
«Soy como un puzle al que le falta una pieza»
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Vicente Martínez se considera 'niño robado'. Lleva una década buscando a sus padres biológicos, tras el rastro de la trama«Incompleto». Así dice sentirse hoy Vicente Martínez, «como un puzle al que le falta una ficha». Es el rostro valenciano de la trama de ... los 'niños robados'. El vecino de l'Eliana, de 49 años y padre de dos hijos, lleva ya una década buceando en su pasado en busca de respuestas. Y de justicia. Tras descubrir que, nada más nacer, sufrió un irregular 'cambiazo' de familia por 100.00 pesetas.
Todo empezó en 2010. «Entonces salían a la luz casos aislados en televisión. Mi mujer pensó que yo podía ser uno de ellos». Alimentaban sus sospechas «actitudes extrañas de mis padres hacia mí, cosas a las que nunca di importancia». Y, «con ese sexto sentido que tienen las mujeres», su esposa «acertó de lleno». Vicente «era hijo único, con padres muy mayores, sin fotos de mi madre embarazada en casa, sin parecido a ellos».
El detonante fue un chismorreo entre vecinas durante una verbena estival. Entre los comentarios, una palabra llegó a sus oídos: «adoptado». Y al final «me lo confirmaron, ellas pensaban que yo ya lo sabía». Vicente tenía 38 años. Era agosto de 2010 «y ahí empezó mi aventura». No se lo terminaba de creer, «pero había algo dentro de mí que me impulsaba a moverme, a buscar respuestas», relata.
Comenzó una labor casi detectivesca donde las pistas eran su propia vida. «Pedí la partida de nacimiento, el legajo, la fe bautismal... En todos los documentos figuraba como hijo biológico de mis padres». Buscó al médico que firmó su nacimiento pero había fallecido años atrás.
Vicente dio con el cura que le bautizó. «Me presenté en su iglesia con mi familia una fría tarde de noviembre y me confirmó también que era adoptado». Pero comenzaron a levantarse barreras. «Me dijo también que no siguiese, que mis padres me habían querido y cuidado bien, que para qué buscar...».
Al menos logró sonsacarle datos de una monja que conocía y con la que mantuvo contacto cuando lo adoptaron. «Era la encarga de maternidad de La Salud». De nuevo, camino cortado. Había muerto. Ya con una orden judicial, buscó el sendero de los historiales de nacimientos del hospital. «Pero desde 1977 no guardaban ningún registro de madres parturientas». Sin rastro documental.
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Agotados todos los recursos, interpeló directamente a sus padres adoptivos. «Al principio me lo negaron, pero días después me confesaron la verdad». La adopción fue «por mediación de nuestro amigo el cura y una monja». Pagaron «unas 100.000 pesetas (600 euros) para poder falsificar la partida de nacimiento». Ese dinero equivale a un piso del año 72. Recogieron a Vicente «recién nacido, con horas de vida, envuelto en sábanas, desnudo» y sin identificación alguna.
Su lucha continuaba. Pero también la de otros muchos en España con historias calcadas. Contactó con la asociación de víctimas de bebés robados y recorrió decenas de medios de comunicación para denunciar su caso, también con la esperanza de que sus verdaderos padres le reconocieran. Fue el primer 'niño robado' valenciano que daba la cara.
Su inquietud le ha costado muchos disgustos. «Se rompió mi relación con mis padres y con toda la familia. No lo aceptaron ni lo entendieron. Me apartaron de sus cuentas bancarias, me desheredaron y hasta cambiaron la cerradura de su casa para que no entrara». Tras fallecer sus progenitores adoptivos, se truncó por completo el contacto con el resto de la familia.
Y casi 11 años después, Vicente sigue «en la lucha». Ha participado en más de una decena de cotejos de ADN con diferentes madres a nivel nacional. «Coincidían fechas, datos, parecidos físicos... Pero nada». Tras recorrer medio país por platós con la esperanza de ser reconocido, su única esperanza hoy son los bancos de ADN. «Tengo mi huella genética en varios laboratorios españoles y extranjeros. Quizá mi madre o algún familiar me busque, aporte su huella y surja el cruce». Espera la llamada que complete el puzle.
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