros de barro, metía el pie y me quedaba pegado, no podía salir. Tenía un montón de material, me gusta hacer muchos trabajos y tenía mucha herramienta, no me queda nada. Tenía un andamio, un compresor de aire, un soldador, todo lo he perdido», lamenta el hombre.
En una casa típica de pueblo, la madre de Vicente estuvo muy cerca de morir. «La pude sacar cuando tenía el agua por el cuello», recuerda. Ahora trabaja con la ayuda de voluntarios en sacar adelante la vivienda, que sigue con mucho barro. «Está todo lleno de fango. El patio no traga, está colapsado, estoy esperando que venga el seguro pero sigue esto anegado», lamenta. «Los voluntarios y la Policía Nacional me ayudaron a sacar el lodo, pero aún queda trabajo, desembozar la tubería, porque ahora limpio y se queda todo aquí y el agua vuelve a la casa porque no traga, es desesperante», explica el joven.
Publicidad
En esta localidad hay comercios como un bazar chino y una óptica a donde no se ha podido entrar aún porque hay un gran socavón en el suelo, y está todo precintado, y el barro está igual que el 29 de octubre. En la planta baja de Rodolfo aún quedan 20 centímetros de barro «y ya hemos sacado más de un palmo», añade. «Ahí enfrente había un mecánico de bicicletas y tenía la tienda llena, las ha perdido todas. Yo he hecho todo lo que he podido para ayudar y tengo 76 años. Ni duermo, ni descanso, esto ha sido una barbaridad», dice consternado.
Carmen se siente abandonada junto a la puerta del garaje de su finca, en el corazón de Paiporta. Esta maestra jubilada denuncia que los vecinos de su bloque son «una pelota de ping pong» entre el Ayuntamiento y la UME, pues, según ella, ambos escurren el bulto de achicar el lodo que permanece todavía en su trastero y aparcamiento subterráneos: «Todos pasan de nosotros, desde el viernes no ha venido ningún efectivo de emergencias». Por el momento, todos los avances de retirada de barro lo han hecho entre los residentes y los voluntarios que han acudido en su auxilio. De hecho, se le ha deslizado a la comunidad vecinal que contrate por su cuenta un servicio de camiones cuba para la limpieza.
Noticia Patrocinada
Esta vecina de Paiporta lamenta haber perdido su coche, una colección de libros infantiles de animales que le encantaban a su hijo y una colección de figuras de Lladró que eran propiedad de su madre. «Qué pena... me duele aunque de las cosas materiales se pueda prescindir», suspira con pesar.
Las pérdidas para Samer son muy superiores. «Tenía unas máquinas porque me dedico a la fabricación de máquinas a medida. El agua me las inundó todas, he perdido unos 50.000 euros, porque son muy caras y de precisión. Tengo una fresa, un torno, una sierra industrial y se ha perdido todo. La persiana que se rompió me la paga el seguro del edificio. Por ahora me he puesto un paraban casero que me he hecho yo, que se ajusta para que no entre nadie ahora que no hay persiana», señala.
Publicidad
Uno de los garajes de la calle Fernando el Católico de Benetússer seguiría hasta arriba de lodo si no fuera por un grupo de seis colombianos que se han desplazado desde Valencia para ayudar a algunos de sus compatriotas. «España y su gente nos han acogido y nosotros tenemos que ser agradecidos y venir a ayudar», comenta Andrés mientras llena un cubo de barro a base de palazos. Este joven ha aterrizado en Valencia hace poco, no tiene trabajo y ha preferido venir a arrimar el hombro junto a los afectados que quedarse en casa.
Gracias al incansable trabajo de estos jóvenes latinoamericanos ya han conseguido despejar la mitad del aparcamiento. Llevan desde el viernes dale que te pego con una bomba de achique de baja potencia, pero aún les quedan unos quince días de faena por delante. «Los servicios de emergencia deberían trasladar la maquinaria más rápido porque nosotros sólo tenemos nuestras manos para quitar el lodo», lamenta Andrés.
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.