El «gasto, gasto y más gasto» que viven los comercios de la zona cero para reanudar su actividad tras la riada se suple con solidaridad, solidaridad y más solidaridad. En una anómala campaña comercial de Navidad, donde el espíritu navideño se mezcla con el ... dolor y el duelo por los fallecidos por culpa de la dana, la reapertura de estos negocios que suelen hacer su agosto en pleno diciembre ha sido una luz de esperanza después de tanta tragedia. Carla, una joven paiportina de 23 años, regenta un establecimiento de papelería y juguetería que recibe y devuelve a partes iguales la ayuda que le brindan sus clientes para salir adelante.
Publicidad
La papelería L'Escola fue una víctima más del lodo del pasado 29 de octubre. Al estar ubicada a apenas un centenar de metros del barranco del Poyo, la tromba de agua destrozó todo lo que había en su interior. Juguetes, accesorios personalizados, mobiliario, maquinaria, recuerdos... todo quedó embarrado y muchas de las cosas inservibles. A pesar de la desgracia, Carla opina que los vecinos pueblo está apoyando al pequeño comercio «porque la gente ha perdido mucho, pero también necesita reponer mucho». Y es que en el bajo número 14 de la calle Mestre Palau de Paiporta, las ganas de celebrar las fiestas sí están presentes. De hecho, lo primero que se montó en su reapertura fue un árbol de Navidad. «Se hará todo por los niños», explica Carla en referencia a las montañas de regalos que decoran su establecimiento.
El negocio abrió sus puertas hace dos semanas, casi más para ofrecer un servicio público a sus vecinos que otra cosa pues la papelería de Carla es uno de los pocos o el único local comercial de todo Paiporta que recibe servicios de paquetería a domicilio. «Los clientes intentan comprar ropa de niño por internet, porque aquí no hay, pero después acuden al pequeño comercio para ayudar», asegura esta joven emprendedora.
La acogida de la iniciativa 'Pels menuts' ha vuelto a desbordar la solidaridad en Paiporta. El buzón de la tienda de Carla para que los pequeños dejaran una carta con los regalos que querían por Navidad se llenó enseguida asó como las solicitudes on-line. «Se recibieron 1.400 cartas», expresa la joven.
Los niños escribían en una lista res artículos que querían recibir como presentes para estas fiestas y un ejército de duende, personas que querían ayudar, han hecho realidad sus deseos comprandoles los regalos para hacerles volver a sonreír.
«A grosso modo hemos calculado entre 35 y 40.000 euros, entre productos y mobiliario», asevera la propietaria de la papelería L'Escola antes de enumerar una larga retahíla de gastos. Arreglar la persiana rota por la que se cuela el polvo en suspensión que ensucia los productos de los estantes son 2.000 euros, también ha tenido otros importe de la misma cantidad para la compra de nuevo mobiliario, para reponer los ordenadores se ha tenido que gastar otros 1.400 euros con descuento, 600 en la impresora de sublimación, 300 euros más en la recortadora, otros cientos en la prensa de diseño...
Publicidad
A día de hoy, Carla ha podido reparar casi todos los desperfectos. Ha tenido que comprar nuevo mobiliario, maquinaria y ordenadores, aunque también se ha visto obligada a montar una pared de planchas de yeso. Pero lo que más de 50 días después todavía sigue con daños severos es el cuadro de luces, provocando que muchos de los enchufes del local no funcionen. La madera del armario que lo envuelve está podrida y, pese a que la marca de agua todavía se aprecia en la pared, el lodo se quedó al filo de cubrir el contador. Las tuberías no corrieron la misma suerte y su interior lleno de barro petrificado: «Me han dicho que es seguro mientras no se toque, pero quiero que venga el perito y lo vea porque esto hay que cambiarlo».
«He podido abrir las puertas gracias a los 8.000 euros de Juan Roig», dice la dueña de L'Escola. Los 5.000 euros de ayudas del Estado se ingresaron en su cuenta el pasado jueves «casi dos meses después…». «Yo no me planteo invertir dinero aquí hasta saber cuándo puedo empezar a recuperarlo. Hay facturas que pagar», añade Carla que aprovecha para recalcar la comprensión que tuvieron sus proveedores ante la situación excepcional.
Publicidad
Recordando lo que sucedió el fatídico 29 de octubre, Carla dice que no sabe si tuvo «la suerte o desgracia» de no estar en la tienda el día de la riada. Paiporta quedó anegada a las 19.30 de la tarde, pero a las 8.00 de la mañana la casa de esta joven en Montroy ya estaba inundada por lo que decidió quedarse allí achicando agua en lugar de ir a trabajar. Por culpa del temporal estuvo sin luz y sin cobertura, es decir, no se enteró de la magnitud de la catástrofe que había azotado la provincia de Valencia, cebándose especialmente con su localidad natal.
Al día siguiente, Carla fue a Paiporta sobre las 10.00 de la mañana y define la estampa que se encontró al entrar en el pueblo como «un apocalipsis zombi, pero sin zombies y con todo el mundo lleno de barro». Tras ser consciente de lo que había pasado, se fue rápidamente a por suministros de comida para sus familiares.
Publicidad
Noticia relacionada
Elísabeth Rodríguez
Sin embargo, cuando llegó a la puerta de la papelería, la persiana estaba ya abultada por el impacto de un coche arrastrado por el torrente. En el interior de la tienda y la trastienda, donde Carla tiene un pequeño taller de confección y personalización de artículos, el agua y el lodo superó los 1,70 metros de altura.
La virulencia de la tromba de agua fue tal que el primer día no pudieron abrir la persiana y en la segunda jornada optaron por deslaminarla y tratar de volver a cerrarla ante la ola de robos que estaban habiendo en los comercios de la zona cero. En esta primera entrada en el local, Carla y los voluntarios que la ayudaron pudieron retirar los artículos que se habían salvado en los estantes más altos y algunos objetos de valor sentimental como la gorra de guardia civil de su abuelo o la caja registradora con billetes llenos de barro. «No había mucho dinero dentro porque habíamos hecho recientemente una retirada de efectivo para dejar el cambio justo», suspira aliviada.
Publicidad
Carla dice que suele cerrar a las 19.30, por lo que la inundación le hubiese pillado de pleno dentro del negocio. «Hubiese sido una ratonera…», declara con pesar ya que se temía lo peor puesto que de normal primero baja la persiana y después sale ella de dentro. Para más inri, la puerta se abre hacia fuera y reconoce no saber qué hubiese hecho si se hubiera quedado atrapada como tantos valencianos en la peor de las riadas de la historia de España.
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
El pueblo de Castilla y León que se congela a 7,1 grados bajo cero
El Norte de Castilla
Publicidad
Te puede interesar
El pueblo de Castilla y León que se congela a 7,1 grados bajo cero
El Norte de Castilla
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.