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La pandemia está golpeando a las entidades sociales que dedican sus esfuerzos a atender a los que más necesidades tienen. No sólo ha obligado a reinventar los programas que ya no pueden realizarse presencialmente. También está variando el perfil de los solicitantes de ayuda, pues ya atienden a víctimas de la crisis económica que avanza junto a la sanitaria.
En el programa de acogida de Cáritas Diocesana de Valencia buena parte de las atenciones realizadas desde el 14 de marzo se corresponden con personas nuevas. «Antes del estado de alarma se centraban en asesoría, por ejemplo personas extranjeras con dificultades relacionadas con su regularización, pero esa parte se ha reducido. Nos está llegando gente que sobre todo demanda servicios de alimentación», señalan desde la entidad solidaria. Desde que se declaró la alarma el programa ha realizado 1.800 atenciones, de las que casi 900 han consistido en repartos de comida o vales de compra.
En cuanto al perfil, empiezan a verse familias afectadas «por la pérdida del empleo debido a la pandemia, que han ingresado en un ERTE, jóvenes y personas solas con empleos muy precarios o mayores que viven solos o apoyan económicamente a sus familiares», explican las mismas fuentes, que también se refieren a migrantes a la espera de algún trámite y que carecen de ingresos.
La red asistencial está formada por más de 400 Cáritas parroquiales repartidas por toda la diócesis que han seguido prestando apoyo a los más necesitados de manera directa, como sucede en los economatos y en los repartos de productos básicos, o manteniendo sus diferentes programas (desde apoyo a la infancia hasta proyectos relacionados con el empleo) de manera telemática. Desde la entidad comentan que aunque todavía no disponen de datos definitivos sobre las atenciones globales, sí tienen constancia de parroquias donde se han duplicado. Incluso en algún caso se han multiplicado por cuatro.
Es lo que ha sucedido en la parroquia de la Natividad de Nuestra Señora de Turís. Como explicó el párroco Cristóbal Castell a la agencia Avan, tras la declaración del estado de alarma atienden a unas 80 familias frente a las 20 que recibían alimentos y productos básicos por regla general. Para los repartos cuentan con una vivienda de una voluntaria y se cita a los beneficiarios garantizando las distancias.
El trabajo también ha crecido en el economato de la Cáritas parroquial de La Anunciación de Nuestra Señora de Aldaia, que desde el 14 de marzo ha atendido a más de 1.200 personas sin recursos con la entrega de más de 21.000 kilos de alimentos, el doble de lo habitual. «Nos ha desbordado la generosidad de todos y también el número de familias afectadas por la crisis y que tienen grandes necesidades», dice el párroco, Francisco Furió.
Ignacio Grande, director de Cáritas Diocesana de Valencia, destaca que antes de la pandemia «ya había un porcentaje importante de personas en situación de inseguridad, que llegaban a fin de mes con muchas dificultades». En este sentido, añade que «cuando se produce una crisis económica quien no dispone de una red de protección fuerte o de capacidad de ahorro cae en situaciones de exclusión, y es lo que estamos viendo», concluye. «En momentos de dificultad es cuando más se constata la labor de las entidades sociales para el bienestar de la sociedad, que sale adelante gracias a los voluntarios», razona, antes de ensalzar su «dedicación y creatividad».
Casa Caridad también ha tenido que adaptarse. El servicio de comedor se centra durante la pandemia en las personas alojadas en sus albergues, mientras que para aquellos que precisan de ayuda y sí cuentan con un recurso habitacional se organizan repartos de kits de comida e higiene para que puedan mantenerse durante el confinamiento.
La oenegé ha repartido 9.000 raciones de comida y ha realizado 2.000 atenciones telemáticas de personas que pidieron ayuda. «La pobreza de nuestros usuarios se agrava al perder empleos e ingresos, por lo que su panorama es muy preocupante», en palabras de la gerente, Guadalupe Ferrer. «Y a la situación de las personas sin hogar se va a sumar la de miles de familias que van a sufrir la crisis», añade. Sirve un dato para hacerse una idea del efecto. De las 150 familias que recurren a sus escuelas infantiles, antes de la pandemia 86 personas tenían empleo. Ahora, 71 de ellas lo han perdido.
Jaume Serra, del Banco de Alimentos de Valencia, explica que reciben más de cien llamadas diarias solicitando ayuda y que el número de centros a los que abastecen se ha incrementado en más de 30. Además, la próxima semana organizará un reparto directo a familias a través del Banco de Acción Solidaria, una entidad distinta que entrega lotes de forma directa, no a través de instituciones benéficas. La previsión es que esta atienda a más de 8.000 personas.
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