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Elisa, de 89 años, vecina de Catarroja. Txema Rodríguez
Las dificultades de ser mayor en la DANA

Las dificultades de ser mayor en la DANA

La catástrofe afecta aún más a las personas de avanzada edad, necesitadas de la ayuda de hijos y vecinos para contactar con el seguro y acceder a las ayudas para un hogar o negocio que no piensan abandonar

Gonzalo Bosch

Catarroja

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Miércoles, 4 de diciembre 2024, 00:53

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Imaginen por un momento ver como la casa en la que han vivido durante más de 60 años acaba con la planta baja sumergida en más de un metro y medio de agua. Esta es ya la vivencia que nuestros mayores guardan ya en su memoria. Una vivencia que les dejó sin casa, su hogar 'de toda la vida' del que no piensan desprenderse. Muchos de los afectados por las inundaciones del pasado 29 de octubre son personas de avanzada edad, dependientes, que no pueden afrontar la recuperación por si mismos. Personas que, sin ayuda a su alrededor, deberían afrontar solas la limpieza de esa vivienda que no pretenden abandonar. El contacto con el seguro, la solicitud de las ayudas, volver a levantar el negocio familiar o caminar varias calles de su pueblo para acudir a un punto de recogida de alimentos, son algunas de las cosas que hijos y vecinos hacen por ellos seguir adelante día a día en su Catarroja de siempre.

La lucha por rescatar un negocio centenario

Inocencio, con un negocio en Catarroja. Txema Rodríguez

Es, por ejemplo, el caso de Inocencio, un vecino «de toda la vida» de Catarroja, de 77 años. LAS PROVINCIAS se encontró a Inocencio sentado en una silla dentro de su negocio de siempre, la funeraria 'Inocencio Ferrer'. Fundada en 1914 por su padre, tanto la empresa como Inocencio vivieron la riada de 1957. «Para entonces teníamos el negocio en otra zona, yo tenía 10 años y recuerdo que el agua alcanzó un metro de altura más o menos», comenta el vecino. 67 años después, a Inocencio le tocó vivir una situación similar: «Aquel día estaba aquí en la funeraria. Vivo justo encima, y recuero estar entrando en el portal y ver como el agua ya se colaba por debajo de la puerta. En un principio intenté achicar agua, pero pronto me di cuenta que tenía que subir a casa».

Inocencio, a a mañana siguiente, vio como el agua había destrozado una persiana y había sumergido los coches fúnebres, además del resto de habitaciones de la oficina. «Tengo un trabajador que me ayuda a llevar el negocio desde que ya no tengo edad para hacer algunas cosas. Estamos tratando de sacarlo adelante por él, pero yo ya estoy mayor para tratar de 'tirar para alante', veremos que podemos hacer», explicaba Inocencio. Es su pupilo el encargado de haber realizado la video llamada con el perito. También es el joven el que ha acudido al ayuntamiento de Catarroja para preguntar por las ayudas.

La familia y los vecinos de Catarroja cuidan a sus mayores

José Bou y Ramón, vecinos de Catarroja. Txema Rodríguez
Imagen principal - José Bou y Ramón, vecinos de Catarroja.
Imagen secundaria 1 - José Bou y Ramón, vecinos de Catarroja.

Tomando el sol frente a una oficina de la ONCE se encontraban José Bou y Ramón, dos hombres de 91 y 90 años respectivamente. Vecinos de siempre en Catarroja, uno vive enfrente del otro. José se encuentra visiblemente afectado por la situación. Su prima, de edad similar, es una de las fallecidas en Alfafar. Según cuenta el anciano, a la mujer «le pilló el agua fuera de casa y no le dio tiempo a ponerse a salvo». José invitó al redactor y fotógrafo de este periódico a entrar a su casa. El bajo se encuentra completamente diáfano, ya sin muebles. Él vive en el piso superior, y son su hija y su nieta -enfermeras de profesión- las encargadas de visitarle cada día para asegurarse de que se encuentra bien.

De hecho, José apenas es capaz de contar cómo ha salido adelante. Son su vecinos quienes explican al periódico que fueron entre ellos y los voluntarios los que ayudaron al buen hombre a volver a ver el suelo de su casa, retirar el mobiliario perdido y que Bou tuviera comida caliente cada día. Además de su hija y su nieta, encargadas de visitar cada tarde a José y chequearle a nivel de salud, un segundo hijo «se está encargando de todas esas cosas de seguros», en palabras del propio José. Preguntado por las ayudas, José se encogió de hombros, su rostro demostró desconocimiento, y afirmó: «todo eso lo sabrá mi hijo».

Su vecino de enfrente, Ramón, estuvo a punto de no poder contar su situación. El día 29 el agua que entraba en su casa le despertó. A apenas unos seis metros de su cama, Ramón tenía el acceso a la planta superior, pero justo cuando iba a llegar resbaló. El anciano consiguió levantarse apoyado a la barandilla y permaneció durante 10 horas sentado en la escalera, sin poder avanzar mucho más. A la mañana siguiente fue su nuera, llamándole a gritos, quien lo encontró sentado en los mismos escalones tras pasar toda la noche allí. Después de semejante tortura, Ramón no padeció «ni un resfriado», según cuenta.

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«Esta es mi casa de toda la vida, yo de aquí no me muevo, mis hijos me están ayudando a recuperar mis cosas», explicaba Ramón, quien perdió todo el día de la riada. Actualmente uno de sus hijos le ha conseguido una cama, un sofá, un microondas, una televisión, una mesa, una nevera y poco más. La casa no tiene calefacción y se nota el frío. Aún así, Ramón no se mueve de allí. «Su hijo ha intentado llevárselo de aquí, pero no hay forma. Ramón es un cabezón. Durante el día los vecinos somos quienes estamos pendientes de él, lo conocemos de siempre y somos como de la familia. Por las tardes le visitan sus hijos y también se aseguran que va todo en orden, así como también le gestionan todo el tema del seguro las ayudas», explicaba una vecina, a la que Ramón le ha permitido usar su bajo para vender naranjas y mandarinas.

Más de 60 años de matrimonio que quieren seguir teniendo «su espacio»

Elisa y Salvador, matrimonio de Catarroja. Txema Rodríguez
Imagen principal - Elisa y Salvador, matrimonio de Catarroja.
Imagen secundaria 1 - Elisa y Salvador, matrimonio de Catarroja.

Elisa y Salvador -de 89 años-, ella natural de Albal, y él de Catarroja, llevan casados 63 años. Su hija Elisa vive justo enfrente, así que aquel día -el 29 de octubre, durante la riada- fue ella la encargada de sacarlos de casa y meterlos en el piso de arriba de la suya. También lo perdieron todo. Hasta los dientes, literalmente. A Salvador el agua le arrebató la dentadura postiza. Su hija Elisa y su marido se encargan de todos los trámites con el Consorcio y las ayudas de las administraciones. Mientras tanto el matrimonio mayor vive con su hija, ya que tienen una planta superior que quedó intacta. Pero Elisa y Salvador quieren su espacio. «Es su hogar de toda la vida, están acostumbrados a tener su rutina y no se sienten cómodos fuera de ella. Queremos recuperarles la vivienda cuanto antes para que vuelvan a sentirse como en casa», aseguraba su hija.

Ese piso superior en el que viven actualmente dificulta, y mucho, su día a día. Salvador aún tiene cierta movilidad, pero Elisa -la madre- tan sólo baja una vez por la mañana. «Mi madre está más delicada, se cansa mucho entre bajar y volver a subir. La tenemos un rato abajo durante la mañana pero después de subirla para comer ya no se mueve del piso de arriba», explicaba la hija. Además, Elisa madre sufrió una caída hace apenas una semana y se rompió el brazo. La UME fueron los encargados de trasladar a la anciana al hospital La Fe de Valencia para que la atendieran correctamente. «Sin coche, menos mal que pasaron los militares por aquí para ayudarnos. Esta es nuestra vida ahora, toda seguir hacia adelante aquí en el pueblo», sentencia su hija, antes de que el redactor y el fotógrafo de LAS PROVINCIAS se despidieran de la amable familia.

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