Begoña, Balma, Zaira, Amine y Mari Paz, voluntarios movilizados desde Benicàssim y Castellón. LP

Voluntarios desplazados por la Generalitat en autobuses: «Volveremos las veces que haga falta»

Los pasajeros también reclaman una mayor coordinación del dispositivo para que la ayuda en las localidades afectadas sea más eficaz

Pablo Alcaraz

Valencia

Sábado, 2 de noviembre 2024, 19:23

No son soldados pero parecen venir de la guerra. Llenos de barro hasta las orejas llegan héroes anónimos, porque eso es en lo que se han convertido los miles de voluntarios que se han subido a bordo de los autobuses fletados por la Generalitat con el objetivo de auxiliar a los pueblos más devastados por la DANA. Begoña, Balma, Zaira, Amine y Mari Paz son ejemplos de ello pues vienen desde Castellón y Benicàssim a dejarse el alma si es necesario para ayudar a quienes lo han perdido todo en Valencia: «Volveremos todas las veces que haga falta. Si nos necesitan, allí estaremos», comenta este grupo de integrantes de la organización Ilewasi, defensora de los derechos de la infancia.

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Pasados pocos minutos de las 14:00 de la tarde comienza el desembarco de hordas y hordas de voluntarios bajo los arcos de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Vuelven de «una guerra sin bombas», como define Ana, otra de las voluntarias. Extenuados física y mentalmente, llenos de lodo, pero también repletos de orgullo conscientes de la vital labor desempeñada. «Es impresionante el equipo que haces, nos entendíamos y ayudábamos sin necesidad de hablar», explica Mari Paz. «Nos hemos pegado el madrugón pero había que hacerlo», remata Begoña que se ha levantado a las 5:30 para venir desde la capital castellonense hasta Valencia.

Entre las integrantes más jóvenes de este grupo desplazado a Catarroja, Zaira rescata una enternecedora anécdota que ha vivido en primera persona: «Una chica se ha acercado a mí y se ha puesto a llorar de la emoción porque la estábamos ayudando». «Lo que hemos vivido no se puede describir, veías a las víctimas a nuestro lado colaborando», cuenta Begoña quien también señala ser conocedora de que no iban a ir «de excursión a Disneyland».

Amparo limpia a manguerazos las botas de Ana y Olga. LP

Ante las quejas que está recibiendo la organización por falta de coordinación, este grupo de voluntarios prefiere relativizar las críticas: «La gente está sufriendo y vas a ir a ayudarles, ¿en serio no puedes tener un poco de paciencia para coger un autobús?».

Sara y Carla son dos jóvenes que se toman un pequeño descanso al bajar del autocar mientras aprovechan para cambiarse el calzado junto al Umbracle. «En un principio íbamos a ir a Albal, pero al final hemos acabado yendo andando hasta allí desde Catarroja porque se han dado cuenta que ya había mucha gente ayudando», explica Carla. La caminata y la demora en arrancar han propiciado que hayan ayudado menos de lo que les hubiera gustado.

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Amparo, una de las trabajadoras de Cacsa y voluntaria en la jornada de hoy, realiza una de las labores más importantes y menos vistosas del operativo: limpiar el material de los desplazados a base de manguerazos. Hasta su altura llegan Olga y Ana que buscan desesperadamente agua a presión para poder limpiarse sus botas que se han teñido de color marrón por la gran cantidad de barro acumulado durante toda la mañana. «Los vecinos están muy agradecidos con nosotros, no les falta ni comida ni bebida, sino que se retiren los enseres y coches y que se desbloqueen las alcantarillas que están obstruidas», comentan ambas mujeres. Ana opina que, a estas alturas de la emergencia, hace falta más personal especializado y maquinaria para solucionar sus problemas que ahora mismo tienen los afectados y valora muy positivamente la llegada de otros 5.000 efectivos de refuerzo.

En otro convoy llega Javier que es médico de profesión. En lugar de aprovechar el puente festivo para descansar, este sanitario se plantó a las 6:20 para ir a ayudar a los más damnificados. El facultativo explica que, al ser ese su oficio, le mandaron coordinador de un grupo de personas a bordo de un autocar que ha llegado a Alfafar para buscar a la Protección Civil. «Hemos ayudado a quien hemos podido primero preguntábamos qué necesitaban y luego nos poníamos manos a la obra», relata Javier que se ha dedicado a achicar agua de agua de un garaje colectivo con el barro a la altura de los tobillo.

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«Todavía queda mucho trabajo, sobre todo de maquinaria pesada», expresa el sanitario alistado como voluntario. Los propios afectados eran quienes les indicaban las zonas más necesitadas y agradecían su presencia. «Las ganas de ayudar han sido fantásticas», asevera el médico que no podrá acudir mañana porque lleva trabajando desde el minuto uno de la emergencia.

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