Consecuencias del temporal. IRENE MARSILLA

La Comunitat: una región sumida en los extremos climáticos

La Comunitat se mueve entre la sequía y trombas como las de esta semana, del sofoco a las temperaturas gélidas, una disparidad de fenómenos cada vez más acusada

Pablo Alcaraz

Domingo, 17 de septiembre 2023, 00:46

Nunca suele llover a gusto de todos, como rara es la vez que hace la temperatura idónea que desea cada uno. El tiempo es una caja de sorpresas fruto del azar de los fenómenos meteorológicos. Durante los últimos años, la Comunitat y su clima ... mediterráneo han experimentado algunos efectos visibles del cambio climático global que ha puesto en jaque el planeta. Como consecuencia de estas alteraciones, la autonomía ha caído en una bipolaridad climática que tiene visos de quedarse para siempre.

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La equidistancia entre los periodos de inundaciones y los de sequías ya no existe. El calor le come cada vez más terreno en el calendario al frío pero este último, cuando llega lo hace de manera gélida. El resultado de todo esto es que la balanza ya no es proporcional y, hoy en día, la Comunitat está a merced de los vaivenes de los extremos climáticos como las lluvias torrenciales desestacionalizadas, las rachas de viento huracanado o la ebullición de las aguas del Mediterráneo.

Los nueve meses transcurridos de este 2023 son una muestra perfecta de los reveses climáticos y las previsiones de cara a lo que queda de año no son para nada halagüeñas. Todo empezó con una Nochevieja tropical en la que los valencianos se comieron las uvas con una máxima de 23 grados, una temperatura primaveral tan solo diez días después de haberle dado la bienvenida al invierno. Habrá quienes señalen que este hecho fue un presagio de lo que iba a acontecer el resto del ejercicio, el prefacio de un año que quedará para el recuerdo.

En febrero tocó rebuscar en el armario y desempolvar la ropa de invierno tras la llegada del frío polar ártico. Una serie de temporales como Juliette convirtieron al segundo mes del año recién estrenado en el más frío en cinco años. Esta borrasca dejó sensaciones térmicas de veinte grados bajo cero por todo el territorio mientras que en algunos puntos como Castellfort o Fredes el mercurio rozaba los diez grados negativos. Sin embargo, en marzo llegó la primavera envuelta por una inusual ola de calor que trajo consigo el incendio de Villanueva de Viver. Las llamas calcinaron cerca de 5.000 hectáreas forestales. Este episodio es recordado por los vecinos de las comarcas del interior castellonense como el enésimo epílogo del cuento de nunca acabar después de la catástrofe de Bejís que tuvo lugar en el verano de 2022.

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El verano rompe récords

Con la llegada de las vacaciones, la locura del clima alcanzó cotas nunca antes vistas. Valencia estaba acostumbrada a no pegar ojo en las noches tropicales, aquellas en las que los termómetros no bajan de los veinte grados. A lo largo de este verano, las noches tórridas se han impuesto hasta tal punto que han batido el registro vigente desde hace 80 años. La ciudad ha contabilizado más de 75 jornadas con noches por encima de los veinte grados, 27 de las cuales han estado por encima de los veinticinco.

Este mes de agosto será recordado como el segundo más cálido hasta la fecha con una temperatura media de 26 grados, a sólo dos décimas de igualar el registro más alto ostentado por el del año 2012. Los dígitos han sido impulsados al alza gracias a otros dos hitos que han tenido lugar durante el segundo mes del verano relacionados con las altas temperaturas. En tierra firme, el mercurio del observatorio del aeropuerto de Valencia contabilizó 46,8 grados, la marca más alta en sus casi tres décadas operativo. Por su parte, en el mar, incluso el Mediterráneo sudaba la gota gorda. La boya con la que la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) registra la temperatura acuática de las playas de la ciudad de Valencia publicó que la temperatura máxima con la que el mar llegó a hervir fue de    29,48 grados. La cercanía de este dato a los treinta grados se ha convertido en un fenómeno que surca las aguas valencianas de manera demasiado frecuente en los últimos años. Sin embargo, este registro se quedó a tan sólo medio grado de superar el récord histórico marcado el año pasado.

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Las consecuencias de este verano tan bochornoso no solo han afectado a los humanos sino también a las especies de la fauna marina. El incremento en el número de avistamientos de medusas    así como de tintoreras en la orilla de los arenales valencianos no es fruto de una mera casualidad. Los animales se han visto desorientados por el cambio de la temperatura del agua y, por tanto, de las corrientes submarinas que los han traído hasta las costas de la Comunitat sin remedio.

Las previsiones para este otoño pronostican calidez y pocas precipitaciones, algo que no casa con la idiosincrasia del clima mediterráneo. Las gotas frías suelen hacer su aparición entre los meses de septiembre y diciembre, pero el presente año le ha dado una patada al calendario. Fruto de ello, a algunos valencianos les sorprendió de más la tromba de agua que cayó a principios de semana sobre la Comunitat y que ocasinó numerosos incidentes. En la memoria de muchos todavía está la tragedia ocasionada por una inclemencia similar en el festival de conciertos Medusa de Cullera que dejó un muerto hace apenas un año. Dicen que 'el tiempo está loco' o, mejor dicho, el ser humano lo ha enloquecido.

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