Los valencianos dicen adiós a las mascarillas

Hacía tan solo unas horas que se ha había hecho oficial y la nueva medida no dejaba indiferente a nadie. Hay quienes lo sienten como un gran alivio, otros seguirán llevándola por precaución y los hay que se manifiestan en contra.

Con la mascarilla colgada del brazo a la salida de una farmacia, Encarna García, enfermera del Hospital Arnau de Vilanova, explica que «en Urgencias debería ser obligatoria, al igual que el uso de los guantes» porque «al final no sabes a qué enfermedades te enfrentas cuando entra cada paciente». Ella considera que hay determinados sitios en los que su obligatoriedad es necesaria. «Yo voy a ser de las que por precaución va a llevarla», apunta.

Si bien hay un apartado en el que se recomienda a la ciudadanía y a las autoridades sanitarias «mantener esta cultura de la responsabilidad» para usarlas ante la presencia de síntomas de infección respiratoria. Pero, a pesar de apelar a la decisión individual, hay quienes se sienten preocupados y tienen miedo, como es el caso de Maika, paciente de Oncología. «No lo veo bien. Si me contagio de alguna otra enfermedad, a mi me hunden». Además, añade que se siente desamparada por quienes tienen que ayudarla ya que «muchas veces se preocupan más por los deportes que por la sanidad».

«Si un paciente me dice que va a cardiología, yo no le pondría una mascarilla, pero si va a neumología, si», opina José Enrique Rodrigo, trabajador de atención al paciente. Explica que, para enfermedades infecciosas y respiratorias, debería mantenerse la obligatoriedad, tanto para el personal como para los pacientes. «Uno de los mayores problemas son las salas de espera compartidas entre distintas especialidades. Las consultas externas de neumología comparten sala con neurocirugía, neurología, cirugía vascular y cirugía mayor ambulatoria, lo cual podría acarrear cierto peligro», añade.

Otro de los grupos más afectados son las personas de la tercera edad. En el caso de las residencias de personas con discapacidad y las de mayores, el ministro de Sanidad, José Manuel Miñones, instó a mantener precauciones en caso de identificar síntomas para evitar brotes y preservar la salud y bienestar de los residentes.

Paquita, usuaria del Centro de actividades para personas mayores del barrio de la Fuensanta de Valencia, dice: «aunque en el Centro hemos acatado siempre la norma, nos alegramos de que ya no sea obligatoria.» Ella, como algunos otros, se niega a volver a llevarla. Llegó un punto en el que el índice de casos ya era muy bajo y su uso «ya no tenía sentido» porque, como cuenta Paquita, «comíamos sin mascarilla con las mismas personas que pasábamos el día con ella puesta». «Si lo tienes que coger, lo cogerás», sentencia.

Uno de los papeles más importantes durante la pandemia lo han desempeñado los cuidadores de personas dependientes. En el caso de Isabel, enfermera del Centre de Salut Fontsanta, la medida se vuelve casi inalcanzable por, a parte de las posibles infecciones a las que se expone por el trabajo que desempeña, tener bajo su cuidado a su abuela.

Una de las farmacéuticas de la Farmacia Fuensanta describe el llevar media cara cubierta durante toda su jornada laboral como «agotador». Cuenta cómo desde por la mañana la gente, que ha sido respetuosa con la norma durante todo este tiempo, opta en muchos casos por no llevarla, aunque los hay que por precaución se niegan a retirarla. Cuenta un valenciano en la cola de la farmacia como «cinco años atrás nadie la llevaba, cuando vino la pandemia era obligatoria, pero ahora ya ha pasado, no tiene sentido llevarla si no es por elección individual».

El conseller de Sanidad en funciones, Miguel Mínguez, describe como una «gran noticia» el fin de la obligatoriedad de las mascarillas porque se «pasa página» de la pandemia.

«Las mascarillas son casi historia. Lo trascendente es lo positivo que es, porque significa que la pandemia pasa ya página y que en estos momentos la ciudadanía tiene que tener la tranquilidad de que el virus Covid-19 es un virus más respiratorio», ha explicado el conseller.

«Es una gran noticia y a su vez es un gran recordatorio de lo que sufrimos durante un tiempo muy prolongado, más de mil días», ha remarcado.

Igualmente, ha apuntado que ahora pasa a ser de uso «responsable» y se recomiendan para áreas vulnerables en los centros de salud, en los hospitales y en los servicios públicos de atención de ancianos. Desde el punto de vista del ciudadano, ha abogado por un uso responsable «cuando tenga una infección respiratoria y quiera ser solidario con los demás» y disminuir la posibilidad de contagio.