La supresión de la línea Valencia-Cuenca-Madrid ha desconectado a Camporrobles.H. E.
La Siberia valenciana se derrite
Valencianos en la frontera ·
Camporrobles forma parte de la España vaciada. Ahora también de la desconectada, tras suspenderse el servicio de tren. Aislados y mirando al cielo, porque el calor deshidrata el cereal y los bolsillos
En la terraza del bar de la Cooperativa de Camporrobles, tres mujeres hablan del cereal, de la viña y de los seguros agrícolas. Una de ... ellas, que lleva el pelo corto, luce canas y viste una bata, se enchufa un Ducados entre pecho y espalda mientras opina del cielo, del calor y de la falta de lluvia. No son agricultoras pero saben de qué va el tema y los cuartos que se juegan. La sequía esta deshidratando los cuerpos y los bolsillos. En un pueblo, con sentarte en la terraza del bar, es suficiente para hacerse una idea del minuto y resultado del partido.
Publicidad
Un rato antes, Víctor había aparecido por un camino de La Loberuela, una aldea de Camporrobles en el linde con Aliaguilla. En la España vaciada, porque en la Comunitat Valenciana también hay pueblos de ausencias, encontrarse con un forastero es casi siempre motivo de alegría. Una novedad en la rutina. «Hola, soy Víctor», se presenta. Al saber que soy periodista de LAS PROVINCIAS, tira de memoria y dice: «Aún me acuerdo en los ochenta, un invierno con veinte grados bajo cero y una gran nevada. LAS PROVINCIAS tituló que Camporrobles era la Siberia valenciana, y con ese nombre nos hemos quedado», señala, al tiempo que desvela que tiene 58 años y que es de La Loberuela, una aldea que cabe en una curva de carretera.
La inercia nos lleva a dar un paseo, mientras el ladrido suelto de algún perro acompaña los trinos de los pájaros. El campo te descubre que todavía la naturaleza canta. En un mirador, sobre las casas-cueva restauradas, se divisa la cañada. «No he conocido un año como este, no ha llovido nada y lo vamos a pasar muy mal», apunta. La España vaciada no le importa un pimiento a los políticos. «Se llenan la boca de hablar de la España despoblada y luego no hacen nada. Mira ese campo de cebada -señala-, el 90% se va a perder. No ha llovido, la planta no ha crecido y el grano está tierno, por lo que se lo comerá el sol. Todo será más caro y no sólo eso, hay riesgo de desabastecimiento. Cuando en los supermercados falten productos, que vayan a preguntar a los políticos», apunta Víctor.
Los campos cereales han sucumbido al calor. La cosecha va a ser mala por la falta de lluvia.
Camporrobles es tierra de molinos, de los de las eólicas que han colmado las montañas de árboles blancos con aspas. Y también es paisaje de secano, de vid y cereal, antesala de Castilla-La Mancha, a la que se entra por el Rabo de la Sartén. Es Tierra Bobal. Terreno de yacimientos.
Publicidad
«Aquí nos han dejado abandonados, porque no le interesamos a nadie. Lejos de todo y de todos», lamenta Víctor.
El abandono se traduce en datos y hechos. No hace mucho había tres sucursales bancarias y ahora sólo queda una, que no abre todos los días de la semana. En la oficina de Cajamar de la avenida de la Purísima hacen cola para entrar varias personas. Unos metros antes, decenas de ovejas lechales balan clemencia desde el remolque de un camión de ganado. Desconocen su suerte. Y unos metros más allá, un tapicero ambulante grapa unas sillas mientras en otro coche, su hijo, da vueltas sin parar por el pueblo anunciando su llegada con un megáfono. El hombre grapa a pleno sol, en un día de calor impropio en la Siberia valenciana.
Al final de la avenida, luce la estación de ferrocarril. El reloj marca las 10:33 horas. De día, tarde y noche. Allí se ha detenido el tiempo. En el andén ni hay banco ni está Penélope. En un depósito de agua, el clamor de un pueblo: «Queremos Tren. Camporrobles con el ferrocarril público y social». Han aislado a los aislados. Desde el 7 de septiembre de 2021 ya no pasan los trenes, a Renfe no le renta el servicio de la línea Valencia-Cuenca-Madrid. Despoblación y desconexión, el cóctel para matar a un pueblo que brama contra la soledad y al que todos ponen oídos sordos. «Han quitado el tren, han puesto un autobús pero con horarios reducidos y han multiplicado por mil nuestro aislamiento», lamenta Víctor.
Publicidad
Un camporruteño pasa la mañana en una parada en la qe no hay carretera ni autobús.
A la vuelta de la estación, que ya se ha convertido en parada fantasma, el tapicero sigue con sus sillas, en la sucursal se agolpa más gente con la libreta de ahorro en la mano, las mujeres vuelven a casa tirando del carro de la compra y los tractores empiezan a aparecer porque es la hora de comer. En una parada de autobús a ningún sitio, porque ni hay carretera ni servicio, un viejo del lugar toma el sol sin pretensiones. Le digo: «Les han dejado sin tren». Levanta la cara, mira cegado por un rayo y sentencia: «Nadie se acuerda de nosotros». Un epitafio de lamento.
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.