Una veintena de guardias civiles del cuartel de Paiporta salvaron a decenas de personas que estuvieron a punto de morir el fatídico 29 de octubre. Aquella noche, como en otros tantos pueblos de Valencia, el único enemigo de los vecinos y de los servicios de emergencia tenía unas iniciales, las de la DANA (depresión aislada en niveles altos).
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El sargento de la Guardia Civil Jesús Del Río relata los momentos de tensión y nerviosismo que vivió el día de la catástrofe, que arrasó con más de 70 municipios de la provincia de Valencia y dejó, hasta el momento, 219 víctimas mortales. «Me agarré al quitamiedos y dije: hasta aquí hemos llegado», recuerda.
Tras auxiliar a varias personas, la riada le arrastró hasta las inmediaciones del cuartel de Paiporta, donde pudo llegar gracias al auxilio de su compañero, el cabo primero Antonio Ribas. Desde el acuartelamiento, los agentes de la Guardia Civil rescataron a decenas de personas y las resguardaron en las plantas más altas del edificio.
En sargento explica que ese día su coche comenzó a flotar y no podía abrir la puerta. «Tuve que salir por la ventanilla y, al caer, una madera grande que venía me impactó en la rodilla», explica Del Río. Tras ello, el sargento se quedó agarrado a un quitamiedos y dijo: «Hasta aquí hemos llegado». Posteriormente salió en su ayuda el cabo primero Ribas con una cuerda: «Pude cogerla y me metió para dentro».
Ribas y el hijo de un guardia civil lograron salvar a otro chico tras lanzarle la cuerda. Evitaron que fuera arrastrado por agua, y lo subieron a pulso, con gran esfuerzo, hasta la primera planta del cuartel. Fueron momentos de pánico en los que se temió por la vida de muchas personas.
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«Aquí (en el cuartel de Paiporta) pudimos llegar a meter a gente que iba flotando en los coches, a unas 80 o 100 personas. Inicialmente estaban aquí, en dependencias, y cuando vimos que el agua subía, empezamos a subirlas para los bloques de arriba», señala el sargento.
Pero no fueron solos el sargento Del Río y el cabo Ribas los que arriesgaron sus vidas para auxiliar a las personas que arrastraba el agua en Paiporta. El cabo primero Jorge Luis Illa y los guardias civiles Santiago Gutiérrez, Javier Toribio, Beatriz Ramos, Raquel Tafer, Antonio Grimaldos, Miguel Ángel Pastor, Estefanía Santana, Vicente Marco, José Luis Ormeño, Raúl Tárrega, Cristóbal Minaya, Jaime Morata, Ignacio Vidal y Francisco Miñana, entre otros, también rescataron a numerosas víctimas el fatídico 29 de octubre.
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Los guardias civiles del cuartel de Paiporta se convirtieron en los ángeles de la guarda de muchos vecinos. Las cientos de llamadas que recibió el 112 por situaciones de peligro en esta localidad, el epicentro de la tragedia, y otras poblaciones de la comarca de l'Horta Sud colapsaron en pocos minutos los servicios de emergencia, que se vieron desbordados y no pudieron auxiliar a muchas víctimas.
Mientras esperaban la llegada de los bomberos y la Unidad Militar de Emergencias (UME), los guardias sacaron a ancianos de sus casas inundadas, mantuvieron a flote a personas arrastradas por el agua o ayudaron a niños a subir al techo de los vehículos, entre otros rescates angustiosos.
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Del Río y Ribas también participaron, junto con los guardias Gutiérrez y Tárrega, en el rescate de tres mujeres y una bebé en una empresa de recambios de coches. El barro y los escombros habían tapado la salida, y la madre y la abuela de la pequeña no podían salir con la criatura en brazos.
Otra mujer de 31 años estaba con ellas. Había cogido a la niña cuando el agua las arrastraba, y las había ayudado a entrar en la nave inundada. Como el nivel del agua subía cada vez más, idearon un plan para salvar a la bebé. Metieron a la niña dentro de una maleta con ropa para que flotara en el caso de que no pudieran rescatarlas.
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Pero no fue necesario ponerlo en práctica, porque llegaron sus ángeles de la guarda. Gutiérrez saltó un muro para auxiliar a las víctimas, y luego los guardias civiles formaron una cadena humana para sacar a las tres mujeres y la pequeña.
El guardia civil Juan Ramón Novella, especialista en barranquismo, fue otro de los héroes anónimos de aquella noche al descender desde su vivienda (situada en una tercera planta), con una cuerda y un arnés, para rescatar a varios vecinos en el centro de Paiporta.
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Lucas Guillén, un guardia civil que estuvo destinado en el Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS), auxilió también a víctimas que pedían socorro tras la gran avenida de agua. Algunos de los rescatadores tuvieron que asumir riesgos, como el cabo primero Jorge Luis Illa, que se agarró a un árbol tras salvar a varias personas, o los agentes Ignacio Vidal y Francisco Miñana. Estos dos últimos pusieron a salvo a tres mujeres en Quart de Poblet y fueron rescatados al día siguiente por un helicóptero del Salvamento Marítimo.
Los guardias civiles Javier Toribio, Beatriz Ramos y Cristóbal Minaya vivieron también momentos de mucho peligro junto al barranco de Paiporta. Después de que el agua se llevara varios vehículos con personas dentro que intentaban cruzar el puente, los agentes intentaron cortar el acceso. La riada estuvo a punto de arrastrarlos también a ellos.
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Minaya sacó a sus hijos de su coche particular y comenzaron a correr para ponerse a salvo. Poco antes, el guardia civil vio cómo saltaba el agua por encima del puente, y en ese momento decidió no pasar, bajó del coche (sus hijos pequeños se quedaron dentro) y avisó del peligro de desbordamiento del barranco.
Cuando regulaba el trafico para que los vehículos dieran la vuelta, uno de los conductores no hizo caso de las indicaciones del agente, que vestía de paisano al estar fuera de servicio. El hombre le dijo que su coche de alta gama podía atravesar el puente, pisó el acelerador e instantes después fue arrastrado por la riada cuando trataba de cruzar a la otra parte del barranco del Poyo.
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El guardia civil Adolfo Torres y la pareja del teniente adjunto fallecieron en el garaje del cuartel. Las dos víctimas fueron sorprendidas por una fuerte crecida del agua y el derrumbamiento de un muro cuando trataban de sacar sus vehículos. Quedaron atrapadas en pocos minutos y no pudieron salir ante la impotencia de otros guardias civiles que no podían entrar para rescatarlas.
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