![«Hay que hacer tres colas para una ayuda»](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/12/05/1489586932-kBNC-U230217770847IzG-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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Es la primera vez que Teresa Pólit sale de casa desde aquel ya lejano 29 de octubre, y lo hace para pedir una ayuda. Está sentada en el asiento de su andador, tapada la cabeza con un chal, en una mano el teléfono móvil, ... en la otra un pañuelo con el que se seca los ojos. Es casi mediodía y lleva desde las ocho de la mañana al raso, a las puertas de una de las dependencias municipales de Catarroja. A sus 82 años, no entiende demasiado, sólo que tiene que esperar a que le toque el turno para conseguir una tarjeta monedero de la Cruz Roja. Pero Teresa sí se acuerda del 29 de octubre, de cómo le entró el agua a casa, y de cómo subió como pudo al piso de arriba, y que estuvo mucho tiempo sola, porque ni iba el teléfono ni tampoco la teleasistencia que lleva en forma de reloj. Apenas come, y dice que ni siquiera se puede ponerse la dentadura porque tiene la boca llena de llagas desde aquel día. Su hijo ha tenido que irse a Chiva, porque también ha perdido una casa allí. En la suya, la nevera funciona a veces, seguramente porque tiene algún fallo eléctrico por el fango. Además, reconoce que hay mucha humedad y que le ha salido moho en las paredes. «Tengo mucho miedo y no quiero salir», lamenta Teresa, que finalmente es atendida por la Cruz Roja antes de que le toque el turno.
A las puertas de la Policía Local, donde está Teresa, hay dos colas. Una para que te den un papelito con una fecha y un número; la otra, para los que ya tienen cita. Cien al día. A última hora de ayer, las citas eran ya para finales de la semana próxima. Además, solamente hay información sobre cuándo abren la oficina, las nueve de la mañana, pero no de la hora aproximada en la que una persona que tiene, por ejemplo, el número 50, puede ser atendida. Así que la gente llega pronto por si acaso, y se pasa horas en la puerta.
Isabel Asins ha perdido su casa, y está viviendo en Quart de Poblet en el piso de la pareja de su hija, que es maestra en Albal. Por las mañanas, camino del trabajo, deja a sus padres en Catarroja para que puedan ir limpiando la casa y para hacer trámites porque han perdido el coche. «Nos pasamos el día de cola en cola», dice Isabel, que está de baja y a la vez en un ERTE porque se hirió aquel 29 de octubre cuando la vitrina del salón se le cayó encima. «Además, la puerta de casa reventó y estábamos detrás, así que nos lanzó». Ella también está en la plaza donde se ubican las dependencias policiales -«me enteré de casualidad de esta ayuda»- después de haber ido al Ayuntamiento, porque para conseguir un turno hay que ir primero a por un certificado de empadronamiento colectivo con el objetivo de comprobar cuánta gente vive en la casa afectada. También hay colas ahí. A las puertas del consistorio esperan unas treinta personas, aunque en realidad lo que hay es mucha confusión, y gente que pregunta para qué es cada hilera. De repente, alguien dice algo y un buen grupo de personas deja esa cola para ponerse en otra.
Además, tener el certificado de empadronamiento no es posible sin el DNI, y mucha gente lo perdió con la riada. Justo ayer había dos furgones de la Policía Nacional que permiten hacer un duplicado del documento para seguir haciendo trámites. Avisan: es sin cita previa. Menos mal.
«Es que nos pasamos el día de cola en cola», dice Isabel. Y los trámites es una de las partes más engorrosas de todo este proceso en el que se han visto arrastrados los afectados por la DANA.
Una empleada de Servicios Sociales va colocando carteles en las paredes de la sede de la Policía Local donde se puede ver un código QR. «¿Es la misma ayuda?», pregunta un vecino. La funcionaria, muy amable, responde que no, y explica que ese QR permite abrir un formulario que hay que rellenar con los daños que ha sufrido y los bienes materiales que ha perdido. «Les llamamos para repartir las donaciones que nos hacen llegar al Ayuntamiento; hasta ayer lo hacíamos a mano», explica. De hecho, en la puerta del ayuntamiento hay dos chicas jóvenes que hasta ahora apuntaban en una simple libreta qué querían cada vecino. Pero a Teresa se le complica; no sabe qué es un QR, y a estas alturas de su vida preferiría no tener que aprenderlo.
El marido de Isabel dice que él se ha apuntado a toda las ayudas que ha visto, también a las donaciones, y de hecho ha conseguido, gracias a Solidaridad sobre Ruedas, la oenegé de Jorge Martínez Aspar, un ciclomotor eléctrico. «No sabes, lloré como un niño en los Reyes Magos. Hay gente muy buena», dice. De momento, está esperando que le lleguen las ayudas de la Generalitat y del Gobierno, también las indemnizaciones del Consorcio de Seguros.
Las calles de los municipios afectados están llenas de papeles donde se ofrece asesoramiento para tramitar ayudas, algunas de forma voluntaria, aunque hay muchas personas que no se fían. De hecho, ya se han dado casos de fraudes. «Nos dicen que no demos el número de cuenta, o los datos de la vivienda, pero es que ya no sabemos de quién fiarnos», se queja María Luisa Sen Demetrio. «Vino de Madrid una perito muy amable que nos ayudó muchísimo, y al cabo de unos días llamó otro de Cantabria, que quería que le mandáramos un vídeo de cómo estaba la vivienda, y que lo hiciéramos desde la calle para comprobar que efectivamente era nuestra casa. Todo nos pareció muy raro». A día de hoy, no sabe si fue real o era una estafa. «Ya no te fías de nada».
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María Luisa tiene que lidiar con los trámites y, al mismo tiempo, con su salud. «Me caí en una alcantarilla, dentro del fango, y además de hacerme daño he tenido que tomar antibióticos durante quince días. Ha venido a verme el médico varias veces, pero no mejoro», dice, con una tos bastante fea y problemas en la faringe y el oído.
Ada también ha tenido que hacer muchas colas estas semanas para intentar pedir ayudas y conseguir los documentos que perdió en la DANA. «Es que no se dan cuenta de que ya no queda nada, ni escrituras, ni contratos...». Los colegios profesionales también se han acercado estas semanas para asesorar a los vecinos en este sentido, porque todo se eterniza si, además, no hay documentación. Mientras, Mónica Fernández, que es abogada de profesión, ha estado ayudando a sus vecinos a tramitar las ayudas, sobre todo a las personas mayores y a los inmigrantes. «Todavía no hemos recibido nada», dicen. Los negocios sí han visto ingresado el dinero de Juan Roig.
«Todavía no nos ha llegado nada, ¿cómo vamos a poder volver a vivir en casa si no tenemos ayudas?», dice Tonica, que también está en la cola de la tarjeta monedero de la Cruz Roja.
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La oenegé mandó un comunicado en el que anunciaba la entrega de tarjetas monedero para 20.000 familias damnificadas por valor de 22 millones de euros, un dinero que la oenegé entregaba normalmente a familias vulnerables. Según los cálculos de Cruz Roja, para una unidad familiar la ayuda es de más de 600 euros, y que debería cubrir «las necesidades básicas de tres meses».
Justo en la plaza de la Policía Local, llegan los de Interioristas en Acción. Ahí también hay que apuntarse a través de una web, y solicitar los muebles que se han perdido. «Ojalá puedan llegar estas ayudas a la gente mayor, pero ¿sabemos si llegan a enterarse?», se pregunta Vicenta.
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