Torrent, esa ciudad viva y próspera a solo unos kilómetros de Valencia, yace herida, convertida en un desgarrador testimonio del poder incontrolable de la naturaleza. La DANA que golpeó la provincia de Valencia este pasado martes arrasó con las localidades de la comarca de l'Horta Sud, dejando una cicatriz profunda en su historia y en el corazón de sus habitantes. Viviendas anegadas, hogares destruidos y vidas suspendidas en el miedo y la incertidumbre marcan el paisaje desolador de una ciudad en shock.
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Desde media mañana del martes, el cielo oscurecido anunciaba la tragedia inevitable. Al caer la noche, el horror se desató sobre Torrent. Desde sus casas, los habitantes recibían mensajes de emergencia en sus teléfonos: «No salgan a la calle. Eviten circular en sus vehículos». Aún sin atreverse a salir, muchos escucharon el rugido amenazante del barranco del Poyo, un sonido escalofriante que hablaba de destrucción inminente.
Algunos, sin embargo, no tuvieron la suerte de refugiarse en sus hogares y enfrentaron la furia del desbordamiento. Entre ellos, Carlos Toral, un vecino de Torrent, relata el miedo vivido con su familia: «Lo hemos pasado muy mal. Cuando volvimos, nuestra casa estaba irreconocible, sepultada por escombros y piedras gigantescas. No tenemos ropa, no tenemos pañales para nuestra pequeña de dos años. Estamos aquí, en el albergue, porque lo hemos perdido todo». Carlos y su familia lograron escapar de su chalet en el Clot de Bailón poco antes de que el agua lo alcanzara, pero ahora enfrentan el dolor de haber perdido su hogar.
En el barrio del Xenillet, Antonio, otro vecino afectado, describe su experiencia al intentar salvar a su familia y ayudar a otros. «Empezó a desbordar el barranco, tuve que escapar con mi mujer y mis cinco hijos. Vino el desbordamiento y se llevó la casa; todo lo que bordea el barranco ha desaparecido. Se llenó el puente, y personas intentaban cruzar, pero el agua se las llevaba». Pese al peligro, Antonio no dudó en socorrer a otros: «Conseguí cruzar y me puse a ayudar a la gente, intenté salvar a todo el que podía. Saqué del agua a varias personas. Gracias a Dios estamos vivos y bien. Pero lo he perdido todo, no ha quedado casa a la que volver. El barro por la rodilla, socavones en la vivienda, está inhabitable». Los testimonios de vecinos como Carlos y Antonio describen un escenario de devastación.
Desde los barrios humildes y las chabolas del Xenillet hasta viviendas en las afueras, nadie quedó inmune. «Todo lo sentimental, todos nuestros recuerdos, se han ido con el agua,» dice entre lágrimas José Sebastián, quien pasó cuatro horas en el tejado de la casa de su madre en Mas del Jutge junto a su familia y su perro, mientras el agua subía cuatro metros a su alrededor. «Fue como estar en medio de un mar embravecido. No tuvimos tiempo para escapar; si el agua hubiera subido un poco más, no estaríamos aquí».
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A pesar de la desolación, la solidaridad brilla en medio de la tragedia. Al amanecer de este día de Todos los Santos, centenares de personas han ofrecido su ayuda. Equipados con botas, palas y escobas, los voluntarios se agrupan, decididos a limpiar el barro que cubre calles y hogares, a desescombrar viviendas y a brindar apoyo a los damnificados. En el Pabellón del Vedat, el Ayuntamiento ha establecido un albergue temporal para los afectados, brindándoles camas, comida y servicios esenciales. «La gente se ha volcado en todo« comenta Arturo García, concejal de Servicios Sociales. Con tristeza, pero con voz firme, explica cómo el ayuntamiento y la Cruz Roja han habilitado este espacio para ofrecer consuelo a los afectados.
Aquí, unos 250 vecinos reciben atención sanitaria, psicológica e incluso veterinaria para sus mascotas. Para los niños, el equipo de Emergencias de Cruz Roja ha creado un espacio de juego donde puedan distraerse de la angustia. «Es como una burbuja para que, al menos por un momento, dejen de pensar en todo lo que han perdido«, señala Aarón Zomeño, coordinador de Cruz Roja. Explica, además García, que están derivando toda la ayuda recibida hacia el Economato de Torrent, para que desde allí se vaya enviando a las zonas donde haga falta. «Es muy importante que todos aquellos que quieran ser voluntarios y ayudar, vayan al Mercado Central de Torrent, en la Torre, y se inscriban porque estamos derivando gente a los barrios, para ir limpiando toda la zona e incluso derivar ayuda a otras poblaciones próximas», explica.
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Enrique, presidente de Cruz Roja en Torrent, observa el ir y venir de las familias, la mayoría provenientes del Xenillet, el barrio más afectado por la DANA. «Este es el barrio más afectado, donde las casas han quedado destrozadas, especialmente aquellas orientadas hacia el barranco. Algunas familias lo han perdido todo,» dice Enrique. Con agradecimiento, menciona las donaciones de alimentos, mantas y ropa que han llegado de personas solidarias. «Lo importante ahora es asegurar que todos tengan un techo, comida y apoyo emocional».
La DANA ha dejado más de 200 fallecidos en la región, y la tragedia aún persiste. Feria València ha sido acondicionada como tanatorio improvisado, donde se espera la llegada de cuerpos rescatados en distintos puntos. En Torrent, la vida se detuvo durante 24 horas: sin accesos despejados, sin internet, con el suministro de agua potable y energía restableciéndose poco a poco, la ciudad parecía una sombra de lo que fue.
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Recuperar la normalidad es una carrera contra el tiempo y el dolor. Los equipos de rescate y limpieza han comenzado los trabajos en vías principales como la CV-36, mientras la población colabora para limpiar el polígono Mas del Jutge y el Xenillet. Por el momento, la localidad tiene las salidas por carretera limitadas y desde las autoridades se pide que no se realicen desplazamientos a no ser que sea imprescindible. A su vez, persisten también los cortes de agua en algunas zonas del municipio y, por ello, el Ayuntamiento ha habilitado puntos de agua potable para que los vecinos afectados puedan abastecerse. Los técnicos evalúan los daños estructurales en casas y edificios públicos, pero el miedo aún permanece.
María Dolores y su esposo David recuerdan cómo su coche fue arrastrado por la crecida mientras intentaban llegar a un lugar seguro. «Corríamos descalzos, sin ropa, intentando salvarnos« cuenta ella, todavía en estado de shock. Su suegro vive en el Xenillet, en una planta baja que quedó completamente destruida. La autovía A-7, que habitualmente les conectaba con otros municipios, se transformó en un peligro inminente. «Fue como un mar abierto en cuestión de minutos,» añade su esposo, agradecido de estar con vida.
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La incertidumbre en Torrent es un sentimiento compartido. Vecinos, comerciantes, autoridades y voluntarios siguen adelante, cada uno en sus roles, tratando de sobrellevar la tristeza que les invade. «Intentamos mantenernos fuertes, pero cuando todo lo que tienes, toda tu vida, desaparece en minutos, las palabras sobran« reflexiona José Sebastián, pensando en el futuro de su familia ahora que su casa está destruida.
La tragedia de Torrent no es solo una estadística. Es la historia de miles de personas, de una comunidad que, en medio de la devastación, ha demostrado una solidaridad y fortaleza extraordinarias. Un gesto que quedará en la memoria colectiva de quienes vivieron y sobrevivieron a esta tormenta.
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