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Jesús González Marín, único responsable de la presa condenado por el desastre de Tous y hoy presidente de Aspanion. jesús signes
De único condenado por el desastre de Tous a luchador frente al cáncer

De único condenado por el desastre de Tous a luchador frente al cáncer

El Supremo impuso al responsable de la presa indemnizaciones millonarias que no pudo asumir. Cuarenta años después, preside Aspanion y lucha por las familias con hijos enfermos

J. A. Marrahí

Miércoles, 19 de octubre 2022, 00:40

Jesús María González Marín es un hombre que ya roza los 80 años. El único condenado por el desastre de Tous, el ingeniero responsable técnico de la presa en el momento del desastre, no accede al ofrecimiento de LAS PROVINCIAS para exponer su versión o recordar aquellos acontecimientos que cambiaron su vida al ser señalado como el responsable del daño de la rotura y de las ocho vidas que se perdieron por ello. «No vale la pena recordar más. Todo está ya contado y mis argumentos ya los expuse en el juicio», expone.

Nacido en Toledo en 1945, el nombre de González Marín estuvo vinculado desde el principio a la pantanada de Tous y a los juicios posteriores (hasta cuatro) que marcaron un proceso lento y farragoso. Tan embarrado por su dificultad, volumen e intereses dinerarios como las comarcas por las que se extendió el agua.

Pero la decisión final, la que quedó para la historia, llegó a mediados de abril de 1997. Fue el Tribunal Supremo el que dio el mazazo final al asunto al corregir a la Audiencia de Valencia, que había absuelto a los tres ingenieros acusados hasta entonces. Al final, el Alto Tribunal condenó sólo a González como único responsable.

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La pena consistió en 30 días de arresto domiciliario, el pago de 600 euros de multa y una indemnización de 150.000 euros para las familias de cada víctima mortal. En suma, algo más de 1,2 millones de euros. Pero pocos tienen tanto dinero y la sentencia condenaba a la Administración del Estado a pagar tales indemnizaciones por insolvencia del acusado.

¿Qué entendió el Supremo que González hizo mal? Según el tribunal, era buen conocedor de una obra en la que había permanecido desde hacía una década. De igual modo, se considera en la sentencia que las compuertas del aliviadero de superficie de la presa eran vitales para un correcto desagüe y evitar que el agua embalsada coronase la infraestructura.

Pero no funcionaron. El muro de contención se vino abajo ante tanta agua. Las compuertas no se abrieron por un fallo en la red del suministro eléctrico y el Supremo culpó a González de no haber dispuesto de grupos electrógenos sustitutivos ante la eventualidad. Había uno, pero su función era distinta de la de atender el aliviadero de superficie, describe el fallo.

Al margen de esa responsabilidad, ya probada por sentencia, González y otros trabajadores se la jugaron aquel día. El relato de hechos probados describe los esfuerzos que hicieron por intentar frenar el desastre hasta que ya no quedaba más solución que evacuar a las poblaciones y huir de los pasadizos de la presa para salvar la vida.

González Marín siempre ha mantenido que abrir las compuertas de la presa habría acarreado las mismas o peores consecuencias que el desmoronamiento. En cualquier caso, insistió en que él y sus compañeros hicieron todo lo posible en aquella dramática jornada.

La pérdida de un hijo

La década de los ochenta fue una pesadilla para González Marín. Todo parecía volverse en su contra. Durante uno de los juicios enfermó de cáncer su hijo de 8 años, que finalmente falleció. Y de esta pérdida surgió una nueva voluntad. Junto a otros padres en similar trance, alumbró la asociación Aspanion para ayudar a familias con niños afectados por la enfermedad. La entidad se proyectó con el tiempo a nivel nacional e internacional.

En lo laboral, y tras la pantanada, González acabó vinculado a la Generalitat, donde trabajó en Recursos Hidráulicos. Hoy, ya jubilado y con las deudas con la justicia saldadas, el antiguo responsable de la presa no quiere echar la vista atrás. No desea regresar, ni en la memoria, a las oscuras y moribundas galerías encharcadas de la presa en aquel terrible 20 de octubre de 1982. «Han pasado ya 40 años». Cree que recordar aquello «ya no tiene sentido». La presa ya no es su lucha. Es su pasado. Prefiere centrar todas sus energías en una sola dirección: ayudar a las familias de hijos con cáncer.

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