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F.R.
Domingo, 30 de enero 2022, 00:23
Abib Diop llegó a Valencia hace a penas un mes y cuatro días, pero en España lleva dos décadas, yendo y viniendo de su país, ... Senegal. Abib encontró el amor con una española y tiene un hijo de 14 años. La pareja se rompió hace tiempo, cuenta, y en su país natal, donde vuelve a menudo, rehizo su vida sentimental y tiene otros cuatro retoños, desde los 11 años hasta los dos años.
En plena Navidad voló de su tierra hasta Barcelona. No tenía trabajo y un amigo le contó que en la recogida de naranjas podría tener una oportunidad. Y puso rumbo a Valencia.
Llegó a la capital del Turia y cuenta que se inscribió en una agencia mediadora que facilita empleos aunque sólo sea por un día. Y empezó a pisar los campos de naranjos. «No me asusta el trabajo físico pero no voy a trabajar más en la naranja. Ahora tengo que encontrar otro trabajo», asegura.
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«Es duro, sí, pero es más duro el trato. Te tratan como a un esclavo y no es justo en el siglo en el que estamos. Mi corazón no aguanta esta injusticia y por eso no voy a trabajar más en la naranja», confiesa.
Pese a que no va a subir a ninguna furgoneta acude muchos días a la Pantera Rosa, de madrugada, «para ver a los amigos». Comenta que si no tienes asignado un grupo, «preguntas al conductor de la furgoneta, que suele ser sudamericano, si hay sitio».
«La naranja la recogen como esclavos. Hay mucha presión y gritos. Las condiciones son increíbles. Por la mañana la fruta está casi congelada y tienes que ir a la hoguera a calentarte las manos porque duelen por el frío y no puedes seguir» afirma.
Sus excompañeros prefieren el silencio. No parecen muy dados a contar su experiencia por miedo a sufrir represalias y perder el trabajo. No tienen otra cosa y lo necesitan para sobrevivir ellos y sus familias.
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