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El arte urbano sabe a lo que se enfrenta. Estar instalado en la calle supone sobrellevar las inclemencias del tiempo, ensuciarse por el devenir de los días y recibir algún que otro 'regalo' del cielo en forma de excremento de los pájaros que sobrevuelan la ciudad. Sin embargo, a todo eso hay que sumar el vandalismo, los grafitis y las pintadas y la acción del hombre. Si a ello se añade, además, la dejadez de las instituciones públicas, el cóctel da como resultado el abandono de las piezas de grandes nombres del arte instaladas en el Cauce del Río Turia de Valencia.
Si hace unos días, LAS PROVINCIAS alertaba de que la escultura del creador danés Per Kirkeby instalada bajo el Pont de les Arts y creada por el autor en 1989 -costó 30.000 euros- con motivo de una retrospectiva que se celebró sobre su obra en el IVAM era en la actualidad un refugio para dos jóvenes sin hogar, un paseo por el enclave da buena cuenta del abandono de muchas de las obras de arte instaladas en el cauce.
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Si bajamos al río a la altura del Museo de Bellas Artes de Valencia y observamos tres de las piezas más icónicas que hay en esta parte, en el que se quiso llevar a cabo el Parque escultórico del antiguo cauce del río Turia, observaremos el deterioro de dos de ellas y la suciedad de la tercera. Las más dañadas por el óxido, los grafitis y la suciedad corresponden al escultor Gerardo Rueda, que en 2006 realizó una exposición en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM). Un año más tarde, dos de las obras de Rueda, 'Cubo' (2006) y 'Rosario' (2006) se instalaron en este tramo del cauce junto con otra pieza, 'El lugar de la memoria', de Natividad Navalón. También, cercana, se encuentra 'El principio del fin del cáncer de cuello de útero', cuyas autores fueron Alba Odeh y Patxa Ibarz.
Un recorrido por este espacio da buena cuenta que las esculturas más deterioradas pertenecen a Gerardo. Llevan cerca de tres lustros instaladas en este tramo y son tradicionalmente víctimas del vandalismo en forma de grafitis. El ejemplo más claro es 'Cubo', cuyas paredes están llenas de dibujos, de letreros y de pintadas. Pero también el óxido hace de las suyas en la estructura, que se ve descuidada y ajada por el paso del tiempo. En lo que se refiere a 'Rosario', una escultura que contiene varias partes con forma de pera, la oxidación es aún más visible. Los grafitis y rayajos también se observan nada más acercarse a la instalación. Por no hablar de la suciedad de ambas piezas, que se nota a simple vista.
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En el caso de la obra de Natividad Navalón, sobre todo es la suciedad y los restos de excrementos de pájaros los que ensucian la pieza, aunque los grandes cilindros que la coronan y esa especie de sacos apilados han sido algo más respetados que sus esculturas vecinas.
Las fuentes consultadas por este diario afirman que es el Ayuntamiento de Valencia el que debe garantizar su estado aunque el IVAM es propietario de las creaciones de Gerardo Rueda aunque a través de un convenio el Consistorio ha de encargarse de su mantenimiento. Eso sí, si estas piezas necesitan algún tipo de trabajo de restauración, los responsables del museo valenciano deben saberlo.
Si bien es cierto que por su posición al aire libre, en un enclave en el que habitualmente paseo o monta en bicicleta mucha gente, donde suelen haber personas además de encontrarse en un enclave en el que se pueden ver sujetas a posibles daños ocasionados por el sol, por la lluvia o por condiciones climatológicas adversas, el poco cariño que reciben estas piezas es más que evidente, sobre todo porque se encuentran en una espacio que iba a ser considerado como un parque escultórico. Así lo explica el estudio 'La escultura pública en el proceso de remodelación del cauce del río Turia en Valencia. 1974-2014', del profesor Alberto Fenoll Pellín, donde se recoge que «entre los años 2002 y 2003, se remodela el tramo VII frente al Museo San Pío V». «Su diseño estaría pensado para acoger en un futuro con el nombre de 'Parque escultórico del antiguo cauce del río Turia, y las primeras esculturas en este tramos son fruto de dos convenios, que supusieron dos nuevas intervenciones escultóricas en el viejo cauce», defiende el texto y establece que en esta iniciativa se buscaba que las obras de arte que hoy se muestran deterioradas y sucias fueran un homenaje al libro y a la lectura.
Al descuido en las obras de Natividad Navalón y Gerardo Rueda, se puede unir la del danés Per Kirkeby instalada en el cauce en el año 1989. Costó 30.000 euros y aunque se ha barajado en alguna ocasión su traslado al Pati Obert del IVAM, es decir, al enclave tras el museo donde se muestran otras esculturas, la gran escultura de ladrillo de Kirkeby sigue instalada bajo el Pont de les Arts. Ha sido víctima de grafitis y de pintadas. Es más, la última vez que se restauró fue el pasado mes de junio, según apuntan desde el IVAM a este diario.
No obstante, desde hace unos días tiene una nueva función: la de refugio de dos jóvenes sin hogar que habitan en ella. LAS PROVINCIAS informó el pasado miércoles que la escultura de Kirkeby era ahora un espacio en el que se resguardaban dos personas sin hogar. La pieza se mantiene justo al lado del museo de arte moderno en el interior del cauce del río.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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